Estos diminutos lagartos vivieron al borde del cráter que acabó con los dinosaurios… y sobrevivieron: así lo lograron

Cuando un asteroide de más de 12 kilómetros de diámetro se estrelló contra lo que hoy es la península de Yucatán hace 66 millones de años, desató uno de los episodios más catastróficos en la historia de la Tierra. Aquel evento, que aniquiló al 75% de las especies, incluidos todos los dinosaurios no avianos, también marcó el inicio de una nueva era. Pero en medio del caos, hubo una excepción silenciosa, casi milagrosa: un grupo de pequeños reptiles, conocidos como lagartos nocturnos o xantusidos, logró sobrevivir justo en el corazón del apocalipsis.

Un nuevo estudio publicado en la revista Biology Letters ha revelado que estos discretos lagartos, lejos de huir del desastre, vivían en las inmediaciones del cráter de Chicxulub cuando el impacto ocurrió. Lo extraordinario es que no solo sobrevivieron a la devastación inmediata, sino que su linaje ha perdurado hasta nuestros días, sin alejarse mucho del lugar donde ocurrió todo.

Una historia de supervivencia escrita en el ADN

Los investigadores utilizaron datos genéticos y fósiles para reconstruir el árbol genealógico de estos reptiles. El análisis indica que su ancestro común más reciente vivió hace más de 90 millones de años, en pleno Cretácico, mucho antes del impacto. Desde entonces, los lagartos nocturnos han habitado principalmente América del Norte y Central, incluyendo regiones cercanas al Golfo de México, justo donde cayó el asteroide.

Este dato es crucial: la mayoría de los vertebrados terrestres desaparecieron en esa región tras el impacto. Pero los xantusidos no solo resistieron, sino que prosperaron. Hoy sus descendientes se encuentran en México, América Central, el suroeste de EE. UU. y Cuba. ¿Cómo lo lograron?

El secreto está en las grietas… y en la lentitud

Las claves de su supervivencia no se encuentran en la fuerza o velocidad, sino en todo lo contrario. Los xantusidos son pequeños, discretos, de metabolismo lento y costumbres retraídas. Prefieren esconderse en grietas rocosas, bajo troncos o entre vegetación densa. Su estilo de vida les permitió evitar la exposición directa al infierno que se desató tras el impacto: incendios globales, oscuridad prolongada y un colapso de las cadenas alimenticias.

Además, su capacidad de supervivencia parece contradecir varias reglas evolutivas. Normalmente, las especies que superan eventos de extinción masiva tienen altas tasas de reproducción y una distribución geográfica amplia. Los xantusidos, en cambio, tienen camadas muy reducidas (a veces de un solo individuo) y rangos bastante limitados. Que hayan sobrevivido no solo es sorprendente: es desconcertante desde el punto de vista evolutivo.

Durante millones de años, permanecieron escondidos en grietas de roca. Hoy, su linaje aún vive en América
Durante millones de años, permanecieron escondidos en grietas de roca. Hoy, su linaje aún vive en América. Foto: Istock/Christian Pérez

Uno de los hallazgos más intrigantes del estudio es que el registro fósil de estos lagartos forma una especie de anillo en torno al cráter de Chicxulub. Esto sugiere que sus poblaciones estaban distribuidas en esa región antes y después del impacto. No emigraron a otros continentes. No recolonizaron después. Simplemente… resistieron allí.

Esta permanencia plantea nuevas preguntas sobre los mecanismos de resistencia biológica. ¿Fue su biología particular la que les ayudó? ¿O existieron microambientes en los que las condiciones no fueron tan hostiles como se pensaba? Es posible que sus refugios naturales les ofrecieran una barrera térmica, física y alimenticia en los peores días tras el impacto.

Un linaje silencioso que sigue vivo

Actualmente, los lagartos nocturnos se dividen en tres géneros: Xantusia, Lepidophyma y Cricosaura. Cada uno tiene una distribución geográfica y características propias, pero todos comparten una herencia genética que se remonta a los tiempos de los dinosaurios. Lo más asombroso es que este linaje ha permanecido confinado casi exclusivamente al continente americano. Mientras otras especies que también sobrevivieron al impacto (aves, tortugas, peces) se expandieron o diversificaron ampliamente, estos permanecieron fieles a su territorio ancestral.

Es como si fueran los guardianes de un secreto, criaturas que vivieron el fin de una era y han permanecido en el mismo escenario durante decenas de millones de años. Ni siquiera otros reptiles contemporáneos han mostrado esa constancia geográfica.

Este descubrimiento añade una capa de complejidad al ya de por sí enigmático fenómeno de las extinciones masivas. No basta con ser pequeño o adaptativo. Los xantusidos nos demuestran que algunas especies pueden resistir incluso las condiciones más adversas sin cambiar demasiado, como si la estabilidad fuera, en sí misma, una estrategia evolutiva.

Este estudio también sugiere que podríamos estar subestimando el papel de la conducta, el microhábitat y el metabolismo en la supervivencia de eventos globales. Quizás muchos de los sobrevivientes de antiguas catástrofes no eran los más fuertes ni los más rápidos, sino los más discretos.

Una historia que aún no ha terminado

El hallazgo también abre nuevas líneas de investigación. ¿Qué otros grupos de animales pudieron haber sobrevivido cerca del cráter y no lo sabemos aún? ¿Qué otras formas de vida esconden historias similares, enterradas bajo capas de ceniza, roca y tiempo?

Mientras tanto, los lagartos nocturnos siguen haciendo lo que siempre han hecho: vivir entre las sombras, apenas visibles, ignorados por la mayoría. Pero su historia es monumental. Sin duda alguna, son auténticos testigos vivientes de uno de los capítulos más dramáticos de la historia del planeta. Y siguen ahí, aferrados a las mismas grietas que les dieron refugio hace 66 millones de años.

Cortesía de Muy Interesante



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