Escribir a mano y hacer pausas ayuda a recordar

Detengámonos un instante y observemos el suave fluir de estas palabras bajo nuestros ojos, ese vaivén silencioso y la voz que las lee en nuestra cabeza. ¿Cuántas de ellas permanecerán con usted dentro de cinco minutos? ¿Y cuántas se alojarán, sin esfuerzo, en nuestra memoria mañana? La pregunta no es trivial. Vivimos en una época en la que la velocidad domina nuestra forma de aprender y, paradójicamente, también de olvidar.

FERIA DE SAN FRANCISCO

No todas las palabras se procesan al mismo ritmo. Quizá haya oído que una persona puede leer entre 200 y 300 palabras por minuto, escuchar unas 150 o leer al tacto en braille incluso menos. Pero esa velocidad no equivale a comprensión: de hecho, más allá de las 500 palabras por minuto, la asimilación se desploma de forma drástica. Y lo que se absorbe, ¿realmente se conserva? No necesariamente. Devorar palabras con avidez no es lo mismo que nutrirse de su esencia.

Distintas memorias en una

Para que las palabras cobren sentido y se transformen en ideas o conceptos duraderos, deben primero atravesar el espacio frágil y efímero de la memoria operativa –también llamada memoria a corto plazo–, encargada de mantener activa la información mientras el cerebro la procesa. Pero no basta.

Para que lo retenido se estabilice, la información necesita almacenarse en un tipo de memoria semántica, afectiva, espacial o temporal. Recordar unas vacaciones implica una memoria episódica, teñida de emoción y lugar; en cambio, saber que la capital de Italia es Roma remite a una memoria semántica, desprovista de contexto personal.

¿A mano o a golpe de tecla?

Cuesta encontrar, hoy por hoy, un espacio donde el teclado no haya desplazado a la tinta o al grafito casi por completo. Sin embargo, conviene recordar que la escritura a mano sigue siendo una herramienta poderosa para el desarrollo cognitivo: escribir manualmente activa una red más amplia de regiones cerebrales –motoras, sensoriales, afectivas y cognitivas– que la mecanografía. Esta última, más eficiente en velocidad, exige menos recursos neuronales y favorece una participación pasiva de la memoria operativa.

Frente a ello, el uso de la memoria operativa de forma activa (mediante herramientas analógicas) resulta más beneficioso tanto en el aula como en contextos clínicos relacionados con el deterioro cognitivo.

Las pausas son sagradas

El ritmo y la pausa son también determinantes en este tránsito de la memoria operativa a la memoria a largo plazo. Las pausas activas –momentos breves en los que interrumpimos el estudio para estirarnos, caminar o contemplar algo sin propósito inmediato– permiten al cerebro reorganizar lo aprendido y consolidarlo con mayor solidez.

Sin embargo, hoy, esas pausas suelen combinarse con actividades que implican el uso de pantallas: móviles, televisión, tabletas. Si pudiéramos hacer un símil con el ejercicio físico, podríamos imaginarnos en un gimnasio donde corremos a 12 km/h en las pausas entre series. Algo muy parecido ocurre cuando usamos los descansos para consumir vídeos rápidos, leer titulares o desplazarnos sin rumbo en redes sociales: la mente no descansa, no consolida, y la atención se fragmenta.

Trabajo durante el sueño

La neurociencia subraya también el papel crucial del sueño en la consolidación de la memoria. Durante el sueño de ondas lentas, el cerebro entra en un estado de sincronización neuronal caracterizado por la predominancia de ondas delta (0,5–4 Hz), las cuales favorecen la reactivación de trazas mnésicas –huellas que quedan en la mente después de una experiencia, y que sirven como base para la memoria y la posibilidad de recuerdo–.

Estas oscilaciones lentas crean un entorno de baja interferencia sensorial que facilita el diálogo entre el hipocampo y la neocorteza. En particular, se ha observado que las ondas theta (4–8 Hz), más frecuentes durante la fase REM (Rapid Eye Movement) y también presentes en fases NREM (Non-Rapid Eye Movement) ligeras, median esta transferencia. En concreto, permiten el paso de recuerdos desde su almacenamiento temporal en el hipocampo hacia regiones corticales de almacenamiento a largo plazo.

Sueño de ondas lentas en una electroencefalografía.Wikimedia Commons., CC BY

Asimismo, los husos del sueño –breves patrones de actividad cerebral que ocurren durante el sueño ligero, generadas principalmente por el tálamo– se asocian con el refuerzo de conexiones neuronales relevantes.

Diversos estudios con polisomnografía y neuroimagen han mostrado correlaciones entre la densidad de estos husos y el rendimiento en tareas de memoria episódica. Se ha propuesto que estas oscilaciones actúan como una especie de “marcador de relevancia” que selecciona qué información merece ser consolidada.

Así, mientras dormimos, el cerebro ejecuta de manera automática un proceso de reorganización y refuerzo de la memoria. Prioriza lo significativo y depura lo irrelevante. No es casual que, al despertar, una melodía o una frase aparentemente trivial retornen a la conciencia sin esfuerzo: son el eco de ese meticuloso trabajo nocturno en el que se escribe la memoria.

Retomar buenas costumbres

Comprender cómo aprendemos nos revela también cómo deberíamos vivir. No se trata solo de reducir el uso de pantallas, sino de recuperar un ritmo más humano. Escribir a mano ayuda a activar las redes neuronales en profundidad; pensemos, por ejemplo, en los apuntes de una clase y en cómo, al releerlos, las ideas resurgen con más claridad.

Por otro lado, es recomendable retomar la costumbre de hacer pausas verdaderas, lejos de dispositivos: observar el vuelo de un pájaro, sentir la respiración, estirar el cuerpo.

También es útil reforzar lo aprendido mediante breves ejercicios de recuperación activa –por ejemplo, explicar en voz alta un fragmento leído hace una hora–.

Además, no debemos subestimar el papel del sueño profundo: es allí donde la memoria madura y fija lo aprendido. Solo cuando le concedemos el tiempo necesario para descansar y procesar, el conocimiento arraiga de verdad. Así, las palabras que lee hoy podrán convertirse en recuerdos vivos, capaces de acompañarlo más allá de los siguientes cinco minutos, quizás toda la vida.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Economista



Dejanos un comentario: