Ford admite algo que nunca hubiéramos imaginado: los motores ya no importan y dejará que otros los fabriquen

Hubo un tiempo en que la identidad de un coche se resumía en el motor. El rugido, la cilindrada, la potencia bajo el cofre marcaban la diferencia entre un modelo y otro. Hoy esa época parece cosa del pasado. Ford acaba de admitirlo: los motores han dejado de importar a la mayoría de los compradores, y la compañía ya no planea diseñarlos como antes.

El vicepresidente de Ford, John Lawler, lo dijo sin rodeos en una conferencia internacional:  “No creo que los consumidores piensen realmente en los motores como lo hacían hace 30 años”. Esa frase resume un cambio cultural que no solo afecta a la marca estadounidense, sino a toda la industria. El qué, el cómo y el porqué se explican en una sola idea: la tecnología, no la mecánica, dicta la elección de un coche en 2025.

La decisión de Ford llega en un momento en el que el público busca pantallas más grandes, software más inteligente y sistemas de asistencia avanzados. El motor de combustión interna dejó de ser un símbolo y se volvió un componente más, casi invisible, dentro de un producto que hoy se compara con un teléfono o un electrodoméstico. A la gente le importa más el diseño interior y la conectividad que la cantidad de caballos de fuerza.

No es la primera vez que pasa. BMW transformó el Serie 1 de tracción trasera a delantera porque la gente ni siquiera sabían la diferencia. Las marcas aprendieron que la emoción al volante ya no vende tanto como el precio, la seguridad o la autonomía. Los motores pasaron de ser el alma a convertirse en una pieza intercambiable que puede venir de cualquier proveedor. Incluso algunos ya no permiten la revisión del aceite.

Motor en servicio de cambio de aceite.

Esa tendencia abre un nuevo escenario. Si el motor ya no define la esencia del coche, entonces puede comprarse a terceros. Mercedes-Benz lo hizo con Renault en su Clase A. Renault y Geely comparten una división entera dedicada a fabricar propulsores para múltiples marcas. Lo que antes era un orgullo de ingeniería ahora se terceriza como cualquier otro componente.

Lawler lo deja claro: en el futuro, los coches de Ford dependerá cada vez más de proveedores externos para las cadenas de producción. Los ingenieros se enfocarán en desarrollar software y autos eléctricos, que son los verdaderos campos de batalla. El motor pasará a segundo plano y las alianzas globales crecerán. 

Motor Ford

Motor 5.2L V8 supercargado con 760 HP del Ford Mustang Shelby GT500.

¿La involución de la cultura automotriz?

El papel de China es clave en esta transformación. Lawler aseguró que los costos de producción allí son 30% más bajos que en cualquier otra región del mundo. Con una capacidad extra de más de 10 millones de unidades, los fabricantes chinos esperan convertirse en la gran maquila de motores del planeta. Para Ford, resistirse a esa lógica sería un error estratégico.

El cambio cultural es profundo y genera debate. Los entusiastas del motor todavía defienden su importancia como el corazón de un coche. Sin embargo, la mayoría de los consumidores no quiere discutir sobre cilindros, torque o caballos de fuerza. Lo que buscan es un precio justo y un tablero que funcione como extensión de su teléfono.

Así, los coches se redefinen. No son ya máquinas que compiten por potencia, sino plataformas de servicios, pantallas con ruedas y símbolos de estatus digital. Ford entendió antes que otros que el futuro no depende de lo que ruge bajo el cofre, sino de lo que aparece en la pantalla central.

Cortesía de Xataka



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