Fitch Ratings abrió la puerta a una eventual mejora crediticia para Pemex. La calificadora colocó en observación positiva la nota de la petrolera, actualmente en ‘B+’, tras el anuncio de una nueva transacción de gestión de pasivos por 9,500 millones de dólares.
Lo anterior representa un giro relevante en el respaldo del gobierno federal , un elemento que puede reconfigurar la relación entre Pemex y el soberano mexicano a los ojos de los mercados.
El posible cambio en la calificación no responde a una mejora operativa. Fitch mantiene la nota base de la empresa en ‘ccc-’, arrastrada por un apalancamiento extremo, una liquidez frágil y una estructura operativa deteriorada. Sin embargo, el nuevo programa de apoyo confirma lo que hasta ahora solo aparecía de forma intermitente: una voluntad explícita del Estado mexicano para mantener a flote a su empresa.
La operación anunciada permite a Pemex refinanciar vencimientos, ganar algo de aire y reforzar su vínculo formal con la Secretaría de Hacienda. Fitch anticipa que, si la transacción culmina con éxito, ajustará su valoración sobre la calidad del respaldo gubernamental. La evaluación de precedentes de apoyo pasaría de “no suficientemente sólido” a “fuerte”, lo que, según los modelos internos de la calificadora, permitiría subir la nota de Pemex dos peldaños, hasta la categoría ‘BB’.
El ajuste no se limitaría al respaldo financiero. Las recientes reformas permiten a la petrolera operar bajo un techo de deuda compartido con Hacienda, lo que, en términos prácticos, refuerza la supervisión gubernamental sobre sus decisiones estratégicas. Este nuevo esquema podría provocar una mejora adicional en la calificación, al elevar el subfactor de “toma de decisiones” de “fuerte” a “muy fuerte”.
Aun así, el estado financiero de Pemex permanece en terreno inestable. Al primer trimestre de 2025, la deuda total asciende a 101,500 millones de dólares. Solo en intereses, la empresa eroga 2,000 millones, monto equivalente a casi la mitad de su EBITDA trimestral. Fitch estima que su apalancamiento continuará por encima de 15 veces en el horizonte de calificación. Y aunque la operación de refinanciamiento aliviaría la presión inmediata, el perfil financiero seguirá en la cuerda floja.
La calificación también arrastra factores de riesgo no financieros. El pobre historial ambiental, social y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) cobra un peso creciente en la evaluación de Fitch. La calificadora destaca los múltiples incendios en activos clave, las fugas en oleoductos y las lesiones a trabajadores como eventos que erosionan la confianza operativa y reputacional de Pemex. La estrategia de gestión recibió una puntuación de relevancia ‘5’, la más alta en la escala de impacto negativo.
Durante años, la empresa ha operado bajo un régimen de subinversión. El deterioro acumulado de activos clave en upstream y downstream ha resultado en una caída persistente de la producción, mayores pérdidas en el negocio de refinación y un riesgo operativo elevado. La administración actual insiste en limitar la producción de crudo y profundizar en la refinación, una estrategia que compromete la flexibilidad financiera y mantiene viva la necesidad de rescates públicos.
Para Fitch, el mensaje es claro: el deterioro estructural continúa, pero el compromiso del gobierno federal marca una diferencia. La esperanza de una mejora crediticia no se sustenta en la salud de Pemex, sino en el blindaje que ofrece el soberano. El mercado observa con atención. Pemex aún debe demostrar que puede transformar el respaldo político en estabilidad financiera.
Cortesía de Expansión
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