¿Es la dieta mediterránea tan antigua como se cree? Un estudio arqueobotánico reconstruye la lista de alimentos que se consumían en el Levante entre 1000 a.C. y 500 d.C.

La llamada dieta mediterránea suele considerarse un legado ancestral, una práctica alimentaria transmitida casi sin rupturas desde la antigüedad hasta el presente. Su prestigio contemporáneo, asociado a la salud, la longevidad y la identidad cultural, ha consolidado la idea de que se trata de una tradición milenaria. Sin embargo, las investigaciones arqueobotánicas matizan esta visión al revelar que la dieta en las orillas orientales del Mediterráneo experimentó variaciones, adaptaciones y tensiones ligadas tanto al entorno ecológico como a los cambios políticos y económicos.

Un reciente estudio firmado por Jessica Feito analiza los restos macrobotánicos procedentes de 65 yacimientos en el Levante para reconstruir de manera precisa qué comían sus habitantes entre el 1000 a.C. y el 500 d.C. El trabajo abarca desde la Edad del Hierro hasta la Antigüedad tardía, pasando por las etapas persa, helenística y romana. Los resultados destacan la importancia de los cultivos locales y la persistencia de hábitos alimentarios específicos frente a las modas imperiales.

Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Los cereales: entre la estabilidad y la adaptación

Los cereales constituyeron la base de la alimentación en el Levante, al igual que en otras regiones mediterráneas. La cebada (Hordeum vulgare) fue el cereal predominante en todos los periodos estudiados, más frecuente que el trigo libre de glumas (Triticum aestivum/durum/turgidum). Su resistencia a la sequía y su doble función como alimento humano y pienso animal explican esta persistencia.

Aunque el trigo se cultivó en proporción menor, adquirió una notable relevancia cultural al ser el cereal preferido para la panificación. Su cultivo, que se verifica en áreas áridas, revela la voluntad de los agricultores de asumir riesgos y emplear técnicas intensivas para satisfacer una demanda cultural más que práctica.

Otro fenómeno particularmente interesante que documenta Feito es la evolución de los trigos vestidos, como la escaña y el farro. Estos cereales, en retroceso desde la Edad del Hierro, experimentaron un repunte en el periodo romano tardío, quizás en relación con episodios de crisis, sequías o inestabilidad política. Su resistencia, así como la facilidad para almacenarlos, los convirtieron en un recurso alimenticio clave en tiempos de dificultades.

Lentejas
Lentejas. Fuente: Pixabay

Las legumbres: diversidad y declive de ciertos cultivos

Aunque más difíciles de identificar en el registro arqueobotánico, las legumbres también formaron parte fundamental de la dieta. La lenteja (Lens culinaris) se mantuvo como la especie más habitual en todas las fases cronológicas, mientras que el consumo del haba (Vicia faba) y el guisante (Pisum sativum) aumentó en la época romana tardía.

Más llamativo resulta el caso de la Lathyrus sativus o almorta, cultivada en la Edad del Hierro y la etapa helenística, pero casi desaparecida en época romana. Su consumo excesivo provoca latirismo, una enfermedad neurotóxica, lo que explicaría su abandono progresivo en favor de legumbres más seguras.

El garbanzo (Cicer arietinum), hoy tan emblemático en la cocina mediterránea, aparece con mayor regularidad en el Levante que en otras regiones del imperio. Su presencia constante en yacimientos urbanos, rurales y militares demuestra que se trataba de un alimento de producción y consumo local, y no de una moda importada por Roma.

Uvas
Uvas. Fuente: Pixabay

Frutas y frutos secos: de la tradición a la diversificación

Si los cereales garantizaban la subsistencia, las frutas aportaban diversidad en la dieta y nutrientes, además de prestigio social. El registro arqueobotánico muestra la importancia de la vid (Vitis vinifera), la aceituna (Olea europaea) y la higuera (Ficus carica), presentes en todos los periodos cronológicos analizados por Feito. Estas especies constituyen la auténtica triada mediterránea levantina, mucho antes de que se canonizase como símbolo de la dieta mediterránea.

Durante la época helenística y romana, se observa una creciente diversificación. El consumo de dátiles (Phoenix dactylifera) se expandió de forma constante. Está presente en todo tipo de asentamientos, desde aldeas rurales hasta centros urbanos. Su cultivo intensivo en oasis y zonas áridas refuerza la imagen de una dieta adaptada a entornos diversos. El granado (Punica granatum), por el contrario, alcanzó su máximo en la Edad del Hierro para luego decaer.

Los frutos del género Prunus (ciruelas, melocotones, almendras) se vuelven más visibles en época romana tardía, en consonancia con el auge de la horticultura intensiva. En cuanto a los frutos secos, el caso más revelador lo ofrece el nogal (Juglans regia). Ausente en la dieta durante siglos, a partir del periodo romano comienza a difundirse en contextos militares y urbanos como un producto prestigioso. Mientras tanto, el pistacho, asociado al mundo persa, perdió protagonismo tras la integración de estos territorios en el imperio romano.

Aceitunas
Aceitunas. Fuente: Pixabay

Aceite y vino, pilares económicos y culturales

La expansión del olivo en el Levante durante el periodo romano y, sobre todo, en la Antigüedad tardía, es uno de los fenómenos mejor documentados. El cultivo del olivo se convirtió en un pilar económico y en una marca de identidad regional, con evidencias arqueológicas de prensas en toda la región y un notable aumento de restos de aceituna carbonizada. El aceite de oliva no solo se destinaba al consumo local, sino también a la exportación. Su producción masiva, además, generaba subproductos como el orujo, que se utilizaba como combustible en entornos urbanos y rurales.

El vino, por su parte, también adquirió un papel destacado. El cultivo de la vid y la elaboración de vino se intensificaron en época romana, impulsados por la demanda urbana y militar. El prestigio del vino mediterráneo se consolidó como elemento cultural y económico, aunque siempre en convivencia con otras bebidas locales.

Cereal. Fuente: Pixabay

Hierbas y especias: sabores antiguos en un registro fragmentario

Aunque las evidencias arqueológicas son más escasas, el estudio confirma la presencia de hierbas y especias en el Levante desde la Edad del Hierro. El cilantro, el comino y el laurel aparecen en depósitos antiguos, lo que demuestra que ya se usaban como condimento antes de la romanización.

A diferencia de lo ocurrido en las provincias occidentales, donde algunas hierbas se han interpretado como novedades introducidas por los romanos, en el Levante eran productos autóctonos de uso habitual. Esto refuerza la idea de que los sabores que asociamos hoy a la cocina mediterránea hunden sus raíces culturales en Oriente.

Dátiles
Dátiles. Fuente: Pixabay

Cambios sociales y culturales en el acceso a los alimentos

El estudio de Jessica Feito demuestra que la dieta del Levante entre el 1000 a.C. y el 500 d.C. no refleja la moderna construcción de la dieta mediterránea, sino que presenta la alimentación como un conjunto de prácticas dinámicas, moldeadas por factores ambientales, culturales y políticos. Los cereales siguieron ocupando la base de la dieta, pero el papel de la cebada, más resistente que el trigo, subraya una estrategia agrícola adaptada a las condiciones locales.

El análisis arqueobotánico también permite comprender cómo los alimentos se distribuían en función de la organización social. En la Edad del Hierro, los grandes almacenes fortificados concentraban cereales y legumbres bajo el control de las autoridades. Con la llegada del periodo romano, el sistema cambió hacia una economía de mercados urbanos que se abastecían de las aldeas rurales.

Más allá de la triada mediterránea de pan, aceite y vino, el Levante de la antigüedad muestra una dieta diversa, con raíces profundas, pero en constante transformación. Lejos de ser una herencia inmutable en el tiempo, la llamada dieta mediterránea es el resultado de múltiples procesos históricos, en los que Oriente desempeñó un papel fundamental.

Referencias

  • Feito, Jessica. 2025. “Ancient Diet and Agricultural Economy in the Levant: An Archaeobotanical Study”. American Journal of Archaeology, 129.3: 323-345. DOI: https://doi.org/10.1086/735181
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