Sin duda, uno de los escándalos políticos relacionados con el espionaje más sonados del siglo XX fue el caso Profumo, que volvió loca a la prensa británica de los años 60 durante meses. Estalló en el Reino Unido en 1963, cuando se conoció la relación del entonces ministro de Guerra británico, John Profumo, con una corista llamada Christine Keeler que, a su vez, habría mantenido contactos íntimos con el espía soviético Yevgeni Ivanov. Interrogado en una investigación en la Cámara de los Comunes, Profumo mintió negando los hechos.
Pero, con la Guerra Fría en pleno auge y dada la sensible información que poseía, la crisis política desatada obligó al ministro a presentar su dimisión e hizo tambalearse al gobierno del primer ministro británico Harold Macmillan, que abandonaría el cargo unos meses más tarde, según la versión oficial por “problemas de salud”.

Este affaire político, sexual y de espionaje dejaría una profunda huella en la sociedad británica, del mismo modo que lo haría en la estadounidense, diez años más tarde, el que está considerado el escándalo político más importante en la historia de Estados Unidos.
El Caso Watergate
“Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2:30 horas de la madrugada, cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington”.
Esta noticia, publicada el 18 de junio de 1972 en el diario The Washington Post, sacude los cimientos de la sociedad norteamericana. Esos cinco hombres de los que habla el periódico pasarían a la historia como the plumbers (los fontaneros) y eran cinco agentes secretos al servicio del presidente Nixon con la misión de colocar micrófonos para espiar a sus rivales demócratas.
Arrancaba el famoso caso Watergate y la mítica leyenda de los dos jóvenes periodistas, Bob Woodward y Carl Bernstein, encargados de sacar a la luz todos los episodios de la trama a golpe de exclusiva. Su trabajo –merecedor del Premio Pulitzer en 1973– se convertiría en una clase magistral de periodismo de investigación. Juntos desenredaron una compleja maraña cuyos hilos apuntaban a la Casa Blanca a través del Comité para la Reelección del Presidente (CRP).

Gracias a las aportaciones de un informante anónimo que se hizo llamar Deep Throat (Garganta Profunda) y que ocultó su nombre durante más de 35 años, los periodistas lograron demostrar que el jefe de campaña de Nixon, John Mitchell, estaba detrás de una compleja operación diseñada en la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos usando fondos ilegales, con el fin de conseguir la reelección del presidente. A pesar del escándalo, Nixon volvería a ganar los comicios en noviembre de ese mismo año, 1972. Pero la tormenta política estaba lejos de amainar.
Presidentes contra las cuerdas
El 17 de mayo de 1973, el senador demócrata de Carolina del Norte, Sam Ervin, participó en la primera audiencia pública del Comité Selecto del Senado sobre Actividades de Campaña Presidencial, más conocido como el Comité del Senado Watergate, cuyo resultado fue casi insondable. Los meses siguientes se oiría el testimonio de funcionarios de la Casa Blanca y preguntas de los senadores sobre si se habían cometido “actividades ilegales, impropias o poco éticas” en relación con la campaña de reelección del presidente Richard Nixon en 1972.
El Tribunal Supremo exigió al presidente entregar las cintas secretas con las escuchas a sus rivales políticos para utilizarlas en el juicio contra sus colaboradores en el caso Watergate. Cuando los propios miembros del Partido Republicano comenzaron a darle la espalda, Nixon se vio obligado a presentar la dimisión el 8 de agosto de 1974, una decisión, según dijo, “que aborrecen todos los instintos de mi cuerpo”.

Lo que comenzó como una historia de allanamiento en el cuartel general demócrata del complejo Watergate, dos veranos antes, terminó con la caída y renuncia del presidente el 9 de agosto de 1974. Nixon dimitió antes del inicio del impeachment, proceso de destitución al que sí fue sometido otro presidente, Bill Clinton, aunque finalmente no fue destituido.
Mucho menos relevante y sin espionaje político de por medio, fue el escándalo en el que Clinton se vio envuelto: el caso Lewinsky. En 1998, durante su segundo mandato, el demócrata fue acusado de perjurio y obstrucción a la justicia por ocultar la relación sexual mantenida un año antes con una becaria de la Casa Blanca, Monica Lewinsky. Fue uno de los escándalos sexuales más sonados de la historia de EE. UU. y terminó con una grave crisis institucional.
Mientras trabajaba en la Casa Blanca, Lewinsky mantuvo una relación personal con Clinton cuyos detalles confió a su amiga Linda Tripp, quien secretamente grabó sus conversaciones telefónicas. En enero de 1998, cuando Tripp descubrió que su amiga había firmado una declaración en la que negaba cualquier contacto con el presidente, entregó las cintas grabadas a Kenneth Starr, el consejero independiente que estaba investigando a Clinton por otros asuntos.

El presidente fue exonerado de los cargos de perjurio y obstrucción a la justicia en un juicio que duró 21 días, pero el escándalo afectó a las elecciones presidenciales del año 2000, que acabarían situando al republicano George W. Bush al frente del país.
También en Estados Unidos tuvo lugar el Plamegate, un escándalo que arrancó cuando la identidad de Valerie Plame, una exagente encubierta de la CIA, fue desvelada el 14 de julio de 2003 en una nota del periodista Robert Novak publicada en el diario The Washington Post. Plame era la tercera esposa del diplomático Joseph Wilson, enviado en 2002 a Níger para comprobar las posibles conexiones entre la industria local del uranio y el régimen de Sadam Husein.
Tras su viaje, Wilson escribió una columna en The New York Times donde negaba la existencia de pruebas de la venta de uranio a Irak y acusaba a la administración Bush de tergiversar los datos para magnificar la amenaza iraquí y justificar una invasión. Una semana después, el periodista Novak reveló la identidad de su esposa, Valerie Plame, como agente de la inteligencia norteamericana. La filtración llevó a juicio a Lewis ‘Scooter’ Libby, el exjefe de gabinete del entonces vicepresidente Dick Cheney, quien confesaría en 2006 que fue el propio Cheney quien le reveló la identidad de la agente.
Escándalo a la italiana
En 1992, el caso Tangentópolis (la ciudad de los sobornos) se llevó por delante al régimen político italiano. La implacable operación judicial bautizada como Manos Limpias mandó a prisión a políticos, empresarios, periodistas, deportistas y mafiosos. Las estructura de formaciones tradicionales como el Partido Socialista, la Democracia Cristiana o el Partido Comunista saltó por los aires.
Todo comenzó cuando el fiscal de Milán, Antonio Di Pietro, obtuvo una orden para detener a Mario Chiesa, miembro del Partido Socialista, en su despacho, justo cuando recibía un soborno de 7 millones de liras del empresario Luca Magni. Los billetes estaban marcados y las conversaciones entre el político y el empresario habían sido grabadas. La ciudad de los sobornos y la corrupción, enterrada bajo la próspera Milán, asomó entonces. Y nadie quedó a salvo. Suicidios, atentados, detenciones y asesinatos se sucedieron en una catarsis colectiva y, finalmente, 1.233 condenas cambiaron radicalmente la historia política de Italia.
También la política francesa vio sacudirse en 2004 sus cimientos cuando salieron a la luz acusaciones falsas y anónimas contra Nicolas Sarkozy y otros políticos sobre supuestas cuentas en una entidad financiera de Luxemburgo llamada Clearstream. Dichas cuentas estaban relacionadas con la venta de fragatas a Taiwán y el cobro de comisiones y sobornos.

Posteriormente se vincularía con el escándalo al entonces primer ministro francés Dominique de Villepin, acusado de ordenar a los servicios secretos espiar a su rival político Sarkozy. En enero de 2010, la justicia del país galo absolvió a Villepin de toda implicación en el escándalo Clearstream, y pudo así retomar el impulso de su carrera política.
Veneno ruso en el Reino Unido
Desde la llegada al poder de Vladímir Putin en 1999, el Reino Unido ha sido escenario de una serie de misteriosos asesinatos, siempre con la sombra del Kremlin detrás. Algunas fuentes hablan de más de una docena de muertes en extrañas circunstancias, con el espionaje como telón de fondo. El caso más mediático fue el de Aleksandr Litvinenko, un oficial del KGB huido a territorio británico en el año 2000.
Asilado en el Reino Unido, Litvinenko escribió dos libros donde acusaba a los servicios secretos rusos de utilizar métodos terroristas para facilitar la llegada de Putin al poder. También afirmó que el presidente ruso estaba detrás de la muerte de la periodista Anna Politkóvskaya en octubre de 2006. Solo un mes más tarde, el propio Litvinenko enfermó de manera repentina y fue hospitalizado. Moría el 23 de noviembre a consecuencia de lo que se estableció como un caso de envenenamiento por el material radioactivo Polonio-210.

Espías, intriga y un supuesto veneno están también detrás del extraño caso del exoficial de inteligencia ruso Serguéi Skripal. En 2004, fue arrestado por el Servicio Federal de Seguridad de Rusia acusado de un delito de alta traición y de trabajar como agente doble para el MI6 del Reino Unido. En 2010 se estableció en suelo británico y ocho años después, el 4 de marzo de 2018, él y su hija, que había ido a visitarle desde Moscú, sufrieron un extraño caso de envenenamiento con un gas nervioso.
Permanecieron en estado crítico varios meses y el suceso tuvo graves repercusiones diplomáticas cuando la primera ministra británica, Theresa May, identificó el gas nervioso como un producto ruso y expulsó de suelo inglés a 23 diplomáticos como respuesta al supuesto envenenamiento. Fue la mayor expulsión de diplomáticos del gobierno británico en 30 años.
Assange y Snowden: política e información
En 2010, la organización WikiLeaks y su creador Julian Assange pusieron en jaque hasta en tres ocasiones al gobierno norteamericano. Aunque el sitio web funcionaba desde 2006, no fue hasta entonces cuando se convirtió en una pesadilla al revelar incómodos y peligrosos secretos que afectaban a las altas esferas del poder.

Esta red internacional filtró masivamente documentos oficiales que sacaban a la luz importantes puntos oscuros en la política exterior de Washington y actuaciones más que censurables del ejército norteamericano en Irak o Afganistán; los documentos, filtrados a importantes periódicos de varios países, demostraban el uso de la tortura como método sistemático de las tropas norteamericanas o la existencia de conexiones entre los servicios secretos paquistaníes y los talibanes.
Se trató de la mayor filtración de secretos oficiales de la historia (a ello contribuyó, sin duda, la información aportada en 2013 por la analista de inteligencia militar Chelsea Manning).
Tras pasar siete años refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, desde mayo de 2019 Assange permanecía en prisión en la capital británica, a la espera de que la justicia decidiese sobre su extradición a EE. UU., donde se enfrentaría a penas de hasta 175 años de cárcel. El 4 de enero de 2021 esta fue rechazada por el Tribunal Penal Central de Londres y, mientras el gobierno americano prepara el recurso al fallo, el activista permaneció en prisión provisional en la cárcel londinense de Belmarsh hasta que en junio de 2024 quedó en libertad bajo fianza.

En 2013, la comunidad internacional era golpeada de nuevo por impactantes revelaciones; en este caso, sobre el espionaje masivo realizado por el gobierno norteamericano, entre otros, a importantes líderes europeos a través de sus teléfonos móviles. El ‘traidor’ (para el gobierno de EE. UU.) era Edward Snowden, un exempleado de la Agencia de Seguridad Nacional con mucha información en su poder.
En junio de 2013, a través de los periódicos The Guardian y The Washington Post, Snowden hizo públicos documentos clasificados como alto secreto sobre operaciones de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), así como importantes datos sobre los programas de vigilancia masiva PRISM y Xkeyscore. Perseguido por la justicia americana por violar la ley de espionaje, Snowden huyó a Rusia, donde trabaja como consultor en tecnologías de la información. Desde 2020 tiene el permiso de residencia permanente en Rusia.
Cortesía de Muy Interesante
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