
BRUSELAS/FLORENCIA – Mientras la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se preparaba para pronunciar su discurso anual sobre el Estado de la Unión, estaba sometida a presiones de todas partes. El acuerdo comercial que alcanzó con Estados Unidos a finales de julio, aunque desequilibrado y asimétrico, no devolvió la estabilidad y la previsibilidad. Por el contrario, el presidente estadounidense, Donald Trump, intensificó sus ataques comerciales contra Europa. En mensajes en las redes sociales, comenzó con imponer aranceles adicionales y restricciones a la exportación de tecnología y semiconductores estadounidenses a países con normas e impuestos digitales, e indicó que podría imponer nuevos aranceles en respuesta a la multa de 3,500 millones de dólares impuesta por la Comisión Europea a Google por favorecer injustamente sus propios servicios de tecnología publicitaria.
Las amenazas de Trump se produjeron días después de que Estados Unidos y la Unión Europea alcanzaran un acuerdo marco para el acuerdo comercial del apretón de manos, con el que los responsables políticos europeos esperaban zanjar el asunto. Pero nada es definitivo con Trump. Su nuevo ataque a la supervisión extranjera de las empresas tecnológicas estadounidenses -como la histórica Ley de Servicios Digitales y la Ley de Mercados Digitales de la UE, así como los impuestos sobre los servicios digitales en los Estados miembros- tiene el potencial de socavar la soberanía de Europa y sus fundamentos democráticos.
Negociar con Trump es un poco como jugar al póquer, con una escalada de ofertas -y a veces de faroles- a lo largo de las negociaciones. Pero también es como el ajedrez: cada movimiento cuenta para el final de la partida y, por tanto, requiere una cuidadosa preparación. Si se desaprovechan las primeras oportunidades, no se puede esperar ganar la partida a un adversario imprevisible y más poderoso.
Por ejemplo, la UE podría haber acorralado a EU en abril y mayo, después de que Trump anunciara sus aranceles del “Día de la Liberación” e hiciera caer en picado a los inversores. Pero a diferencia de China, que obligó a Trump a negociar bajo la presión del mercado, la UE decidió retrasar sus medidas de represalia tras el anuncio de Trump de una “pausa” de 90 días en sus aranceles arrolladores apenas unas horas después de que entraran en vigor.
La actitud de espera de la UE resultó costosa. En verano, la situación había cambiado: los mercados se habían estabilizado y Estados Unidos y China habían alcanzado un acuerdo comercial provisional. Esto, unido a la pérdida de credibilidad de su amenaza de represalias, debilitó la posición negociadora de la UE, creando una sensación de inevitabilidad sobre el resultado de la reunión de julio en Escocia entre Trump y von der Leyen. Aunque ambas partes perdieron en términos de resultados económicos, a Trump solo le importó “ganar” la negociación y anotarse una enorme victoria para su campaña arancelaria.
Como temíamos entonces, un Trump envalentonado está intentando repetir esta estrategia. La UE debe decidir si resistir a la presión para reformar la normativa tecnológica del bloque o plegarse de nuevo. Esta última opción supondría abandonar cualquier pretensión de ser una potencia geoeconómica (como señaló recientemente el expresidente del Banco Central Europeo y primer ministro italiano Mario Draghi ).
Pero si la UE decide defenderse, necesitará una estrategia negociadora audaz y bien pensada. Eso significa que la Comisión Europea debe tomar medidas inmediatas para activar el Instrumento Anticoerción (IAC ), la herramienta comercial más potente del bloque, que le permite tomar represalias contra terceros países que utilicen medidas económicas coercitivas mediante la imposición de aranceles y cuotas, la introducción de controles a la exportación, la suspensión de los derechos de propiedad intelectual, la prohibición de servicios y la exclusión del acceso a las licitaciones de contratación pública. De hecho, no hay duda de que los nuevos aranceles amenazados por Trump equivalen a “coerción económica”.
Aunque a menudo se achaca con razón la parálisis decisoria de la UE a su norma de unanimidad, esto no se aplica a la ICA, que una mayoría cualificada de Estados miembros puede activar (aunque el proceso de despliegue es largo). También se requiere una mayoría cualificada para rechazar cualquier medida de represalia que la Comisión proponga en virtud de este mecanismo. Así pues, la ICA tiene las características de un instrumento “federal”, y además eficaz. Su largo despliegue no es necesariamente una desventaja, ya que permite a la Comisión detener el proceso si se llega a un acuerdo con el oponente.
Y lo que es más importante, activar la ICA en una fase temprana indicaría la voluntad de la UE de desplegar su “bazuca”, mientras que anteriormente el bloque daba la impresión de querer evitar su uso a toda costa. Al tomar la iniciativa con la ICA y reactivar la amenaza de imponer aranceles a las exportaciones estadounidenses por valor de más de 100,000 millones de dólares, la Comisión señalaría que esta vez es mucho más lo que está en juego y demostraría su determinación de enfrentarse a Estados Unidos.
Cabe esperar que la perspectiva de un enfrentamiento de alto coste convenza a Trump de que desista de su amenaza o proponga negociaciones reales (en lugar de acuerdos unilaterales) para abordar los problemas de los servicios digitales. Los movimientos en esta dirección permitirían a ambas partes evitar perder la cara y restaurar cierta estabilidad y previsibilidad en la relación entre la UE y Estados Unidos.
Al mantener la ICA bajo llave, la UE corre el riesgo de dejar que su herramienta más poderosa contra la presión económica “se oxide hasta la obsolescencia”. La UE debe activarla ahora, tanto para apuntalar el apoyo en casa como para mostrar a la administración Trump -y al mundo- que tiene la voluntad política de asumir el papel que le corresponde en el nuevo panorama geopolítico.
El autor
Moreno Bertoldi es investigador asociado principal del Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacionales (ISPI).
El autor
Marco Buti es Catedrático Tommaso Padoa-Schioppa del Centro Robert Schuman del Instituto Universitario Europeo y colaborador externo de Bruegel.
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Cortesía de El Economista
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