“Louvre”. Así, tal cual el nombre del museo. Esa era la contraseña del sistema de cámaras del edificio más vigilado de Francia. Lo reveló el diario Libération, tras acceder a informes de la Agencia Nacional de Seguridad de la Información (ANSSI), que durante años alertó sobre vulnerabilidades informáticas graves. Nadie hizo nada.
El dato se conoció mientras seguía la investigación por el espectacular robo del 19 de octubre, cuando un grupo de ladrones se llevó joyas valuadas en 102 millones de dólares. El golpe fue audaz: una grúa, una ventana rota y una fuga a plena luz del día. Pero lo que vino después rozó lo tragicómico.
Mientras los fiscales rastreaban ADN y revisaban cámaras, las pericias técnicas dejaron al descubierto lo impensado: el Louvre, orgullo de la cultura universal, había protegido sus tesoros con una contraseña que cualquiera podría haber adivinado.
Auditorías ignoradas y sistemas obsoletos
Entre 2014 y 2025, la ANSSI hizo varias auditorías. En todas detectó fallas graves: contraseñas básicas y un software sin actualizar. El sistema Sathi, encargado de la videovigilancia, no tenía actualizaciones desde hacía años. El informe de 2025 fue contundente: el museo tenía “una seguridad digital insuficiente para una institución de esta magnitud”.
Nada cambió. La dirección del Louvre prefirió confiar en su prestigio más que en su tecnología.
Los ladrones, las joyas y la lección pendiente
Cuatro personas fueron acusadas, tres con pruebas de ADN, pero las joyas aún no aparecieron.
La fiscal parisina Laure Beccuau reveló que los sospechosos “no son criminales sofisticados”, sino obreros y trabajadores del norte de París. Lo que agrava la historia; ni siquiera hacía falta ser un experto para burlar el sistema.
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Cortesía de Página 12
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