La capital alemana refleja los grandes traumas sufridos por Europa en el siglo XX. En ella es posible encontrar los vestigios de los dos sistemas totalitarios que colisionaron durante la Segunda Guerra Mundial, de la tensión que se generó allí al convertirse en el punto de mayor fricción entre los bloques que protagonizaron la Guerra Fría y, finalmente, del estallido de libertad que supuso la caída del Muro que la partía en dos. Berlín es una cicatriz en el corazón de Europa que nos recuerda vívidamente su convulsa historia.
Hitler quiso hacer de Berlín la capital mundial (Welthauptstadt Germania) levantando en ella colosales edificios de escala sobrehumana. Aunque los nazis nunca sintieron una sincera simpatía por Berlín, y los berlineses se resistieron a caer en el embrujo de Hitler parapetados tras su cáustico sentido del humor, el Tercer Reich convirtió a la ciudad en el símbolo del régimen que debía durar mil años.

Conscientes de ese simbolismo, los aliados llevaron a cabo una insistente campaña de bombardeos con la que se esperaba arrasar la ciudad: lanzaron un total de 363 ataques aéreos que dejaron caer unas 70.000 toneladas de bombas. Más de 20.000 berlineses morirían y cerca de medio millón se quedarían sin hogar.
Cuando el 16 de abril de 1945 el ejército soviético inició la ofensiva para rodearla y conquistarla, empleando en ella dos millones y medio de efectivos, Hitler ordenó una resistencia a ultranza, a pesar de que apenas contaba con unos 760.000 hombres para defenderla. A partir del 20 de abril, la artillería soviética sometería a la ciudad a un continuo bombardeo.
Al castigo sufrido por Berlín desde el aire se sumó el provocado por la batalla que tuvo como escenario sus calles, que culminaría con la rendición el 2 de mayo, después de que el 30 de abril Hitler se suicidase en su búnker. El número de civiles muertos a consecuencia de la Batalla de Berlín se ha estimado en unos 125.000.

División entre los vencedores
El destino de Berlín estaba escrito desde que, el 12 de septiembre de 1944, Estados Unidos, el Reino Unido y la URSS firmaron el Protocolo de Londres, que establecía que Alemania se dividiría en zonas de ocupación, pero que la capital sería ocupada de forma conjunta por fuerzas de los tres países (a los que posteriormente se sumó Francia). Tras la capitulación germana, esa administración conjunta de Berlín iba a tropezar con graves dificultades, al ser un enclave dentro de la zona de ocupación soviética.
Los aliados occidentales, que reclamaron su acceso libre a la ciudad por vía aérea, carretera y ferrocarril, comenzaron a llegar el 1 de junio de 1945 y hallaron un Ayuntamiento nombrado por las autoridades militares soviéticas. Para constituir la administración conjunta, el 11 de julio se creó la Comandancia Militar Interaliada, formada por los cuatro comandantes militares de Berlín, pero las disensiones comenzarían muy pronto.
Durante la Conferencia de Potsdam, celebrada en esa localidad cercana a Berlín entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945 y a la que asistieron los llamados Tres Grandes, Harry S. Truman, Josef Stalin y Winston Churchill –este sería sustituido por Clement Attlee al perder las elecciones–, se certificó la división de la ciudad en cuatro zonas, aunque se seguía insistiendo en la administración conjunta.

A la Comandancia Militar se sumaría el Consejo de Control Aliado, que se puso en marcha el 30 de agosto y cuyo objetivo era gobernar Alemania como un todo. Ese organismo establecería cuatro meses después tres corredores aéreos entre Berlín y las zonas de ocupación norteamericana y británica; a la luz de los hechos posteriores, esa decisión cobró una importancia crucial.
Pese a la aparente armonía desplegada en Potsdam, los recelos se habían instalado ya entre los aliados. El recién estrenado poder atómico estadounidense creaba un desequilibrio que incrementaría la recurrente susceptibilidad soviética. Esa desconfianza se trasladó a Alemania, en la que, de hecho, cada zona de ocupación estaba funcionando de manera estanca. El Consejo de Control Aliado, que debía tomar sus decisiones por unanimidad, se vio así paralizado. Los intentos de crear una unidad económica chocaban siempre con las negativas soviéticas, aunque los franceses también expresaban su disconformidad si no se resolvían antes sus aspiraciones territoriales.
La creación de la Bizona
Ante la constatación de la imposibilidad de establecer un Estado alemán unificado, británicos y estadounidenses acordaron el 2 de diciembre de 1946 la unión económica de sus zonas de ocupación. La nueva entidad, nacida oficialmente el 1 de enero de 1947 y cuyo nombre oficial era Área Económica Unida, sería conocida popularmente como la Bizona (o Bizonia). A los soviéticos no se les escapaba que esa entidad podía ser el embrión de una futura Alemania Occidental independiente.

Alegando que esas actuaciones contravenían los acuerdos de Potsdam, el 30 de marzo de 1948 el representante soviético abandonó la reunión del Consejo de Control Aliado para no volver más, una decisión que supondría en la práctica su defunción. La tensión subió algunos grados más cuando los soviéticos restringieron el tráfico de trenes militares con destino a Berlín, arrogándose además el derecho a inspeccionarlos y a detener el flujo cuando así lo estimasen oportuno. Los norteamericanos desafiaron ese control estableciendo un puente aéreo a mediados de abril, sin saber que era el ensayo de lo que iba a venir tan solo dos meses más tarde.
Ignorando la presión soviética, en la Bizona se iban creando los organismos encargados de vertebrar la economía e incluso se establecieron acuerdos comerciales con los países vecinos. Un paso decisivo para el despegue económico fue la introducción del marco alemán (Deutsche Mark) el 21 de junio de 1948, que sustituía así al Reichsmark. Aunque la nueva divisa, que circularía también en la zona francesa, no iba a ser distribuida en Berlín, esa decisión unilateral irritó a los soviéticos, que cinco días antes habían abandonado la Comandancia Militar. La intención inicial de los aliados no había sido la división de Alemania en dos Estados, pero la evolución de los acontecimientos apuntaba inexorablemente en esa dirección.

Fuera intencionado o no, la creación de la nueva moneda supuso la quiebra del tenso equilibrio en el que se mantenía Alemania. Con esa decisión se revelaba el diferente concepto que occidentales y soviéticos tenían de la ocupación. Mientras que los primeros apostaban por una Alemania económicamente fuerte e independiente, estimulada por los recursos del Plan Marshall, los segundos se dedicaban a exprimir su zona para obtener las reparaciones de guerra que permitiesen la reconstrucción de Europa Oriental y la propia URSS.
Debido a esa bifurcación monetaria, los intercambios económicos entre el oeste y el este, que hasta entonces se habían desarrollado con fluidez, se verían dificultados para perjuicio de los alemanes orientales, que iban a quedar privados del acceso a los bienes de consumo que su desmantelada industria no era todavía capaz de fabricar.
El cambio de moneda hizo que los antiguos Reichsmarks fluyesen hacia la zona oriental, provocando una súbita inflación. Como medida de emergencia, las autoridades soviéticas comenzaron a poner adhesivos a los billetes para evitar esa irrupción masiva de Reichsmarks que amenazaba con colapsar la frágil economía de su zona, al tiempo que anunciaban la creación de una moneda propia, el Ostmark.
El bloqueo de Berlín
Para sorpresa de los occidentales, los soviéticos decretaron que el Ostmark sería moneda de curso legal en todos los sectores de Berlín. La respuesta fue el anuncio de la distribución del nuevo marco alemán en la capital, que antes había quedado excluida. El conflicto estaba servido, y los soviéticos dieron el primer paso: durante la noche del 23 al 24 de junio de 1948, se apagaron todas las luces del Berlín Occidental después de que los soviéticos desconectaran la central eléctrica que la abastecía, situada en su sector.

A primera hora del 24 de junio, la administración soviética cortó todas las carreteras y vías de tren que llevasen al Berlín Occidental y se suspendió también la circulación fluvial. La clausura de esas rutas fue oficialmente debida a cuestiones técnicas, como la reparación de unos puentes. Al mismo tiempo, se incrementaron los controles de identidad y de equipajes de los viajeros que querían entrar en esos sectores, incluidos los militares. También se restringió el envío de paquetes postales. La intención de la URSS era obligar a las potencias occidentales a abandonar sus sectores de Berlín y eliminar así esa espina clavada en el centro de su zona de ocupación.
Los gobiernos occidentales contaban con una airada reacción soviética a la reforma monetaria, pero el Bloqueo de Berlín les tomó por sorpresa. Con la excusa de que pretendían frenar a los especuladores, los soviéticos reclamaron que se les encargara de todo el abastecimiento del sector occidental. Con esa jugada, esperaban que la población de Berlín Oeste no tuviera otro remedio que aceptar registrarse en la administración de racionamiento de Berlín Este, admitiendo de este modo la jurisdicción soviética sobre toda la ciudad. Para demostrar que la apuesta iba en serio, se impidió la entrada en Berlín de un tren militar norteamericano que transportaba suministros para sus tropas y se le obligó a emprender el viaje de regreso.
Por su parte, los estadounidenses se plantearon responder con el envío de un convoy militar que tratara de forzar su entrada en la ciudad, pero el presidente Truman acabó desechando esa opción. En esos momentos, tan solo había cerca de 9.000 soldados norteamericanos en Berlín, a los que había que sumar unos 7.000 británicos y 6.000 franceses, mientras que los soviéticos contaban con un millón y medio de hombres en la región. En caso de desatarse las hostilidades, los aliados occidentales serían barridos rápidamente, ya que los norteamericanos apenas contaban con unos 30.000 soldados más en su zona de ocupación, por lo que difícilmente podrían auxiliar a las tropas de Berlín. Llegado el caso, la única respuesta hipotética parecía ser un ataque con bombas atómicas, pero incluso esa improbable opción adolecía de problemas técnicos, ya que los bombarderos de que disponían no estaban todavía adaptados para cumplir dicha misión.
Era necesario actuar rápido, ya que el Berlín Occidental solo contaba con reservas de alimentos para 36 días y de carbón para 45. La única solución era establecer un puente aéreo como el que ya se había organizado a pequeña escala en abril con una veintena de vuelos al día, pero ahora permanente. El desafío se antojaba casi imposible, ya que aprovisionar a los dos millones de berlineses que dependían de los aliados occidentales requería del envío diario de 1.500 toneladas de comida y de 3.500 toneladas de carbón y otros combustibles.

Utilizando a pleno rendimiento los aviones que norteamericanos y británicos tenían desplegados en Alemania, solo se podrían transportar unas 700 toneladas, lo que quedaba muy lejos de la capacidad necesaria. Pero el comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa y gobernador militar de su zona de ocupación, el general Lucius D. Clay, estaba dispuesto a intentarlo.
El puente aéreo
Clay llamó al alcalde de Berlín Occidental, Ernst Reuter, que no era reconocido por los soviéticos, y le anunció que iba a poner en marcha el puente aéreo. No obstante, reconoció que, aun haciendo todo lo posible, seguramente la población pasaría en los próximos meses hambre y frío, por lo que le pidió el apoyo de los berlineses. Reuter, consciente del reto al que se enfrentaban, mostró su escepticismo ante la empresa, pero aun así le garantizó que sus conciudadanos harían los sacrificios necesarios para soportar la prueba.

El 26 de junio aterrizó el primer avión en el aeropuerto berlinés de Tempelhof. El puente aéreo comenzó con el envío de solo 750 toneladas al día, pero pronto las cifras empezaron a ascender con la llegada de centenares de aparatos procedentes de Estados Unidos y Gran Bretaña, pero también de Francia, Canadá, Sudáfrica, Australia o Nueva Zelanda. De los tres pasillos aéreos, dos serían de ida a Berlín, mientras que el central sería el de regreso. Para evitar el caos y las colisiones, se estableció un complejo horario de vuelos dividido por franjas para aviones de características similares, con una operación de aterrizaje o despegue cada cuatro minutos y cinco escalones aéreos separados por mil metros.
Con el paso de las semanas se logró aumentar la cadencia a una cada tres minutos y se decidió que cada piloto tendría solo una oportunidad para aterrizar y debería regresar si no lo lograba a la primera, para evitar así embotellamientos. A finales de agosto, el puente aéreo ya transportaba las 5.000 toneladas diarias necesarias para garantizar la supervivencia de los berlineses. Además, los pilotos norteamericanos arrojaban chocolatinas y caramelos a los niños que saludaban la llegada de los aviones, lo que suponía una excelente campaña de imagen.

Los soviéticos, que estaban seguros de que sus antiguos aliados iban a fracasar en su propósito, contemplaban ahora con estupor cómo el Berlín Occidental estaba siendo mejor aprovisionado que el Oriental, al que ellos podían abastecer por tierra. Finalmente, el 15 de abril de 1949, la URSS anunció su intención de levantar el bloqueo, lo que haría efectivo el 12 de mayo. La presencia de los aliados occidentales en el enclave se había salvado.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: