En ocasiones, la investigación lleva a los científicos a situaciones inesperadas. Esto fue precisamente lo que le ocurrió a un grupo de biólogos marinos británicos, quienes enfrentaron una circunstancia peculiar mientras seguían a un atún rojo: en lugar de desplazarse por el océano, parecía estar viajando por la carretera hacia Birmingham.
La historia gira en torno a un ejemplar de atún rojo (Thunnus thynnus), al que se le había colocado una baliza de seguimiento un mes antes en el puerto de Plymouth, con el propósito de rastrear sus movimientos en el mar. Sin embargo, su inusual trayectoria pronto atrajo la atención del equipo.
La investigadora Lucy Hawkes, de la Universidad de Exeter, lideró el equipo que se hizo varias preguntas tras analizar la situación: ¿el pez había sido capturado y transportado hacia una tienda en el centro de Inglaterra? ¿O alguien había robado el sensor y lo había vendido?
La trayectoria de la baliza
El misterio comenzó cuando los datos indicaron que la baliza había aparecido en una playa de la bahía de Whitsand, en Cornwall, lo que llevó a los investigadores a suponer que el dispositivo se había desprendido del pez y había terminado en la orilla. Decididos a recuperar el aparato, compuesto por un sensor para recopilar datos y una boya naranja, los investigadores se dirigieron a la playa.
Sin embargo, al llegar, no encontraron rastro del dispositivo. Al día siguiente, el sistema de localización envió una nueva alerta. Para sorpresa del equipo, la baliza estaba en movimiento, esta vez dirigiéndose hacia Birmingham, una ciudad situada a aproximadamente 340 kilómetros al noreste de Plymouth. Esto llevó al equipo a concluir que una persona probablemente había recogido el dispositivo en la playa y lo había llevado a casa tras sus vacaciones.
Ante esta nueva situación, el equipo decidió cambiar de estrategia. Contactaron con una emisora local en West Midlands, región donde se encuentra Birmingham, con la esperanza de que el mensaje llegara a quien tuviera la baliza.
Poco después, el sistema de rastreo mostró que el dispositivo estaba nuevamente en movimiento, esta vez rumbo al norte de Inglaterra, hacia Lancashire. Se emitió un segundo mensaje en una emisora local de Lancashire, donde se explicaba a los habitantes de la región cómo podían contactar al equipo si encontraban la baliza para devolvérselas.
La importancia de la baliza
Este esfuerzo tenía una razón importante: estos dispositivos, utilizados por biólogos marinos, recopilan datos esenciales sobre el comportamiento y los desplazamientos de especies marinas. Aunque transmiten su ubicación por satélite, este modelo de baliza se debe de recuperar físicamente para obtener el resto de la información almacenada.
Según Hawkes, las balizas recopilan datos como temperatura, profundidad y movimientos del pez, lo que permite estudiar cómo desplaza su cuerpo. La investigadora comparó estas funciones con las de una pulsera de actividad.
Sin embargo, estos dispositivos están diseñados para desprenderse del pez después de aproximadamente seis días, lo que, combinado con las dificultades de rastreo en el océano, hace que muchas balizas sean difíciles de recuperar. De los 20 a 30 dispositivos desplegados en los últimos cinco años, apenas habían recuperado ocho.
Una conclusión favorable
Finalmente, tras un tercer mensaje emitido por radio, el equipo obtuvo una respuesta. Brian Shuttleworth, un residente de la región, contactó a la emisora. Explicó que él y su esposa habían encontrado la baliza entre algas durante unas vacaciones en el suroeste de Inglaterra. Aunque inicialmente intentaron llamar al número de teléfono indicado en la etiqueta del dispositivo, no lograron comunicarse debido a la mala recepción en la playa. Decidieron intentarlo de nuevo al regresar a casa.
Tras coordinarse con los investigadores, la baliza fue enviada a la Universidad de Exeter. Durante el traslado, el dispositivo siguió proporcionando actualizaciones de ubicación, lo que permitió al equipo rastrear su recorrido hasta el campus de Streatham. Una vez allí, lograron acceder a los valiosos datos sobre el atún rojo, concluyendo así una investigación llena de giros inesperados.
Cortesía de Xataka
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