“Es un mito que en Occidente la desigualdad es mucho mayor ahora que antes”

Fuente de la imagen, Cortesía Karl Gabor / IFN

    • Autor, Ángel Bermúdez
    • Título del autor, BBC News Mundo

Unas 1.000 personas se convirtieron en millonarias cada día de 2024 en Estados Unidos.

De acuerdo con un Informe de Riqueza Global recién publicado por la consultora UBS, la mayor parte de estas personas pertenecen a lo que UBS llama Emilli’s (Everyday Millionaries), cuyas fortunas se ubican entre US$1 millón y US$5 millones.

Los integrantes de esta selecta categoría se han cuadruplicado desde el año 2000 y en la actualidad suman unos 52 millones de personas en todo el mundo, cuya riqueza total suma unos US$107 billones. Un monto cercano, según destaca UBS, a los US$119 billones que suman aquellos con fortunas superiores a los US$5 millones.

Este aumento en el número de millonarios se produce en una época en la que las fortunas de las personas más ricas del mundo se han elevado hasta niveles nunca vistos, ensanchando así la brecha que separa a los que más tienen de los más pobres del planeta.

Estas palpables diferencias -y los datos sobre ingresos y riqueza que las demuestran- han asentado la idea de que vivimos en un momento de creciente desigualdad.

En ese contexto, Daniel Waldenström, economista e investigador del Instituto de Investigación sobre Economía Industrial de Estocolmo (Suecia) acaba de publicar el libro Richer and More Equal: A New History of Wealth in the West (Ricos y más iguales: una nueva historia de la riqueza en Occidente), en el que rechaza la idea de que vivimos en un mundo más desigual.

Basado en el libro, Waldenström publicó también un artículo en la revista Foreign Affairs en el que afirma que el interés que se ha puesto en las llamativas fortunas de los fundadores de las grandes empresas tecnológicas no ha permitido ver una gran transformación ocurrida en las sociedad occidentales, donde la riqueza de los hogares en general ha aumentado hasta niveles anteriormente inimaginables, mientras que los indicadores de bienestar como la esperanza de vida o las posibilidades de consumo han mejorado de forma generalizada.

Waldenström asegura que las sociedades occidentales “no son ni remotamente tan desiguales como muchos creen”.

BBC Mundo conversó con él.

Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk.

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Muchos expertos hablan del aumento de la desigualdad como una característica de la época en que vivimos. Algunos incluso afirman que las desigualdades globales contemporáneas se acercan a los niveles máximos observados a principios del siglo XX. Usted, en cambio, acaba de publicar un artículo sobre lo que llama el “mito de la desigualdad”. ¿A qué se refiere?

Si analizamos la historia es claro que la mayoría de los indicadores de desigualdad económica -ya sea la distribución total de la renta disponible de los hogares, el grado de movilidad social, la proporción de hogares pobres con bajos ingresos que tienen acceso a una buena educación, las diferencias en la esperanza de vida y, de hecho, también las medidas de distribución y desigualdad en la riqueza- demuestran claramente que el siglo XXI es un período mucho más igualitario para el mundo occidental que las épocas históricas anteriores, especialmente a principios y mediados del siglo XX.

El mito es que algunos grupos tienen una interpretación diferente de estos resultados y una narrativa diferente que considero injusta con los estados de bienestar que hemos construido, financiados por unos ingresos fiscales que se han cuadruplicado durante el siglo XX.

En la actualidad obtenemos entre el 30% y el 45% del PIB en ingresos fiscales anuales, frente al 5% o el 10% de hace cien años.

Así que ese es el mito que argumenta que la desigualdad es mucho mayor que antes, que vivimos en sociedades históricamente desiguales. No creo que sea cierto si analizamos la mayoría de las medidas estándar de desigualdad económica. Ese es mi punto.

Nadie parece discutir que ahora vivimos mejor que hace 100 años, pero eso no significa que la brecha entre los más ricos y los pobres no esté creciendo. ¿O sí?

Seamos claros. Existen muchas brechas: entre el individuo más rico y el más pobre, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y mayores, y así sucesivamente.

Ahora bien, tenemos una economía en crecimiento que es como una escalera mecánica. Esto significa que todos los que están en esa escalera mecánica se beneficiarán del crecimiento económico, pero también hay grupos que no avanzarán, como aquellos que viven en países extremadamente pobres gobernados por dictadores o sufriendo guerras, sin nada y con sociedades desestructuradas, por lo que no están en esta escalera mecánica.

Así que esa brecha aumenta con el progreso económico. Eso es cierto.

La buena noticia es que el grupo que no está en la escalera mecánica se está reduciendo rápidamente. A nivel global, las tasas de pobreza están disminuyendo.

En los últimos 20 años, las tasas de pobreza que utiliza el Banco Mundial, etc., se han reducido a la mitad. Por lo tanto, existen brechas que podrían estar aumentando, pero creo que no son completamente representativas.

Por otra parte, el hecho de que tengamos crecimiento y personas que puedan enriquecerse porque tienen mucho éxito global brindándonos productos y servicios, tampoco es necesariamente un problema.

Productos como los teléfonos inteligentes han ayudado a miles de millones de personas a acceder a información diaria y usarla casi sin costo, y como esto hay muchos ejemplos, así que los beneficios están llegando a la gente, incluso teniendo a estas personas tan exitosas y súper ricas.

Personas en una escalera mecánica.

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Según los datos que ha citado, desde 1980, el percentil más rico de EE.UU. ha aumentado su participación en la riqueza de poco más del 20% a entre el 35% y el 40% en la actualidad. Supongo que este aumento no habría podido ocurrir sin una disminución en la participación en la riqueza del resto de la sociedad. ¿No es esto un indicio de una creciente desigualdad?

Es cierto. Esta es una señal de la creciente desigualdad en esa dimensión. Hablo de esto en el artículo y también en mi libro, donde el caso de EE.UU. es ligeramente diferente al del resto de Occidente.

En Europa Occidental, Canadá y Australia, la proporción de la riqueza de los más ricos prácticamente no ha aumentado en la última década.

Pero en EE.UU. ese aumento ha sido evidente, y a medida que la proporción del 1% más rico ha aumentado en EE.UU., la proporción del resto, por supuesto, matemáticamente ha disminuido, y este aspecto de la desigualdad ha ido aumentando. Pero es importante la interpretación de esos datos.

Si analizamos las listas de las corporaciones más grandes del mundo en 1980, la mitad estaban radicadas en Estados Unidos y la otra mitad en países como Japón, Alemania o Francia.

Hoy, esa lista incluye casi exclusivamente empresas estadounidenses, lo que significa que sus emprendedores exitosos han sido mejores en la producción de bienes y servicios que la gente desea, y han sido los más exitosos a nivel mundial.

Esto también explica que su riqueza haya aumentado más rápido que en el resto del mundo occidental y, lo que es más importante, la riqueza de la clase media también ha aumentado en Estados Unidos durante este período, por lo que incluso los hogares de clase media se han enriquecido.

El hecho de que los mejores emprendedores, líderes y dueños de negocios hayan superado a todos los demás es lo que explica este aumento de su participación en la riqueza en Estados Unidos.

Una investigación del Instituto de Política Económica señala que en EE.UU. la relación entre la compensación que reciben los directores ejecutivos en comparación con la de los trabajadores era de 21 a uno en 1965; 45 a uno en 1989 y 203 a 1 en 2020. ¿Cómo se explica esto?

Es cierto. Creo que eso refleja el aumento del tamaño del mercado y está claramente vinculado a la globalización. Esos directores ejecutivos lideran las empresas más grandes que cotizan en bolsa y que operan hoy en mercados mucho más grandes que en los años 90, 70 o 60.

Esto significa que, para los propietarios, contratar a la persona equivocada podría costarles millones o miles de millones de dólares. Por eso, están dispuestos a pagar mucho para conseguir a la persona adecuada lo que ha incrementado la compensación que ofrecen para estos cargos.

Y fíjese que los propietarios están dispuestos a usar su propio dinero para pagar a estos directores ejecutivos, no se trata de dinero de los contribuyentes.

Imagen que ilustra la desigualdad económica con monedas y personas.

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Para respaldar su argumento de que la desigualdad no es tan grave como muchos creen, usted ha dicho que deberíamos tener en cuenta otros indicadores distintos a los ingresos brutos (antes de impuestos). ¿Podría explicar a qué indicadores se refiere?

Los ingresos antes de impuestos son la medida más rudimentaria de la productividad. Las personas desconocemos nuestro valor de mercado. No hay un fundamento científico para definirlo. No sé cuánto valgo, pero la mejor estimación es cuánto me paga otra persona.

Los ingresos antes de impuestos no deberían usarse demasiado para responder a las grandes preguntas. Yo mismo los he usado para hablar de la desigualdad, pero creo que se ha exagerado.

Considero mejor usar los ingresos después de impuestos o los ingresos después de impuestos y transferencias [el dinero que las personas conservan después de pagar impuesto y de recibir las ayudas gubernamentales] para determinar la distribución del bienestar entre los ciudadanos. Entonces, cómo vivimos y cuál es nuestra calidad de vida. Esto es lo importante.

Aquí también podríamos incluir la redistribución de transferencias no monetarias. No solo las asignaciones para vivienda, las asignaciones por hijo o las ayudas económicas, sino también los subsidios que se ofrecen como atención médica gratuita o más económica, cuidado de ancianos y educación.

Esos servicios se financian con impuestos y se ofrecen gratuitamente en muchos países.

Esta es ahora la transferencia más importante de la economía y es fundamental para los hogares de bajos ingresos. Por lo tanto, comprime mucho la distribución del ingreso; las tasas [que marcan la brecha económica en la sociedad] bajan mucho, así que creo que esa es una medida mucho mejor.

La gran diferencia en la época actual con respecto a cualquier período anterior, con algunos matices, es que tenemos redistribución de los recursos [a través del pago de impuestos] en los países ricos, pero también, en mayor medida, en los países de ingresos medios.

Por lo tanto, tenemos impuestos más altos, más transferencias y subsidios. Los ingresos antes de impuestos ignoran por completo este crecimiento de [los servicios que presta] el gobierno y eso pasa por alto un aspecto clave del bienestar de los individuos o ciudadanos en estas economías.

Una maestra y sus alumnos en un salón de clase.

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Usted ha dicho que si alguien tiene miles de millones, eso no debería ser un problema para un ciudadano común, siempre que su vida vaya bien. Sin embargo, en ocasiones ese millonario invierte en áreas en las que compite con el ciudadano común, como al parecer ocurre en muchos países con la compra de viviendas, lo que eleva los precios a niveles que muchos trabajadores no pueden costear…

Hay muchos matices y perspectivas sobre las consecuencias de la propiedad de la riqueza y las diferencias en ella. Así que sí, si eres rico, puedes hacer más cosas y comprar más cosas, incluyendo una casa más grande, etc.

Creo que es muy importante que nos aseguremos de que nuestros sistemas fiscales y bancarios sean buenos para que las personas con trabajo, aunque no sean ricas, puedan educarse y conseguir buenos empleos para poder ir al banco y pedir un préstamo para comprar una casa o un apartamento.

Pero también podrían ser simplemente inquilinos. Pueden alquilar la casa que compró una persona rica. Es decir, hay diferentes variantes de cómo se desarrolla todo esto. Y aquí no está claro qué está bien y qué está mal, porque es un continuo. Hay una variedad de comportamientos.

Cuando los ricos depositan su dinero en los bancos o en fondos de inversión, ayudan a financiar a quienes desean obtener préstamos o facilitan la inversión que necesitan los emprendedores.

Si compran cosas, como autos o servicios, esto generará ingresos, empleos, etc., lo cual también es positivo. Puede ser que aumenten los precios de los restaurantes, y potencialmente habrá más gente que quiera abrir restaurantes de ese tipo, lo que a su vez puede reducir los precios.

No creo que haya nada correcto o incorrecto aquí. Es como un juego espontáneo, pero es importante que facilitemos el acceso a personas que no son ricas para comprar una casa y, lo más importante, es que reciban una buena educación.

Deberíamos tener un mercado laboral y un sistema de crédito que funcionen.

En su artículo usted afirma que un mal diagnóstico lleva a malas soluciones. ¿Cuál diría que es el diagnóstico y la solución correctos para lo que mucha gente percibe como una desigualdad creciente?

La razón por la que se oye hablar de la creciente desigualdad es porque hay grupos a los que les gusta hablar de ello y, a menudo, por motivos ideológicos. Son gente de centro-izquierda. Para ellos, la desigualdad siempre es demasiado alta. Pero son ellos los que han comprendido que la desigualdad es importante.

El problema con otros grupos de la sociedad, especialmente los de centro-derecha, es que nunca hablan de la desigualdad, no saben nada al respecto.

Como consecuencia de esto, solo hemos escuchado una narrativa que, en mi opinión, no es del todo errónea, pero sí está en gran medida desinformada, y creo que es injusto para los estados de bienestar que hemos construido, quizás más en Europa que en Estados Unidos.

Sin embargo, también escuchamos estas conversaciones en Europa. Creo que es muy injusto para nuestras sociedades de impuestos elevados.

Creo que una evaluación más apropiada debe mirar realmente dónde están los problemas.

Y el problema no es que algunas personas tengan mucha suerte o éxito en sus trabajos, dirigiendo empresas con altos salarios o emprendiendo; ese no es el problema.

De hecho, esos ingresos y ganancias están sujetos a impuestos y son clave para financiar nuestros sistemas de bienestar.

En cambio, centrémonos en quienes no han tenido suficiente acceso a esas cosas.

Soy un firme defensor de un sistema educativo igualitario, que ofrezca una educación de calidad a muy bajo costo o gratuita.

No me gusta la idea de tener escuelas privadas donde se puede pagar mucho para que los hijos reciban una educación de mejor calidad porque esto vinculará a los padres ricos con la calidad de la educación de sus hijos, y no me gusta ese modelo social.

Va en contra de la movilidad social y la igualdad de oportunidades, que considero clave. Por lo tanto, si queremos igualdad o igualación, deberíamos centrarnos en cómo impulsar a los de abajo, y no en desestabilizar a los de arriba.

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Cortesía de BBC Noticias



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