Desde hace varios meses, los fabricantes de autos más grandes del mundo han comenzado a mirar con nerviosismo hacia China. No es solo por sus vehículos eléctricos con más diseño, más autonomía o más tecnología. Es porque, tras abrirlos pieza por pieza, descubren que no hay nadie en el mundo que construya más barato que Oriente. Así lo revela Terry Woychowski, un veterano de General Motors que hoy preside Caresoft Global Technologies, una firma que desmantela autos para descubrir qué hacen bien, en qué fallan y cómo reducir costos de fabricación sin sacrificar calidad.
El análisis no se basa en suposiciones. La empresa compara autos occidentales con modelos chinos, desarma cada vehículo y documenta el proceso. Y lo que han visto en sus últimas investigaciones preocupa. “Lo que vemos de los chinos es una amenaza existencial”, advierte Woychowski a Automotive News. Lo dice con la experiencia de quien ha estudiado a fondo autos como los de BYD, NIO o Xiaomi. Su equipo ya había llegado a las mismas conclusiones que Ford tras hacer sus propios desmontajes. Aparentemente lo que diferencia a los fabricantes chinos no es una sola innovación, sino una cadena de decisiones prácticas, rápidas y enfocadas en reducir costos de manera radical.
Un ejemplo que expone Caresoft es revelador: los fabricantes de autos estadounidenses utilizan imanes con tierras raras para fijar los techos de los vehículos. Cada uno cuesta un dólar. Los chinos usan tiras adhesivas que cuestan un centavo. La diferencia no es solo de precio: es también de velocidad y de logística. En lugar de complejos procesos de fijación con acero y aluminio, los chinos simplifican con un método directo, barato y eficaz.
Toyota también ha pasado por el mismo diagnóstico. Durante años, se concentró en mejorar sus autos con ajustes mínimos pero constantes, construyendo una reputación de fiabilidad. Ahora, esa misma filosofía se ha convertido en un obstáculo. Los consultores les señalaron que muchas de esas mejoras, como usar metales pesados detrás del tablero, ya no tienen sentido en autos eléctricos. Tesla y los fabricantes de vehículos chinos usan plásticos porque no hay vibraciones de un motor térmico que los hagan necesarios.
El verdadero secreto no está solo en los materiales, sino en la velocidad con la que la industria china se mueve. Los expertos destacan que en China pueden conseguir una nueva pieza en un mes. En Occidente, eso puede tardar hasta nueve. Agendar una reunión con un proveedor en Estados Unidos puede tomar dos meses; en Oriente, lo resuelven en una semana. No es casualidad: el propio estado chino ha creado organismos como el China Automotive Technology & Research Center (CATARC), que no solo establece normas de homologación, sino que también impulsa el desarrollo de nuevas tecnologías.
Interior BYD Seal.
La nueva industria automotriz mundial
Este entorno, diseñado para favorecer la competencia interna, ha generado una industria agresiva, dinámica y capaz de responder a las exigencias del mercado global. A diferencia de las estructuras más lentas y burocráticas de Estados Unidos, Europa o Japón, China ha apostado por la estandarización de componentes, una estrategia que Occidente ya conocía pero que había abandonado. Según Caresoft, si los fabricantes tradicionales quieren competir, tendrán que redescubrir esa forma de pensar: producir más rápido, con menos piezas y al menor costo posible.
La gran ventaja de China no está en una sola fábrica ni en un solo auto. Está en todo el sistema. En cómo organizan sus procesos, cómo trabajan con los proveedores y cómo su gobierno actúa como aliado estratégico para impulsar una industria que no pretende igualar a nadie, sino marcar el camino del futuro. Para los fabricantes tradicionales, la amenaza ya no es un rumor: está en el taller, sobre el elevador, desmontada parte por parte.
Cortesía de Xataka
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