Deryl McKissack es CEO de McKissack & McKissack, una empresa de construcción con sede en Washington DC fundada en 1990. La compañía comenzó con solo 1,000 dólares; no obstante en la actualidad obtiene ingresos anuales por 25 millones de dólares. Después de más de tres décadas de trabajo, Deryl tiene claro lo que quiere y lo que no en un empleado.
Y es que en los primeros años, tuvo malas experiencias con trabajadores poco adecuados que pusieron en dificultades a la empresa. Sin embargo, esta ha ido creciendo gracias a que McKissack aprendió a encontrar el talento adecuado. De acuerdo con CNBC, estas son las tres red flags más importantes a las que Deryl pone atención a la hora de evaluar a los candidatos.
Falta de integridad
Para McKissack, confiar en su equipo es fundamental. Dicha confianza se quiebra por completo cuando una persona carece de integridad. Este es un grave problema si se trata de alguien en una posición de liderazgo. Para ella, las alarmas suenan “si alguien dice ‘Yo hice esto’ todo el tiempo y no le da crédito a su equipo”.
Este comportamiento, además de egoísta, puede tener consecuencias en la dinámica del grupo. Según Heidi K. Gardner, asesora en liderazgo de la Facultad de Derecho de Harvard, advierte que las personas que se atribuyen el trabajo de otros proyectan una imagen de deshonestidad y falta de respeto hacia sus compañeros. “Esa incapacidad para apreciar las contribuciones de los demás es una gran señal de alerta para mí”, dice.
Personas desagradables
McKissack reconoce que necesita rodearse de personas con las que disfrute trabajar, ya que considera que esto también se refleja en la relación con los clientes. “Si no quiero estar en su presencia, normalmente nadie quiere estar en su presencia”. Según ella, si bien el talento técnico puede abrir puertas, la actitud es la que las mantiene abiertas.
Dicho pensamiento se respalda no solo en su propia experiencia, sino en la de figuras como Steve Adcock, un empresario informático que afirma que “tu personalidad te enriquecerá diez veces más que tu inteligencia”. Para Adcock, las personas más inteligentes de la oficina no necesariamente son las que consiguen ascensos y aumentos, sino las más carismáticas.

No encajar con el mantra de la empresa
McKissack tiene un mantra que guía las contrataciones y la cultura organizacional: su empleado ideal debe ser humilde, ambicioso e inteligente. La empresaria adoptó esta filosofía tras leer El jugador de equipo ideal, de Patrick Lencioni, y desde entonces se convirtió en una brújula interna para su compañía.
En su perfil de LinkedIn escribió: “La humildad nos impulsa a tomar decisiones por el bien común… valoramos la inteligencia emocional porque sabemos que es lo que construye relaciones sólidas”. Gracias a este enfoque, McKissack & McKissack pudo finalmente tener en sus filas talento con valores alineados, lo que ayudó a convertir a su empresa en una organización más comprometida y cohesionada.
Este último punto hace pensar en el concepto de “empleado invisible“. Un empleado invisible es “ese profesional anónimo que desarrolla sus competencias diarias en silencio y nunca es objeto de reconocimientos“, tampoco busca alardear de sus éxitos y solo busca hacer bien su trabajo. De acuerdo con Randstad, aunque no sea un mal elemento, el empleado invisible puede ser visto como reemplazable pese a su excelente trabajo.
Cortesía de Xataka
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