1. Wifredo el Velloso (865-897)
Según unos, su apodo se debió a su abundante vellosidad; según otros, a sus pobladas barbas o incluso a ser descendiente de Bellón I de Carcasona, si bien la historicidad de este personaje es dudosa.
No así la de Wifredo, aunque hay dos Guifré el Pilós: el de las fuentes, un noble hispanogodo que, en tiempos de Carlos II de Francia –llamado el Calvo: otro sobrenombre capilar–, independizó del poder franco los condados de Barcelona, Gerona y Besalú; y el mítico, creador de la patria catalana, que surgió en la Renaixença – movimiento catalanista del siglo XIX– inspirado en la Gesta Comitum Barchinonensium, crónica legendaria del siglo XII. En cualquier caso, fue un gobernante de importancia y murió defendiendo Barcelona de un ataque musulmán.
2. Svend I “Barba Partida” (960-1014)
Resulta difícil de apreciar en la miniatura del siglo XIII que aquí vemos, pero al vikingo Svend Haraldsson, rey de Dinamarca e Inglaterra, los ingleses lo llamaron Forkbeard (barba de horquilla o partida) por su inusual mostacho dividido en dos.
Otras peculiaridades: fue el primer rey danés en acuñar moneda y en convertirse al cristianismo (con el nombre de Otón, en honor del emperador germánico Otón II). Ha pasado a la historia por la conquista de Inglaterra en 1013; gravemente herido en la voladura del puente de Londres que intentaba detener su avance, apenas reinó allí seis semanas antes de fallecer.
3. Federico I “Barbarroja” (1122-1190)
El reinado de Friedrich de Hohenstaufen (alias “Barbarroja” por obvias razones de color capilar) supuso el nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico, la entidad imperial medieval que, en su intento de unir dos legitimidades –la de Roma y la de la Iglesia–, llegó a enfrentarse al papado. Federico también reformó y unificó las leyes europeas, acudiendo de nuevo al derecho romano.
Pero su fama actual va unida al nacionalismo alemán del siglo XIX: su figura fue utilizada como referente por la familia real prusiana, que se decía su heredera. Tanto es así, que el káiser Guillermo I se hizo apellidar “Barbablanca”.
4. Gilles de Rais “Barba Azul” (1405-1440)
Hoy se cree que Charles Perrault basó en parte su cuento Barba Azul (1697), sobre un noble que mata a sus esposas, en el mariscal, psicópata, pedófilo y asesino en serie De Rais, que lucía una perilla de un negro tan profundo que parecía azulada.
Compañero de Juana de Arco en la Guerra de los Cien Años, pasó de héroe de Francia a monstruo cuando afloraron en un celebérrimo juicio sus atrocidades: el secuestro, violación, tortura y asesinato de cientos, tal vez miles de niños y adolescentes. Gilles de Rais confesó y fue ahorcado por sus crímenes.
5. Jeireddín “Barbarroja” (1475-1546)
Si el primer “Barbarroja” fundó el Sacro Imperio, el segundo lo puso en jaque en tiempos de Carlos V. Corsario de Suleimán I, los italianos lo apodaron Barbarossa por ser pelirrojo, algo insólito en un turco (aunque en el cuadro aparece ya encanecido).
Jeireddín y su hermano Aruj fueron los más importantes piratas del Mediterráneo en el siglo XVI, una pesadilla para la cristiandad. Ya en solitario, llegó a almirante en jefe del Imperio otomano. Murió plácidamente retirado en Estambul.
6. Barba Van Dyck (1599-1641)
En este su último autorretrato, de 1640, el gran pintor flamenco Anton van Dyck, genial fisonomista y retratista, se adorna con su característica y emblemática barba: bigote tupido por un lado, perilla recortada por otro y mejillas completamente afeitadas.
En realidad, un estilo en boga en el siglo XVII tanto en el ámbito de la nobleza como entre los artistas, pero que alguien bautizó en el siglo XIX como “Barba Van Dyck” en honor del que fuera el más destacado alumno de Rubens y el primer pintor de corte en Inglaterra. Y hoy “la Van Dyck” vuelve a estar de moda entre hipsters y celebrities (como Johnny Depp, sin ir más lejos).
7. Maddalena Ventura, la mujer barbuda Cuadro de 1631
Ribera pintó esta obra maestra barroca por encargo del virrey de Nápoles, que quiso inmortalizar a “la barbuda de los Abruzzos”. Sin duda afectada de hirsutismo, la mujer, de 51 años, aparece con aspecto inquietantemente masculino y severo –el pecho con el que amamanta, de ubicación extraña, parece haber sido añadido para demostrar su feminidad–, como interpelando al espectador. La flanquean su demacrado marido y unas lápidas que cuentan su caso, todo envuelto en claroscuros caravaggianos.
8. Edward Teach “Barbanegra” (1680-1718)
Rescatado por la saga Piratas del Caribe, fue –según las crónicas– el molde de la imagen que tenemos de los piratas: extravagante tricornio, ropas andrajosas, afición desmedida por el ron… y una espesa, trenzada y desaliñada barba negra, de la que al parecer colgaba mechas de cañón encendidas para adquirir un aspecto más demoníaco.
Por lo demás, poco se sabe de su vida: que nació en Bristol, que fue corsario inglés antes que bucanero, que sembró el pánico en el Caribe y la costa atlántica norteamericana y que cayó en combate contra las tropas del gobernador de Virginia.
9. Jaime Alfonso el Barbudo (1783-1824)
Nacido en Crevillent, fue el bandolero más famoso de Levante a comienzos del siglo XIX. Antes había sido un humilde pastor y luego, durante la invasión napoleónica, se destacó heroicamente en la lucha contra los franceses, aunque pronto volvió a las actividades delictivas.
Su fama la cimentó finalmente su colaboración con los Cien Mil Hijos de San Luis para reponer como monarca absoluto a Fernando VII: se hicieron pasquines y folletines que celebraban su figura de luengas patillas y armada con un mítico trabuco. Pero al poco, caído otra vez en desgracia, acabó siendo detenido y ahorcado.
10. Barbudos de Sierra Maestra Fidel Castro (1926-2016)
Fue un reportaje de The New York Times, previo al triunfo de la Revolución cubana en 1959, el que acuñó esta denominación para referirse a Fidel Castro y sus compañeros del Movimiento 26 de Julio, denominación que enseguida conoció el éxito a nivel mundial.
Se trataba de una buena descripción: en Sierra Maestra empezaron los combates de la insurgencia contra la dictadura de Fulgencio Batista y, como puede observarse en las hoy legendarias fotos de los revolucionarios, casi todos los protagonistas –Fidel, Ernesto “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos y hasta el barbilampiño Raúl Castro– iban sin afeitar. Y el resto es historia.
Cortesía de Muy Interesante
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