Los defensores españoles de la Habana, poco más de 9.000 soldados, marineros y gastadores del batallón de Negros Libres, reforzados por voluntarios y milicianos, ofrecieron una resistencia a ultranza a la invasión, principalmente la guarnición del Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, comandada por Luis de Velasco.
Luis Vicente de Velasco e Isla era un capitán de navío de la Real Armada curtido en la reconquista de Orán y en la Guerra del Asiento, donde obtuvo fama y gloria por el apresamiento de varios buques británicos de mayor tonelaje y bocas de fuego que la fragata que capitaneaba.

Tras el estallido en 1756 de la Guerra de los Siete Años, agobiada Francia por las derrotas infligidas por los británicos, se firmó el Tercer Pacto de Familia en agosto de 1761. España esperó a la llegada de la Flota de Indias antes de entrar en el conflicto, dado que necesitaba de sus fondos para la financiación del mismo. Finalmente, el 4 de enero de 1762 el Reino Unido declaró la guerra a España, que hizo lo propio el día 15 de ese mes. Tres meses después, los mandos británicos partieron hacia el Caribe, reuniendo en la isla de Martinica la flota a utilizar para el ataque a La Habana.
Un largo asedio
Cuando el día 6 de junio de 1762 la flota británica se encontraba a doce millas de La Habana, el gobernador de la ciudad, Juan de Prado, decidió en la Junta de Defensa mantener a los soldados regulares y a las milicias defendiendo la ciudad, y destinó a las dotaciones de la Armada a la defensa de las fortalezas exteriores. El 7 de junio, las fuerzas británicas desembarcaron al noreste de la ciudad y comenzaron a avanzar al día siguiente, y tras desbaratar la defensa de las milicias llegaron a sus alrededores la tarde de ese mismo día.
El primer objetivo del ataque inglés era la toma del Morro, castillo que defiende el saliente norte del canal. Por ello Velasco, encargado de su defensa, la organizó al milímetro, aprovisionándose para un asedio que previó largo y repartiendo las piezas artilleras en su perímetro. El asedio a la fortaleza del Morro, que protege la entrada de la Habana, duró dos meses, en notorias condiciones de inferioridad. Cuentan las crónicas que el fuego que caía sobre él le hacía parecer un volcán en erupción.

El castillo estaba defendido por 64 piezas de artillería y escasa guarnición. Los británicos tomaron la altura de la Cabaña, que en aquellos momentos carecía de fortificaciones y que dominaba el Morro, con una fuerza de 8.000 hombres el día 11 de junio, e instalaron en la misma una batería para batir la fortaleza. Dos días después otro destacamento británico desembarcó en el lado oeste del puerto, en el Torreón de la Chorrera. El coronel ingeniero Patrick Mackellar supervisó las obras del asedio del Morro, que consistieron en avanzar con parapetos y cavar una zanja para minarlo. El día 29 de junio, las baterías de cañones y morteros lanzaron 500 proyectiles contra la fortificación.
El día 1 de julio los británicos realizaron un ataque combinado por tierra y mar, con cuatro navíos armados de 286 cañones y baterías terrestres, que tras 6 horas de intenso fuego cruzado fue rechazado por los defensores. En su combate contra los cuatro buques, la batería de Santiago, con treinta cañones, desarboló al Cambridge y mató a su capitán, a tres oficiales y a la mitad de su dotación.
El siguiente buque en atacar, el Dragón, desmontó parte de las baterías españolas, pero hubo de retirarse gravemente averiado. El Stirling se retiró ileso, siendo su capitán depuesto por ello. Simultáneamente se produjo un ataque por tierra contra los baluartes del Morro, que fue rechazado.
La fiebre amarilla hizo estragos entre los atacantes. El día 27 de julio los británicos recibieron los refuerzos procedentes de Nueva York, comandados por el general Burton. Tras cuarenta y cuatro días de feroces combates, los británicos consiguieron con una mina abrir una brecha en las fortificaciones, por la que entró una brigada de granaderos el día 30 de julio.
El capitán Párraga, con una docena de soldados, contuvo unos minutos a los asaltantes, lo que dio tiempo a Velasco a acudir con tres compañías a taponar la brecha. En la primera descarga fue herido de un balazo en el pecho el heroico Luis de Velasco, y poco después cayó su segundo al mando, el marqués Vicente González-Valor de Bassecourt.
La muerte de Velasco y la caída
El general británico Keppel entró en la Sala de Armas, abrazó a Velasco y le ofreció ser atendido in situ por los médicos británicos o trasladarse a la ciudad. Velasco fue trasladado a La Habana, al conceder los británicos una tregua de veinticuatro horas para facilitar su cuidado, y fueron sus médicos quienes intentaron sin éxito salvar su vida, muriendo al día siguiente.
Los británicos respetaron su sepelio en el convento de San Francisco y contestaron desde su campamento a las salvas que en su honor dispararon las tropas españolas. Finalmente, la ciudad cayó el 13 de agosto, y en la misma permanecieron los británicos hasta el 6 de julio del año siguiente, cuando en virtud de lo acordado en el Tratado de Versalles devolvieron la plaza a España, que fue permutada por la península de la Florida.

Por esta acción, Carlos III mandó erigir una estatua en el pueblo natal de Velasco, Meruelo, en Cantabria, concedió a su hermano Íñigo José un marquesado con una asignación de 4.000 pesos anuales y le otorgó asimismo el mayor honor a que puede aspirar un marino, que siempre haya en la Armada española un navío que lleve su nombre.
Los británicos, por su parte, levantaron un monumento en su memoria en la Abadía de Westminster y guardaron la bandera tomada en El Morro en la Torre de Londres. Hasta comienzos del siglo XX, los buques de guerra británicos disparaban salvas en su honor a su paso por su pueblo natal.
Una bellísima medalla
En recuerdo de sus ilustres defensores, los capitanes de navío Luis Vicente de Velasco e Isla y Vicente González-Valor de Bassecourt, se acuñó una de las más bellas medallas de la Edad Moderna española, diseñada y grabada por Tomás Francisco Prieto, grabador general de la Casa de la Moneda de Madrid. La medalla tiene un diámetro de 49,5 milímetros y el peso de la de plata es de 72,22 gramos y de la de bronce de 52,44 gramos, en los ejemplares estudiados.
Presenta en su anverso los bustos superpuestos de Luis de Velasco y Vicente González, de perfil a la derecha, imberbes, con peluca y coleta, casaca y manto. Vicente González lleva la cruz de Santiago colgada al cuello. En la parte superior aparece la leyenda LVDOVICO DE VELASCO ET VINCENTIO GONZALEZ. Debajo de los bustos aparece el apellido del grabador, PRIETO. En su reverso recoge el Castillo del Morro en el momento de la explosión de la mina en su costado, a su izquierda la escuadra inglesa y a la derecha una parte de las fortificaciones de la plaza y varios buques al fondo.

En la parte superior aparece la leyenda IN MORRO VIT. GLOR. FVNCT (En el Morro fueron vencidos con gloria), y en exergo, en cuatro líneas, la leyenda ARTIVM ACADEMIA CAROLO REGE CATHOL ANNVENTE CONS. A. MDCCLXIII (La Academia de Bellas Artes, con la aquiescencia del rey católico Carlos, la consagra el año de 1763).
Cuando en 1828 se construyó en La Habana el Templete, por acuerdo del Cabildo de la ciudad se depositó en un arca de bronce a la que se llamó Caja de Memorias, junto a otras monedas, documentos y libros, un ejemplar de la misma. Esta arca se situó en la base de la primera columna de la derecha, a la entrada del edificio, y en ese mismo lugar sigue.
Referencias
- Gómez de Olea y de la Peña, F. (2006): El capitán de navío de la Real Armada don Luis Vicente de Velasco e Isla.
- Greentree, David (2010): Far-Flung Gamble. Havana 1762.
- Pocock, T. (2013): Battle for Empire: The very first World War, 1746-63.
- Ruiz de Velasco y Martínez de Ercilla, Jaime (2008): «Luis de Velasco e Isla, ¡antes un mundo rindieras que a un soldado como aquel!». Historia de Iberia Vieja (Madrid: HRH Editores, SL) (27): 62-66.
- Syrett, David (1970): The Siege and Capture of Havana, 1762.
Cortesía de Muy Interesante
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