Estados Unidos aprieta al agro mexicano, pero corteja su mercado

El campo mexicano enfrenta un doble discurso. Mientras Estados Unidos endurece controles, levanta aranceles y bloquea el paso a productos clave como el jitomate o el ganado, su Departamento de Agricultura despliega una ofensiva comercial para vender más en México.

Cuestiona al agro mexicano, pero vive de este. En 2024, México compró productos agrícolas estadounidenses por más de 30,000 millones de dólares, y generó 190,000 empleos en Estados Unidos.

El comercio agroalimentario entre ambos países superó los 78,800 millones de dólares, con su ritmo ascendente por más de una década.

Michelle Bekkering, subsecretaria adjunta de Comercio y Asuntos Agrícolas Exteriores, lo dijo sin rodeos:

Fortalecer las oportunidades de exportación para los agricultores y agroindustrias estadounidenses es una prioridad absoluta

El apetito mexicano por los productos del campo estadounidense no solo crece, se sofistica. La expansión de la clase media alta, el gusto adquirido por marcas del norte y la búsqueda constante de calidad colocan a México en terreno fértil para el agro de Estados Unidos.

Entre 2020 y 2024, las exportaciones orientadas al consumidor aumentaron más de 75%, con un catálogo que se diversifica y se adapta al paladar local.

El maíz y la carne de cerdo encabezan las ventas agrícolas de Estados Unidos a México y juntas concentran más de una cuarta parte del total.

Pone el ojo en varios productos

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) anticipa fuertes oportunidades de exportación para su expansión en México en varios sectores de productos, incluidos carne de res, aves y productos relacionados, productos lácteos, mariscos, frutos secos, comida para mascotas, ingredientes para hornear y procesar alimentos.

También existen oportunidades adicionales para productos estadounidenses como arroz, legumbres, papas de siembra y genética ganadera.

El USDA lo sabe. México ya desplazó a China como segundo mayor comprador del agro estadounidense. Por eso, Washington alista para noviembre la nueva misión en Ciudad de México busca más reuniones, visitas técnicas y acuerdos que consoliden ese liderazgo.

Barreras para México

Pero del otro lado del muro, las puertas se hacen más estrechas. El arancel antidumping de 17% al jitomate del 14 de julio sacudió una industria con 3.7 millones de toneladas anuales. De ese total, México exporta 2 millones, casi todos a Estados Unidos. Solo en 2024, las ventas alcanzaron los 3,161 millones de dólares. Sinaloa lidera el envío, seguido de Sonora, Jalisco y Baja California.

El jitomate mexicano cubre 70% del consumo en Estados Unidos y sostiene casi 50,000 empleos en ese país. El nuevo impuesto se justificó por presunto dumping, el fin del acuerdo de suspensión firmado en 2019 y una supuesta “afectación material” a la industria local. La acusación reabrió la guerra comercial, esta vez desde los estantes del supermercado.

Al golpe al jitomate le antecedió otra mala noticia. El 9 de julio, el USDA ordenó el cierre inmediato del paso de ganado mexicano tras detectar un nuevo brote del gusano barrenador del Nuevo Mundo en Veracruz. La reapertura, prevista para el verano, quedó suspendida. México propuso una regionalización para exportar desde estados libres del parásito, pero Washington exigió progresos en el foco del brote.

El Consejo Nacional Agropecuario estima pérdidas por 400 millones de dólares este año. Cada cabeza no exportada deja una pérdida de hasta 500 dólares. Las restricciones inmovilizan a cientos de miles de animales.

Un amago arancelario general

La tensión crece en medio de advertencias. Donald Trump tiene al agro bajo amenaza de aranceles. En marzo pidió a los grandes agricultores de su país que se prepararan para producir más, pero para vender dentro de Estados Unidos. Aunque aún no lo concreta, su equipo jurídico explora la posibilidad de imponer aranceles generales al sector.

La amenaza revive el trauma de 2018, cuando una guerra comercial con China obligó a la Casa Blanca a repartir 28,000 millones de dólares en subsidios agrícolas. Solo 8% de los ingresos por aranceles quedó como beneficio real. El resto, se diluyó entre pérdidas, represalias y mercados reconfigurados.

Un análisis de la Reserva Federal de Kansas City lo advierte. Cualquier alteración en el comercio agrícola con México, Canadá o China podría erosionar los ingresos rurales y disparar los precios al consumidor.

México abastece 20% del consumo de frutas y verduras frescas de Estados Unidos y Canadá suministra fertilizantes esenciales. Un arancel sobre productos frescos tendría efectos duraderos. En alimentos procesados, el daño sería breve, pero directo. La exposición es total. La integración también.

El think tank México ¿Cómo vamos? apunta que el vínculo entre México y Estados Unidos no se limita al comercio de insumos. Se extiende a las cadenas de producción. El trigo del Medio Oeste cruza la frontera, se hornea en Monterrey y regresa convertido en galletas Oreo. La cebada de Idaho viaja a Jalisco, se fermenta y vuelve en botellas de Corona o Modelo.

En ambos extremos hay empleos, industrias, impuestos, logística.

El USDA insiste en que su estrategia de expansión responde a la lógica del T-MEC, la complementariedad estacional y la creciente demanda de alimentos premium. Pero el equilibrio se tensa. Los sectores más integrados también son los más vulnerables. La amenaza de aranceles, las crisis sanitarias y la presión electoral colocan al agro en un campo minado.

Cortesía de Expansión



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