La imagen de Estados Unidos es la de un boxeador que acaba de besar la lona. Cae una y otra vez, aunque el árbitro jamás lo da perdedor. Es una paliza diplomática tras otra, y solo lo alcanza a salvar el gong. En la pelea por puntos, las tarjetas lo dan derrotado de manera irremediable. Treinta y tres veces sucesivas fracasado. Pero si el fallo no es unánime – aunque sí lapidario-, se debe a que lo sostienen desde su rincón el régimen de Israel y un nuevo socio en la caída, la Argentina de Javier Milei. Ahora también los acompañan otros gobiernos de extrema derecha y la novedad de Paraguay. Los dos vecinos de Sudamérica son los más subordinados a Donald Trump.
La cuenta es hasta diez y no tiene atenuantes. Cuba sale victoriosa una vez más, aunque el fallo no es vinculante. Sí tiene un peso simbólico abrumador. Prueba una vez por año que Naciones Unidas puede amplificar un repudio casi totalizador contra el bloqueo a la isla. Un bloqueo que ya lleva 63 años (desde el 7 de febrero de 1962) cuando lo firmó John F. Kennedy y que amplió sus alcances con sucesivas leyes injerencistas como la Helms-Burton de 1996.
¿Qué tienen en común Estados Unidos, Israel, Ucrania, Argentina y Hungría, cinco de las siete naciones que votaron a favor de que se mantenga el bloqueo a la isla que en el mismo día era afectada por el huracán Melissa, “la tormenta del siglo”, según la Organización Meteorológica Mundial?
Sus presidentes componen un nuevo polo político, como en el pasado lo integraron las potencias del Eje. El neofascismo planetario acumula masa crítica en estos temas, sin respetar el derecho internacional, pisotéandolo, como ya quedó demostrado en los vetos de EE.UU al alto el fuego en Gaza para que cesara el genocidio cuando se votó en el Consejo de Seguridad.
La resolución cubana contra el bloqueo sometida a votación en Nueva York promueve “la igualdad soberana de los Estados, la no intervención y no injerencia en sus asuntos internos y la libertad de comercio y navegación internacionales”.
Nada de eso se cumple desde que diferentes gobiernos en Washington intentaron someter a Cuba por todos los medios posibles desde el triunfo de su revolución. Hubo una invasión en Playa Girón, atentados, crímenes, intentos de magnicidio de la CIA contra Fidel Castro, la transmisión de plagas, presiones a terceros países para que no comercien con La Habana y el bloqueo como secuencia permanente de una política imperialista que no se detiene. Pero que sigue perdiendo por nocaut en Naciones Unidas.
Cortesía de Página 12
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