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Cuando estaba a punto de terminar la secundaria, su abuelo le dijo, sentados en un camión, que pensara en su futuro.
Como la vida del ganadero es dura, le aconsejó que fuera a la universidad y que sacara adelante una carrera para tener una vida más estable y asegurar su futuro financiero. Así lo hizo y, años después, Christian Lovell regresó al rancho familiar en Illinois.
“Es una pasión, un estilo de vida”, le dice a BBC Mundo. “Ser ranchero no es un trabajo como cualquier otro, es algo que llevamos en la sangre”.
Con esa misma pasión Lovell defiende a los ganaderos estadounidenses frente al plan del gobierno de Donald Trump de permitir el ingreso de una mayor cantidad de carne de res argentina para que bajen los precios del producto en Estados Unidos.
Lovell, como muchos otros ganaderos estadounidenses, está decepcionado y furioso con el anuncio presidencial. Esa propuesta, dice, “es una traición a los rancheros estadounidenses”.
“Sentimos que nos ha vendido a un competidor extranjero, que nos ha dejado atrás”.
Todo comenzó cuando el mandatario estadounidense anunció a mediados de octubre que su gobierno había llegado a un acuerdo para reducir el precio de la carne de res al consumidor.
“Estamos trabajando en la carne de res, y creo que tenemos un acuerdo que reducirá el precio”, declaró Trump, sin dar más detalles.
Unos días después, volvió a referirse al tema en el avión presidencial.
“Compraríamos carne de Argentina”, dijo. “Si lo hacemos, bajaremos los precios de la carne”.
Esas declaraciones generaron una ola de reacciones entre los rancheros estadounidenses, un grupo que tradicionalmente ha votado republicano y que cuenta con fervientes admiradores del presidente.
Lo que se está discutiendo, señala la prensa estadounidense citando fuentes de la Casa Blanca, es la idea de cuadruplicar el cupo arancelario para la carne de res argentina desde 20.000 a 80.000 toneladas métricas.
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En medio de la controversia, la secretaria de Agricultura de EE.UU., Brooke Rollins, afirmó en una entrevista televisiva que el presidente “está en conversaciones con Argentina”, pero advirtió que el aumento de las importaciones desde el país sudamericano “no será mucho”.
Después de las duras críticas de los gremios ganaderos, la Casa Blanca anunció la semana pasada un paquete de medidas de apoyo al sector, algo que tranquilizó parcialmente la rabia de los productores locales.
El conflicto se da en medio de otra polémica medida tomada por el gobierno estadounidense: el rescate financiero de Trump, en octubre, al gobierno de su par argentino, Javier Milei, que se basa principalmente en un “swap” o intercambio de monedas por US$20.000 millones.
Las críticas apuntan a que la administración de Trump debería ayudar a los productores agrícolas y ganaderos estadounidenses, en vez de darle asistencia financiera al país sudamericano. Se supone que la consigna era “Estados Unidos Primero”, reclaman, pero en la práctica el ingreso de competidores extranjeros va en contra de esa aspiración.
“Es una contradicción”, declaró decepcionado Bill Bullard, presidente de la organización ganadera R-CALF, quien esperaba que las políticas del gobierno desalentaran las importaciones de carne.
¿Bajarían los precios si ingresa más carne argentina?
Economistas expertos en el sector ganadero estadounidense sostienen que la carne de res argentina representa una porción muy pequeña del total de las importaciones de ese alimento: apenas un 2,1%.
En lo que va del año, “hemos importado más beef de Uruguay que de Argentina”, dice David Anderson, economista de la Universidad Texas A&M, en diálogo con BBC Mundo.
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La carne importada a Estados Unidos llega principalmente desde Brasil, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y México.
Si el anuncio de Trump se lleva a la práctica, “no es probable que tenga un efecto significativo en los precios”, afirma Anderson.
Como economista, apunta, este es un caso en el que “tenemos que dejar que el mercado haga su propio trabajo, y la oferta y la demanda definan qué pasa con los precios”.
Si hay precios más altos, explica, será una señal para que los rancheros locales produzcan más y será un incentivo para que los consumidores compren menos. “Eso hará que bajen los precios” de manera natural.
Pero eso no puede ocurrir de la noche a la mañana, ya que se necesitan al menos dos años para producir ganado adulto.
Arlan Suderman, economista jefe de materias primas de la consultora StoneX, argumenta que en ese sentido Argentina “no es una gran amenaza”.
“No me preocuparía demasiado al respecto”, apunta.
Sin embargo, agrega, el país que sí tiene un superávit de carne de vacuno para exportar es Brasil, y si Trump disminuyera los aranceles de 50% a las importaciones provenientes de ese país, “eso sería una historia completamente distinta”.
Pero hay otro factor importante en este rompecabezas, advierte el ganadero Christian Lovell.
“Los ganaderos estadounidenses no controlamos el precio de la carne de res en este país”, afirma. “Son las grandes empresas empacadoras las que fijan el precio”, porque solo cuatro compañías concentran cerca de un 80% del mercado.
“No hay competencia en el mercado de las empacadoras de carne. Y ahora Trump, en lugar de respaldarnos, apoya a un competidor extranjero”, argumenta Lovell.
Aun si el aumento de las importaciones argentinas no tuviese un efecto importante en los precios, la sola idea le genera incertidumbre a los rancheros.
¿Por qué ha subido tanto el precio de la carne de res?
En EE.UU., la caída de la oferta de carne vacuna es histórica.
Actualmente, el país tiene el menor número de cabezas de ganado en 74 años, luego que los rancheros bajaran la producción tras varios años de sequía y bajos precios.
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En paralelo, la demanda de los consumidores se ha mantenido firme, haciendo que aumenten los precios en los supermercados.
Tampoco han ayudado a aumentar la oferta de carne en el mercado local los límites impuestos a México por la plaga del gusano barrenador y los aranceles estadounidenses a la carne brasileña.
Pero no solo en EE.UU. ha subido el precio de la carne de vacuno. En otros países también ha tenido un impacto la combinación entre la escasez de carne para la exportación y una demanda global sostenida, le explicó hace unas semanas a BBC Mundo Monika Tothova, economista senior de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
A eso se suman la sequía y otros fenómenos meteorológicos extremos; factores como brotes de enfermedades animales; persistentes tensiones e incertidumbres sobre el rumbo de las políticas comerciales, y un elevado costo del alimento para el ganado o bien altas tasas de interés para financiar la producción en algunos países.
El precio también ha aumentado porque en muchos países el mercado se ha estado concentrando en unos pocos grandes procesadores de carne, que tienen un poder importante,”limitando la competencia y fortaleciendo las posibilidades para fijar precios”, concluyó Tothova.
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Cortesía de BBC Noticias
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