Las investigaciones recientes han demostrado que, ya en la antigüedad, existía un mundo interconectado en el que las comunidades intercambiaban bienes, prácticas y saberes. Un nuevo estudio publicado en la revista científica Archaeometry explora las relaciones comerciales entre las antiguas civilizaciones de Mesopotamia y el Valle del Indo. Uno de los materiales que ha servido de indicador clave de esos intercambios ha sido la cornalina, una variedad de ágata de tonalidad rojiza que no se encuentra de forma natural en las planicies mesopotámicas.
La reciente investigación multidisciplinaria liderada por J. Mark Kenoyer y su equipo ha ofrecido pruebas contundentes de que la cornalina hallada en Kish, un centro urbano mesopotámico clave entre 2450 y 2200 a.C., procede de fuentes geológicas del subcontinente indio. Este hallazgo, que combina análisis estilísticos, tecnológicos y geoquímicos, redefine nuestra comprensión sobre la profundidad y sofisticación de las redes comerciales antiguas.
La cornalina en el contexto mesopotámico
Aunque la cornalina fue un material muy valorado entre las élites mesopotámicas ya en el sexto milenio a.C., su uso como materia prima en la elaboración de cuentas ornamentales alcanzó su apogeo en el tercer milenio. Los yacimientos de Kish, que se emplazan a unos 80 km al sur de Bagdad, revelan una intensa actividad artesanal y ceremonial vinculada a este material, que se ha hallado como parte de ofrendas en templos y ajuares funerarios. Sin embargo, al no existir fuentes locales de cornalina en Mesopotamia, su presencia implicaba necesariamente una procedencia externa. Se hipotetizaba Irán, Turquía, Arabia o el Valle del Indo.
El análisis de cuentas de cornalina del enterramiento A51 de Kish, correspondiente a una mujer de alto estatus, ha permitido profundizar en la cuestión. El collar encontrado en esta tumba incluye 15 cuentas de cornalina junto a otras de lapislázuli y oro. Esta profusión de materiales preciados, además de ser indicador de riqueza, también testimonia una selección deliberada de materiales exóticos.

Indicadores tecnológicos y estilísticos del Indo
Mediante el uso de microscopía electrónica de barrido, los investigadores han constatado que todas las cuentas de cornalina se perforaron utilizando herramientas propias de los talleres del Indo. En concreto, se emplearon brocas de una piedra conocida como ernestita, una tecnología exclusiva de esa región. Las formas de las cuentas —bicónicas alargadas, barriles y lenticulares— coinciden exactamente con los tipos producidos en los talleres de Harappa, Mohenjo Daro, Chanhudaro y Dholavira.
No obstante, el análisis detallado reveló variaciones en el acabado superficial. Así, algunas cuentas no se pulieron conforme a los estándares del Indo, lo que sugiere que se les dio el acabado en Kish, quizá por artesanos del Indo establecidos en la ciudad mesopotámica. Según los investigadores, esta hipótesis se vería reforzada por la presencia de un tipo de decoración blanqueada típica del Indo que, en ciertas piezas de Kish, muestra una calidad menor. Estas piezas, por tanto, se fabricaron siguiendo las técnicas típicas del Indo, pero sin la misma destreza.

El origen geológico: Gujarat, India
El análisis geoquímico de las cuentas mediante espectrometría de masas con plasma acoplado inductivamente y ablación láser (LA-ICP-MS) permitió trazar con precisión su origen. Los resultados no dejan lugar a dudas: todas las cuentas analizadas proceden de depósitos de los traps del Decán, en la India occidental. En concreto, tienen su origen en las regiones cercanas al mar Arábigo, en el actual estado de Gujarat.
Dentro de estas regiones, destacan yacimientos como Ratanpur y Mardak Beyt, conocidos desde la antigüedad por su alta calidad de ágatas. Este hallazgo, por tanto, resulta coherente con las evidencias arqueológicas y textuales que indican que los pueblos del Indo no solo exportaban cuentas terminadas, sino también nódulos de cornalina sin trabajar.
Una red comercial transcontinental hace 5000 años
Los datos geoquímicos se complementaron con un análisis multivariante (análisis discriminante canónico) que, al comparar más de 400 muestras geológicas de 25 fuentes distintas, confirmó que las cuentas de Kish resultaban, desde el punto de vista geológico, indistinguibles de las del oeste de India. Esto refuerza las evidencias cuneiformes de la época, que ya mencionaban la importación de “piedras rojas” —presumiblemente cornalina— desde regiones identificadas como Meluhha (el Valle del Indo), Dilmun y Magan.
El estudio sugiere que no solo circulaban bienes, sino también técnicas y personas. Es muy probable que algunos artesanos del Indo se hubieran asentado en ciudades mesopotámicas como Kish, estableciendo talleres desde los que transferir su conocimiento especializado en el trabajo de piedras duras.
El valor simbólico y político de la cornalina
El hecho de que estas cuentas se hallaran en un enterramiento femenino dentro de un contexto palaciego sugiere que, más allá de su función roonamental, la cornalina era un bien cargado de valor simbólico y, quizás, también político. Su uso en contextos rituales y funerarios refuerza la idea de que estos objetos actuaban como marcadores de estatus y vehículos de legitimación del poder. El acceso a estas piedras exóticas podía representar una forma de capital social en un mundo interconectado a través de rutas comerciales que se extendían a lo largo de miles de kilómetros.

Comercio de larga distancia en la antigüedad
Gracias a una metodología rigurosa y multidisciplinaria, la investigación liderada por Kenoyer demuestra de forma concluyente que la antigua ciudad de Kish importaba cornalina del subcontinente indio a través de las redes comerciales del tercer milenio a.C. Además, el estudio ofrece pruebas sólidas de que estas cuentas no solo fueron producidas en talleres del Indo, sino que algunas pudieron haber sido elaboradas de forma local en Mesopotamia por artesanos indo-valleyanos o sus aprendices.
Este descubrimiento revoluciona nuestra comprensión sobre las dinámicas de intercambio que operaron entre las civilizaciones antiguas. Añade nuevos datos sobre el grado de conectividad, movilidad técnica y complejidad económica que, hasta hace poco, era difícil de demostrar empíricamente. Estas cuentas de cornalina, por tanto, cuenta la historia de un vínculo humano y cultural que cruzó océanos, desiertos y culturas hace más de 5000 años.
Referencias
- Kenoyer, J. Mark, Randall W. Law y Laure Dussubieux. 2025. “Sourcing carnelian beads from the ancient Mesopotamian site of Kish, Iraq, 2450–2200 BCE: Stylistic, technological and geochemical approaches”. Archaeometry, 67.3. DOI: https://doi.org/10.1111/arcm.13098
Cortesía de Muy Interesante
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