Este felino vivió 3.500 años con humanos en China antes de desaparecer sin dejar rastro: no era un gato doméstico, cazaba ratas y fue reemplazado por uno traído desde Oriente Medio siglos después

Durante siglos, se ha dado por hecho que los gatos domésticos, esos silenciosos y adorables cazadores de roedores, han acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales. En el imaginario colectivo, han estado presentes desde las primeras ciudades hasta los palacios imperiales. Sin embargo, una nueva investigación publicada en Cell Genomics ha venido a sacudir esa narrativa. El gato doméstico, tal y como lo conocemos hoy, no apareció en China hasta el siglo VIII de nuestra era, cuando el país ya acumulaba miles de años de historia.

El hallazgo se sustenta en un análisis genético minucioso de restos óseos de pequeños felinos recuperados en catorce yacimientos arqueológicos de distintas regiones de China, con una cronología que abarca más de 5.000 años. La mayoría de estos huesos, lejos de pertenecer al familiar Felis catus, correspondían a una especie completamente diferente: el gato leopardo (Prionailurus bengalensis), un felino salvaje autóctono de Asia, conocido por su pelaje moteado y su espíritu independiente.

El primer “gato chino” no era doméstico

Hace unos 5.400 años, en plena época neolítica, mientras las primeras comunidades agrícolas chinas almacenaban su grano en rudimentarias construcciones, un nuevo visitante empezó a frecuentar sus aldeas. Atraídos por los ratones y ratas que pululaban entre las reservas de cereales, los gatos leopardos encontraron en el entorno humano una fuente constante de alimento. Sin que nadie los domesticara ni intentara criarlos, estos felinos comenzaron a instalarse cerca de las viviendas. La relación era práctica: ellos cazaban plagas, los humanos los toleraban. Pero nunca pasaron a formar parte de la casa.

Durante más de 3.000 años, estos pequeños cazadores mantuvieron esa convivencia informal con los humanos, en una suerte de simbiosis discreta. No hay pruebas de que fueran domesticados ni criados de forma intencionada, pero su presencia fue tan constante que incluso aparecieron representados en el arte. En una tumba de la dinastía Han (siglo II a. C.) se halló una vasija con la figura de un gato de orejas puntiagudas y cuerpo moteado, que recuerda más al gato leopardo que a cualquier gato doméstico actual. El felino ilustrado tenía una postura alerta, garras visibles y una cola larga con rayas: una imagen muy alejada del clásico gato de sofá.

Prionailurus bengalensis
Se cree que los gatos leopardo (Prionailurus bengalensis) fueron los primeros en acercarse a los asentamientos humanos en China hace miles de años. Probablemente acudían atraídos por los roedores que se alimentaban del grano almacenado. Foto: Istock/Christian Pérez

Una desaparición misteriosa

A pesar de su prolongada presencia en los asentamientos humanos, los gatos leopardos desaparecieron abruptamente de los registros arqueológicos hacia el siglo II d. C., coincidiendo con el final de la dinastía Han. Los investigadores han relacionado este fenómeno con el colapso social, climático y económico que vivió China en los siglos posteriores. Las guerras, las sequías prolongadas y la caída de la producción agrícola habrían alterado el entorno que estos felinos necesitaban para sobrevivir cerca de los humanos.

Además, otro factor crucial fue el cambio en la forma de criar aves de corral. Durante siglos, las gallinas habían campado libremente por los patios y campos, pero en este periodo comenzaron a criarse en espacios cerrados. El gato leopardo, con su conocida afición a cazar pollos y su tendencia a matar más de lo que necesita —un rasgo que aún conservan los felinos salvajes—, se convirtió en un enemigo de la granja. El conflicto entre humanos y felinos se agudizó, y la tolerancia ancestral hacia estos “cazadores invitados” se esfumó.

Y así, tras siglos de convivencia con un gato que nunca fue doméstico, llegó finalmente el verdadero Felis catus. Pero no nació allí. Los análisis genéticos del estudio han demostrado que todos los gatos domésticos encontrados en China a partir del siglo VIII tienen origen en la región del Levante —actual Oriente Próximo— y son descendientes del gato salvaje africano (Felis lybica), el ancestro del gato moderno.

La vía de entrada fue la Ruta de la Seda, ese vasto entramado comercial que conectaba Europa, Oriente Medio y Asia. En algún punto entre los siglos VII y VIII, en plena efervescencia de la dinastía Tang, los mercaderes que cruzaban los desiertos de Asia Central comenzaron a llevar consigo estos felinos. Ya convertidos en animales domésticos, los gatos viajaban como compañeros o incluso como controladores de plagas durante las travesías. Uno de estos gatos fue encontrado en la ciudad de Tongwan, un importante enclave comercial, y ha sido datado en torno al año 730.

Este primer gato doméstico “chino” fue reconstruido genéticamente gracias a su ADN: era probablemente de pelaje blanco o parcialmente blanco, con pelo corto y un patrón moteado o atigrado. Curiosamente, en la pintura china de la época los gatos blancos abundan, lo que sugiere que estos nuevos felinos no solo fueron aceptados, sino que rápidamente ganaron un lugar en el arte y, muy posiblemente, en los hogares.

Según los estudios genéticos, los primeros gatos domésticos (Felis catus) comenzaron a aparecer en la antigua China hacia el año 730 d. C.
Según los estudios genéticos, los primeros gatos domésticos (Felis catus) comenzaron a aparecer en la antigua China hacia el año 730 d. C. Foto: Istock/Christian Pérez

Un cambio cultural y biológico

El contraste entre el gato leopardo y el gato doméstico va más allá de la genética. Se trata de dos formas diferentes de entender la relación humano-animal. El primero representaba una alianza tácita con la naturaleza: era útil, pero incontrolable. El segundo simbolizaba ya un paso más en el proceso de domesticación: la transformación de un animal en compañero, en mascota, en símbolo de estatus y ternura.

La investigación también revela que, a diferencia de Europa, donde los gatos domésticos llegaron alrededor del año 500 a. C., en China su aparición fue mucho más tardía. Esto reconfigura por completo nuestra comprensión sobre la difusión de las especies domésticas y el papel de las rutas comerciales en su propagación.

Y lo más fascinante: mientras que el gato leopardo nunca fue domesticado, todavía hoy ronda los suburbios de ciudades como Pekín, acechando ratones y adaptándose al nuevo hábitat humano, como si su historia milenaria aún no hubiese terminado.

Referencias

  • Y. Han et al. The late arrival of domestic cats in China via the Silk Road after 3,500 years of human-leopard cat commensalism. Cell Genomics. Published online November 27, 2025. doi: 10.1016/j.xgen.2025.101099

Cortesía de Muy Interesante



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