En el bosque japonés, una flor diminuta esconde una historia de engaño. Se llama Vincetoxicum nakaianum y pertenece a la familia de las apocináceas, las mismas de las adelfas y las campanillas. Pero a diferencia de sus parientes, esta flor no seduce con un aroma dulce. Su estrategia es más siniestra: desprende un olor que imita al de las hormigas heridas.
El olor de las hormigas lesionadas no es cualquier cosa. Cuando un depredador las ataca, estos insectos liberan una serie de compuestos químicos para alertar a las demás del peligro. El resultado es un aroma intenso, acre, que anuncia que alguien está muriendo. Esa es precisamente la fragancia que esta flor eligió copiar.
Detrás de esta rareza está el investigador japonés Ko Mochizuki, quien descubrió el fenómeno casi por accidente. Mientras trabajaba en otro proyecto, notó que unas moscas pequeñas rondaban de forma insistente las flores de V. nakaianum. Aquello no era normal: las moscas clorópidas, también conocidas como “moscas cleptoparásitas”, suelen acudir a lugares donde otros insectos están heridos o muertos, no a flores.

Un hallazgo que empezó por casualidad
El descubrimiento fue fruto de una mezcla de observación, intuición y suerte. Mochizuki, que ya conocía el comportamiento de las moscas que se alimentan de insectos heridos, sospechó que había algo en el olor de aquellas flores que las atraía. Así comenzó a comparar el aroma floral con los olores emitidos por distintos insectos en situación de ataque.
Los análisis químicos confirmaron su hipótesis. Entre las sustancias que componían el perfume floral había cinco compuestos principales, pero solo dos resultaron esenciales para atraer a las moscas: el decil acetato y el metil-6-metil salicilato. Son las mismas moléculas que liberan las hormigas del género Formica cuando son atacadas por arañas.
Para probarlo, el científico diseñó experimentos de comportamiento. Colocó moscas en un laberinto en forma de “Y”, y observó hacia dónde se dirigían.
Cuando percibían el olor de las flores o el de hormigas heridas, elegían el mismo camino. Cuando el olor provenía de flores sin esas dos moléculas, no mostraban interés. El resultado fue claro: la flor había aprendido a hablar el lenguaje químico del dolor.
Una estrategia evolutiva única
En la naturaleza, el mimetismo es una estrategia común: hay insectos que parecen hojas, serpientes que imitan a otras más venenosas o flores que copian el color de los hongos. Pero nunca antes se había registrado una planta que imitara el olor de hormigas heridas. Es el primer caso conocido de mimetismo floral basado en el dolor de otro organismo.
Para la planta, esta simulación tiene sentido evolutivo. Las moscas que acuden al olor de una hormiga muerta no lo hacen por crueldad, sino por comida. Buscan los fluidos corporales que otros depredadores dejan atrás. En su búsqueda, entran y salen de las flores sin darse cuenta de que transportan polen en el cuerpo. Es un intercambio accidental, pero eficaz.
Así, la Vincetoxicum nakaianum ha convertido una tragedia química en una oportunidad. Al hacerse pasar por una escena de caza, logra atraer justo a los polinizadores que necesita. El olor de la muerte se convierte, literalmente, en la esencia de la vida.

Cuando la curiosidad guía la ciencia
El estudio también deja una lección sobre cómo ocurren los descubrimientos. Mochizuki no estaba buscando una flor con olor a hormigas; fue la curiosidad lo que lo llevó a mirar más de cerca. Su trabajo muestra que la ciencia a veces avanza gracias a los detalles que otros podrían pasar por alto.
El investigador se apoyó incluso en observaciones compartidas por aficionados en redes sociales. Allí encontró vídeos y fotos de hormigas atacadas por arañas, rodeadas de moscas que esperaban su turno para alimentarse.
Esa evidencia, recogida de manera informal, reforzó la hipótesis y sirvió de punto de partida para diseñar los experimentos.
La ciencia también se alimenta de coincidencias, y este hallazgo lo demuestra. De una observación casual nació una de las evidencias más sorprendentes de la biología evolutiva reciente: que una flor puede fingir el olor de una batalla entre insectos para garantizar su supervivencia.

Lo que viene: el futuro del mimetismo floral
El descubrimiento de Vincetoxicum nakaianum abre nuevas preguntas. Si una planta logró imitar a las hormigas, ¿cuántas otras podrían estar haciendo algo similar sin que lo sepamos?
Mochizuki planea estudiar la historia evolutiva de esta especie y compararla con sus parientes para entender cómo surgió esta habilidad tan precisa.
Además, quiere explorar si existen otras plantas que usen olores de insectos o de depredación para atraer polinizadores. En un mundo donde el olfato es un lenguaje universal, la naturaleza parece haber desarrollado un catálogo de aromas capaces de manipular a casi cualquier criatura.
Este estudio nos recuerda que el ingenio evolutivo no tiene límites. Lo que para nosotros puede ser un olor desagradable o inquietante, para una mosca puede significar alimento y para una flor, la posibilidad de reproducirse. En la naturaleza, hasta el olor de la muerte puede florecer.
Referencias
- Mochizuki, K. (2025). Olfactory floral mimicry of injured ants mediates the attraction of kleptoparasitic fly pollinators. Current Biology. doi: 10.1016/j.cub.2025.08.060
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: