Las guerras de independencia en América Latina no solo fueron protagonizadas por criollos y mestizos. Los pueblos indígenas también desempeñaron un rol fundamental en estos procesos históricos. A menudo invisibilizados, combatieron en ambos bandos, defendiendo sus territorios y participando activamente en la construcción de los nuevos Estados.
Figuras como Agustín Calambás, Venancio Coihuepán o Pedro Ascencio Alquisiras encarnan la valentía de comunidades que, más allá de la lucha por la soberanía nacional, buscaban preservar su identidad y sus derechos ancestrales. Esta historia revela la complejidad de la independencia y el legado de resistencia indígena que perdura hasta hoy.
Indígenas en las guerras de independencia
Tras las revoluciones norteamericana (1775 y 1783) y francesa (1789) surge en las colonias españolas la idea del Estado liberal, que implicaba un rechazo de las monarquías y la búsqueda de la soberanía de los pueblos. Si a esto unimos las renuncias sucesivas de Carlos IV y su hijo Fernando VII al trono de España en favor de Napoleón Bonaparte, en mayo de 1808, tenemos el caldo de cultivo de las guerras de Independencia que estallaron poco tiempo después.
En ellas destacan figuras como la de Simón Bolívar, quien en su juventud afirmó: “No descansaré hasta romper las cadenas del dominio español en América”. El caudillo venezolano, que durante 20 años encabezó la lucha por la independencia de la América española (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), pertenecía a la aristocracia caraqueña.

Y es que estas guerras fueron lideradas mayoritariamente por criollos y mestizos, aunque tanto en el ejército independentista como en el realista una parte importante de la tropa estaba conformada por indios. De hecho, en los ejércitos realistas sobresalieron no pocos caudillos indígenas, como Antonio Navala Huachaca y, sobre todo, el mítico líder pastuso Agustín Agualongo, aunque también surgieron algunos líderes indígenas entre las filas independentistas.
En el Cauca, actual Colombia, destacó el cacique Agustín Calambás, que se enfrentó al mando de un batallón de indígenas nasas a los realistas en la batalla de la Cuchilla del Tambo, en la que fue derrotado por estos y fusilado poco después. En esa misma batalla se vería las caras con Agustín Agualongo, el ya mencionado cacique realista.
En el extremo sur americano, en la Araucania, el cacique Venancio Coihuepán combatió incansablemente a las tropas realistas capitaneando a cerca de un millar de mapuches, y llegó a ser oficial tanto del ejército chileno como del argentino.
En la zona andina, en 1810, Pedro Ignacio Muiba lideró un levantamiento armado de la etnia moja y, de manera paralela, Manuel Ayaviri comandó otro en el área de Potosí. Ambos morirían a manos de las tropas realistas.

El destino de la Nueva España
El movimiento independentista mexicano tiene como marco la Ilustración y las revoluciones liberales de finales del XVIII. Se extendió desde el Grito de Dolores, el 16 de septiembre de 1810, hasta la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.
En territorios de la Nueva España sobresalió Pedro Ascencio Alquisiras, que se unió a los rebeldes mexicanos en 1810, nada más iniciada la insurrección, y murió en combate en 1821 cerca de Morelos, a pocos meses de que finalizara. Alquisiras creó una guerrilla indígena y se mantuvo siempre a las órdenes del general independentista Vicente Guerrero, que llegaría a ser presidente de México y que era a su vez afrodescendiente por parte paterna y descendiente de indígenas por parte materna.

Fue en 1824 cuando se decretó la república federal encabezada por Guadalupe Victoria, primer presidente de México. Después de algunos intentos de reconquista, incluyendo la expedición de Isidro Barradas en 1829, España reconoció la independencia de México en 1836, tras el fallecimiento del monarca Fernando VII.
A lo largo del XIX se suceden guerras y disputas internas en la nueva república mexicana, además de varios intentos de avasallamiento por parte de potencias extranjeras, como la intervención estadounidense en México (dos años, de 1846 y 1848, duró la guerra entre Estados Unidos y su vecino) o la invasión francesa de Napoleón III, que puso a Maximiliano de Habsburgo como emperador (1864), aunque acabaría siendo fusilado en 1867.
El siglo XX mexicano comienza con la Revolución en la que tuvieron un papel destacado Emiliano Zapata –hijo de una humilde familia campesina, que trabajó como peón y aparcero– y Pancho Villa, con sus tropas de indígenas que reclamaban la restitución de sus tierras.

No ganaron (Zapata fue asesinado en Chinameca en 1919 y cuatro años más tarde Villa corrió la misma suerte), pero sin duda el espíritu radical de estos dos líderes, vinculados a los intereses de los campesinos, fue heredero de tehuelches, aymaras, quechuas, guaraníes o mayas, de Tiarayú, Bartolina Sisa, Tomás Katari, Yaracuy, Micaela Bastidas o Julián Apaza, de los pueblos y los líderes indígenas que, con ancestral orgullo, se enfrentaron y pusieron en vilo al poder colonial.
Cortesía de Muy Interesante
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