Estas cacatúas han aprendido a abrir fuentes para beber agua: ya solo falta que nos lo cuenten ellas mismas

Un parque de Sídney, al amanecer. No hay niños, ni corredores ni ciclistas. Solo un grupo de cacatúas de cresta azufrada (Cacatua galerita) que se acercan a una fuente pública. Una de ellas salta sobre el grifo, gira con el pico el mando circular mientras se apoya con el cuerpo, y deja correr un chorro de agua fresca. Bebe. Luego se aparta. Otra cacatúa espera su turno. Y luego otra. El comportamiento, lejos de ser anecdótico, se repite. Parece aprendido, sistemático. Coordinado.

No es la primera vez que estas aves australianas nos sorprenden. Ya en 2018 se hicieron virales por abrir cubos de basura urbanos con una destreza insólita. Lo que ahora revela un nuevo estudio liderado por Barbara Klump, del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, es más complejo aún: estas cacatúas han aprendido a accionar fuentes de agua diseñadas para humanos, superando varias barreras cognitivas y físicas. Y lo más fascinante es cómo lo han hecho: a través del aprendizaje social.

Una conducta que nadie esperaba

El estudio, publicado en Biology Letters, documenta una innovación conductual insólita en aves urbanas. Las observaciones comenzaron tras reportes ocasionales entre 2018 y 2019 sobre cacatúas manipulando fuentes públicas de agua en el área metropolitana de Sídney. Para comprobarlo, el equipo instaló cámaras activadas por movimiento durante 44 días en un parque de Revesby, en el suroeste de la ciudad.

Durante ese tiempo, las cacatúas realizaron 525 intentos de abrir la fuente, con una tasa de éxito del 41 %. Para conseguirlo, empleaban una combinación de fuerza corporal, coordinación con el pico y uso del peso sobre la palanca circular del grifo, una tarea que requiere precisión y fuerza. Como se señala en el artículo, “los loros usaron su pico, patas y peso corporal para abrir las fuentes con un éxito considerable”.

No se trataba de un intento aislado, ni de una conducta individual. Se observó que varias aves esperaban su turno, que regresaban de forma regular a la fuente, y que no solo lo hacían en días calurosos. Esta persistencia sugiere que el comportamiento se ha integrado en la rutina diaria del grupo, lo cual hace pensar en una adopción cultural más que en una mera reacción instintiva o puntual.

Fuente: Biology Letters

Innovación técnica y transmisión social

Lo más relevante del estudio no es solo que las cacatúas hayan logrado abrir una fuente —lo cual ya es asombroso por sí mismo— sino que esa conducta se haya extendido entre varias aves. Los investigadores observan que “el comportamiento parece estar ampliamente adoptado en la población local”, lo cual apunta a un caso claro de aprendizaje social.

La innovación técnica, en este caso, puede entenderse como una solución novedosa a un problema práctico, en este caso la obtención de agua. Las cacatúas, como otros psitácidos, tienen una gran capacidad cognitiva, pero aquí no solo han resuelto un desafío físico, sino que han transmitido el conocimiento entre miembros de su grupo.

Esa transmisión cultural es una de las grandes fronteras en el estudio del comportamiento animal. Si bien ha sido ampliamente documentada en primates y cetáceos, observarla en aves urbanas salvajes —y no en condiciones de laboratorio— refuerza la idea de que la cultura no es exclusiva del ser humano ni de sus parientes más cercanos.

¿Por qué una fuente de agua? Posibles explicaciones

Una de las preguntas que se hace el equipo de Klump es por qué las cacatúas recurren a este método, existiendo otras fuentes naturales o artificiales de agua más accesibles. La hipótesis más inmediata —que las fuentes solo se usan en días calurosos— fue descartada: las visitas se producían con regularidad, independientemente del clima, concentrándose sobre todo al amanecer y al atardecer.

Los autores del estudio proponen varias alternativas. Entre ellas, que el agua de las fuentes “pueda saber mejor” que otras fuentes disponibles, o que “la ubicación abierta de las fuentes ofrezca una ventaja antipredadores”. También se plantea una explicación basada en el concepto de contrafreeloading, un fenómeno observado en varias especies animales por el cual prefieren “ganarse” el acceso a un recurso, aunque puedan obtenerlo gratis de otra forma. Estas hipótesis, de momento, siguen abiertas a comprobación empírica.

Pero hay una más que resulta especialmente relevante: que el uso de las fuentes se haya convertido en una tradición local. No todos los grupos de cacatúas en Sídney hacen lo mismo. Esto sugiere que el comportamiento no está genéticamente determinado, sino que ha surgido en una población concreta y se ha extendido por contacto social.

Fuente: Biology Letters

¿Hasta dónde puede llegar esta inteligencia?

Las cacatúas de cresta azufrada son conocidas por su inteligencia y flexibilidad conductual. En estudios anteriores, ya habían mostrado capacidad para resolver rompecabezas, manipular herramientas simples y planificar acciones. Pero este nuevo ejemplo eleva su perfil cognitivo a un nuevo nivel: aprender una secuencia de acciones técnicas observando a otros, y repetirla con éxito en diferentes contextos.

Además, este comportamiento revela un grado de autoorganización grupal. Algunas grabaciones muestran que las cacatúas esperan en fila, sin empujarse, algo poco común en especies altamente competitivas. Aunque el estudio no entra en detalle sobre la estructura social del grupo, sí se sugiere que podría haber una jerarquía de acceso al recurso, o al menos un reconocimiento mutuo de turnos, lo cual añade otra capa de complejidad al fenómeno.

El aprendizaje social, en este contexto, no es solo imitación, sino una forma sofisticada de adaptación colectiva. Una cacatúa no solo copia un gesto: entiende que esa acción produce un resultado útil, y adapta su comportamiento para replicarlo eficazmente. Esa capacidad de generalización es una de las bases de la inteligencia animal.

¿Y si nos están observando a nosotros?

Lo más paradójico de esta historia es que las cacatúas han aprendido a usar un objeto diseñado para humanos… sin ayuda humana. No se trata de entrenamiento, ni de intervención directa: han observado, comprendido, y actuado por sí mismas. En cierto modo, han “descifrado” la lógica técnica de una herramienta que no fue creada para ellas.

Esto plantea una pregunta provocadora: ¿hasta qué punto los animales urbanos están aprendiendo de nuestra cultura sin que lo notemos? Vivimos rodeados de aves, mamíferos, insectos que nos observan a diario. Lo que para nosotros es cotidiano —una fuente, un contenedor, un interruptor— puede ser, para ellos, una oportunidad de innovación.

Este estudio nos recuerda que la inteligencia no tiene una única forma, ni un único origen. Y que la cultura —entendida como la transmisión no genética de conocimiento— podría estar más extendida en el reino animal de lo que pensamos. Las cacatúas no solo beben de nuestras fuentes. También podrían estar aprendiendo de nuestras costumbres. Quizá solo nos falta descubrir cómo escucharlas.

Referencias

  • Klump, B. C., van Horik, J. O., Ibbotson, R., & Rutz, C. (2024). Emergence of a novel drinking innovation in an urban population of sulphur-crested cockatoos (Cacatua galerita). Biology Letters, 20(4), 20230804. https://doi.org/10.1098/rsbl.2023.0804.

Cortesía de Muy Interesante



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