
Bajo el lema “Vendrán las Flores”, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) se prepara para su edición número 39, que se celebrará del 29 de noviembre al 7 de diciembre de 2025 en Expo Guadalajara, con Barcelona como Invitada de Honor. En entrevista con EL INFORMADOR, su directora, Marisol Schulz Manaut, detalla la organización de una feria que este año alcanzará casi tres mil actividades, 900 autores invitados y una programación que, asegura, exige una revisión constante de los tiempos culturales y de la relación entre generaciones, formatos y voces emergentes.
Schulz, quien asumió la dirección en 2013, recuerda que su vínculo con la FIL se remonta a sus primeras ediciones, un trayecto personal que también da dimensión al reto institucional.
“Lo que más me conmueve es ver cómo algo que surgió de manera incipiente, pero bien fundamentada, ha llegado a lo que ha llegado. No deja de ser apabullante saber la responsabilidad que tenemos de dejar siempre esa vara no solamente más alta, sino continuar innovando y renovando la feria cada año”, afirma.
Al preguntarle cómo imagina los próximos años de la feria, Schulz apunta a una expansión tanto geográfica como temática. “Apuntamos a tener nuevas voces y mayor número de países que no han venido. Una asignatura pendiente que me encantaría resolver pronto es África. Siempre es ir más allá”, comparte.
Cabe señalar que la magnitud de la FIL demanda una estructura que, más que crecer, debe mantenerse en perfecta coordinación. Al respecto, Schulz explica que la Universidad de Guadalajara sigue siendo el núcleo de la organización, en particular en los programas literarios, académicos y de pensamiento.
“No lo hacemos solos. La feria tiene como parte fundamental a la Universidad de Guadalajara. El Comité Organizador trabaja los programas literarios, FIL Ciencia, FIL Joven, FIL Niños, FIL Profesionales y el área de pensamiento, que se desarrolla a través de los centros universitarios”, detalla.
A esto se suma el trabajo de las editoriales, que gestionan cerca de 700 presentaciones de libros, mientras que el equipo de la FIL se concentra en la asignación de salones, horarios y logística general. “Hay mucha gente que trabaja alrededor de esto; hay una parte de programación muy importante y de control logístico”, subraya.
La directora reconoce que la curaduría literaria nunca puede abarcarlo todo. De los 900 autores, explica, alrededor de 70 proceden de Barcelona, mientras que otros pertenecen al programa de FIL Pensamiento, FIL Niños o llegan por parte de editoriales y agentes literarios: “900 autores es una muestra mínima de lo que existe a nivel internacional. Cada editorial controla a sus propios autores; las editoriales se encargan totalmente de traer a los suyos y de organizar su estancia”, comenta.
Sobre la relación con la ciudad invitada, Schulz destaca que la negociación se desarrolló con rapidez y claridad.
“Desde un principio todo fue muy fácil. Casi de manera inmediata aceptaron este reto. Pusieron a gente muy profesional a cargo y cada una de las personas de Barcelona ha sido de lo más profesional y de gran trato”, señala.
Un equipo que sostiene la feria todo el año
Para dimensionar el trabajo que sostiene a la FIL, Schulz describe la estructura del equipo que la hace posible. “Somos 50 personas que trabajamos todo el año. Esta maquinaria, este andamiaje llamado FIL, es un edificio que se construye desde los cimientos. Cuando se abre la Expo, las cortinas suben y ese edificio toma forma”, resume.
Adaptarse a los formatos y tiempos actuales
La FIL se adapta de manera constante a los nuevos modos de lectura y a las transformaciones del consumo cultural. Para explicar esta tarea, Schulz recurre a una metáfora que sintetiza el compromiso del comité organizador: “Siempre he dicho que como comité organizador debemos tener una antena parabólica y estar pendientes de todo lo que ocurre: consumo cultural, formas de lectura, formas de comunicarnos. El equipo está muy atento y se nota”, asegura.
Esa atención permanente permite que la feria incorpore expresiones y prácticas que antes no formaban parte del ecosistema literario. La presencia de booktubers, las narrativas audiovisuales, los proyectos que surgen en redes sociales o las comunidades digitales de lectura ya no se entienden como fenómenos paralelos, sino como extensiones naturales del diálogo literario. Schulz subraya que estas nuevas plataformas no desplazan a la literatura: al contrario, amplían sus caminos, multiplican sus lectores y abren espacios para que más voces encuentren una forma de resonar.
Los estudiantes y las nuevas voces
Consultada sobre el papel de los estudiantes de Letras y su vínculo con la feria, Schulz ofrece una mirada precisa sobre los procesos que deben atravesar quienes aún no publican.
“Las voces estudiantiles no necesariamente son autores publicados. Tienen que comenzar en talleres literarios, revistas universitarias y otros cauces. Las ferias del libro quizá no son el mejor momento para que un estudiante se dé a conocer; es una etapa siguiente”, explica.
En cuanto a las voces emergentes en general, reconoce que la literatura atraviesa un momento de apertura temática determinado por los cambios sociales.
“Hay temas que hace 20 años no se hubieran tratado nunca. Vivimos en un Estado con una crisis de desaparecidos brutal y eso también se refleja en la literatura. Lo mismo ocurre con las identidades de género. Hoy es más abierto hablar de esos temas”, afirma.
Cita un ejemplo que marcó a su generación. “Cuando Luis Zapata publicó ‘El vampiro de la colonia Roma’ fue un escándalo. Hoy ese tema ya no nos escandalizaría. Eso muestra cómo cambian las lecturas sociales”.
“El vampiro de la colonia Roma” es considerada por algunos críticos como la obra clásica dentro de la literatura homosexual en México.
CT
Cortesía de El Informador
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