El episodio ocurrió el 9 de marzo, cuando un investigador del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) fue retenido por agentes fronterizos al llegar a un aeropuerto cercano a Houston. El científico, cuya identidad se mantiene en reserva, tenía previsto participar en una conferencia académica. No llegó. Las autoridades del Departamento de Seguridad Nacional revisaron su celular y encontraron mensajes privados donde criticaba las políticas científicas de la administración Trump. La consecuencia fue inmediata: le negaron la entrada y lo deportaron.
Según informó el ministro francés de Educación Superior e Investigación, Philippe Baptiste, el contenido de los mensajes incluyó “opiniones personales” sobre la gestión científica del actual gobierno estadounidense. “La libertad de opinión, la libre investigación y la libertad académica son valores que seguiremos defendiendo con orgullo”, escribió Baptiste en un comunicado. “Defenderé el derecho de todos los investigadores franceses a ser fieles a ellos, respetando la ley”.
Un caso sin precedentes recientes
Fuentes diplomáticas citadas por Le Monde señalaron que, tras una breve detención, el científico fue informado de una supuesta investigación del FBI, aunque luego se le comunicó que los cargos habían sido retirados.
Desde Washington, la Unión de Científicos advirtió sobre un posible “efecto disuasorio” entre investigadores que temen participar en congresos internacionales o compartir ideas con colegas extranjeros. “Mi miedo es que este sea el primero de muchos casos”, afirmó Jennifer Jones, directora del Centro para la Ciencia y la Democracia.
Críticas desde Europa
Baptiste ha sido uno de los funcionarios europeos más críticos con los recortes a la ciencia que impulsa la administración Trump. El mismo día de la deportación, publicó una carta abierta invitando a investigadores estadounidenses a trasladarse a Francia. “Muchos científicos ya se están cuestionando su futuro en Estados Unidos”, escribió. Poco después, compartió una foto con un investigador de la Universidad de Maryland que decidió mudarse a Marsella.
“No estamos hablando solo de un caso aislado. Hay una política de hostigamiento hacia la ciencia que se está profundizando”, advirtió Baptiste esta semana en la televisión francesa, donde también ironizó sobre la influencia de Elon Musk en las decisiones públicas. “¿Quién gobierna Estados Unidos? ¿El presidente o el dueño de SpaceX?”, preguntó con sarcasmo.
Del otro lado del océano, la Casa Blanca guarda silencio. Pero el mensaje ya cruzó fronteras: en la nueva era conservadora, tener una opinión puede costar caro.
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Cortesía de Página 12
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