
A falta de alternativas, los contrarios al movimiento de la Cuarta Transformación procuran, al menos, avivar la llama de la inconformidad. Hasta ahora con pocos resultados, a juzgar por los altos niveles de aprobación que mantiene el Gobierno de Claudia Sheinbaum. Luego de 7 años de argumentos fallidos para convencer a los ciudadanos de la supuesta perfidia o incapacidad del obradorismo, la crítica ha terminado por desgastarse. Se necesita demasiada ingenuidad para creer en la tesis del narco gobierno luego de que Sheinbaum envió a 52 capos a Estados Unidos. De haber existido algún pacto, el Gobierno habría sido el menos interesado en poner a sus supuestos cómplices en manos de otro gobierno.
Mucho más redituable ha sido la explotación del tema de la inseguridad. El efecto acumulado tras casi 20 años de violencia indiscriminada convierte a la opinión pública en campo fértil para sembrar miedo y exasperación. Muy probablemente la “batalla” decisiva entre la 4T y la oposición a la larga habrá de centrarse en la economía, pero por lo pronto es más explotable el tema de la violencia.
El problema para los adversarios del Gobierno de Sheinbaum es que se trata del terreno en el que ofrece mejores resultados en su primer año. La reducción de la cifra de homicidios dolosos es significativa, incluso si se considera el tema de los desaparecidos. De 87 asesinatos diarios se pasó a 54, es decir, una reducción de 37% en apenas 13 meses. Por vez primera en muchos años hay una estrategia de combate al crimen que está fructificando.
Eso no ha impedido que los medios críticos dejen de explotar el tema. La sensación de inseguridad es relativamente la más fácil de insuflar entre familias y comunidades. Consecuentemente, la prensa de oposición se ha lanzado a un pulso entre percepción y realidad. Enrique Peña Nieto terminó su gobierno con un promedio de 100 homicidios dolosos cada día, pero los medios de comunicación omitían dar cuenta de ellos. Quien quiera tomarse la molestia puede consultar las páginas de los diarios de esos meses. Hoy, que estamos llegando a la mitad de esa cifra, los muertos ocupan primeras planas de periódicos y cortinillas de noticieros, como si se tratase de un fenómeno en insoportable crecimiento.
Pero justamente porque está sucediendo lo contrario, es que no se citan cifras. A la prensa le basta con exponer los cinco o seis casos más sangrientos o llamativos del día. Y cuando se menciona algún número, suele ser el resultado de poner la lupa e ignorar el resto: “Crecen muertos en Guerrero, en 10 días más asesinatos que en todo el mes anterior”. En ningún momento se da cuenta de que en otras Entidades disminuyó la violencia, ni se reportará que un mes más tarde Guerrero regresará a cifras más modestas. Para entonces se buscará el dato más llamativo de cualquier otro lugar.
El único renglón que permite ofrecer cifras contundentes para magnificar la criminalidad es la extorsión. De allí que solo esta estadística sea utilizada en los titulares de noticias. Nunca el descenso en homicidios, robos en casa, comercios y carreteras, robo de vehículos; todos estos delitos han descendido casi a la mitad desde los tiempos de Enrique Peña Nieto. En cambio, la extorsión ha crecido 27%. Eso la convierte en la noticia estelar en la batalla por la opinión pública.
Sin embargo, hay una trampa en el manejo de esta información. Se trata del delito menos reportado porque conlleva una amenaza explícita de los delincuentes. A diferencia de otros crímenes, cuyo reporte suele ser a “toro pasado”, el de la extorsión es un flagelo en curso y delatarlo entraña un riesgo evidente. En realidad los diarios no divulgan el número de extorsiones reales, sino el de extorsiones denunciadas. Son estas las que han aumentado.
Intuitivamente se entiende que la extorsión ha adquirido modalidades de carácter “industrial” que antes no existían: a productores y comerciantes de un producto o cultivo en particular, o la generalización del derecho de piso en toda una población.
El Gobierno en cierta forma había operado contra su propia imagen al incentivar las denuncias y la promesa de atenderlas, sin haber resuelto realmente una fórmula efectiva para conseguirlo. El resultado fue el peor de los mundos: aumentó el número de denuncias, con lo cual se generó la percepción de que se trataba de un delito que crecía exponencialmente, pero no se montó una estrategia puntual para atenderlo de manera eficaz. Música para los oídos de la prensa crítica.
Una contradicción que no pasó inadvertida a la Presidenta. Hace cinco meses Claudia Sheinbaum reconoció públicamente que se trataba del único crimen que no había descendido y presentó una estrategia específica para combatirlo. Al 089, número dedicado explícitamente a reportar denuncias de manera anónima, se añadió un protocolo de respuesta rápida, unidades de atención especializada, amén de un incremento en la penalidad para este delito. En lo inmediato provocó un repunte en las denuncias, pero en los últimos tres meses ha comenzado a disminuir y hoy se registran 14% de casos menos diarios. Gracias a la atención a los reportes se han logrado prevenir 62 mil extorsiones.
Que la extorsión siga descendiendo dependerá de la estrategia en varios frentes, porque se trata de un fenómeno complejo. Respuesta rápida y protocolos eficaces para abatir la extorsión; bloqueo electrónico en prisiones e inteligencia digital para aminorar la extorsión virtual; control del territorio para neutralizar a mafias y cárteles que ordeñan a productores y comerciantes.
Supongo que a la larga el Gobierno conseguirá avances sustanciales, aunque también supongo que la prensa crítica encontrará la forma de ventilar el dato que dañe o el caso que indigne para sostener lo contrario.
Sin embargo, para los críticos será una batalla perdida, me parece. No pretendo minimizar el hartazgo que genera la violencia crónica en nuestro país, pero es irresponsable inflarla por motivos incendiarios o ignorar que algo por fin ha comenzado a mejorar. El riesgo para la oposición es que, al agrandar el fenómeno, también aumenta el mérito del Gobierno que logre un avance sustancial en la materia. Sin proponérselo, terminarán magnificando la figura de Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y, por extensión, el de su jefa.
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Cortesía de El Informador
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