Fue solo un accidente y la venganza de Jafar Panahi

Hoy, Jafar Panahi es noticia no por las bondades de su cinematografía, sino porque un tribunal revolucionario iraní lo condenó, en ausencia, a un año de prisión por propaganda contra el sistema, como informó uno de los abogados del cineasta. Y hoy Fue solo un accidente, ganadora de la Palma de Oro en Cannes este año, estrena en la Argentina.

Fue la primera película que le autorizó el régimen iraní luego de condenarlo a prisión y prohibirle filmar durante años, y ahora vuelven a dictarle prisión.

El éxito en el Festival de Cannes colocó al director de El globo blanco y Taxi como el único director en la historia en obtener los máximos galardones en los tres festivales de cine más importantes del mundo, tras el Oso de Oro en Berlín y el León de Oro en la Mostra de Venecia.

Fiel a su estilo -directo, sin eufemismos-, el realizador de Esto no es un filme plantea en la trama que un hombre que ha sido torturado durante el régimen cree reconocer a su torturador una noche. Al día siguiente lo secuestra, lo mete en su camioneta y cuando está a punto de enterrarlo -vivo- en el desierto, a Vahid le asalta la duda. ¿Ese hombre es Eghbal? ¿Es Pata de Palo, como lo conocían sus víctimas?

Este hombre que ahora está en la fosa que cavó Vahid, renguea porque tiene una pierna ortopédica, igual que quien lo atormentó en prisión. ¿Y si lo que está haciendo es cometer una injusticia moral, como la que hicieron con él?

Fue solo un accidente es tanto un thriller como un drama de trasfondo ético. Porque antes de hacer lo que desea -matarlo-, Vahid querrá estar seguro, y apelará a otras víctimas como él para que corroboren, confirmen lo que piensa. El problema es que, con los ojos vendados como estuvieron en cautiverio, no pueden saber si ese hombre es quien creen que es.

La venganza de un torturador no es nueva en el cine, y menos en la literatura. El reencuentro de una víctima y su victimario está en Portero de noche, o La muerte y la doncella. La historia que cuenta Panahi, quien sufrió en carne propia “interrogatorios” exhaustivos durante meses desde que fue aprehendido en 2010, y que escuchó otros relatos lacerantes, plantea el sitio, el lugar desde el que uno elige ubicarse ante la trama.

Fue solo un accidente es una fábula de una venganza postergada. No solo la de Vahid, sino la de todos a quienes ese tipo les arruinó lo que les quedó de vida. Cada uno tiene un motivo para desearle lo peor, pero ¿acaso no los convertirían en lo que más odian?

Panahi no apela a la metaficción, como hizo en varias oportunidades cuando no podía rodar, y lo hacía igual pero clandestinamente. Filmada igualmente de manera clandestina y con capitales franceses (es la película que Francia mandó al Oscar internacional), plantea si la justicia en su país es posible, o se debe hacer por mano propia.

Si cuando se proyectó en el Festival de Cannes, en mayo pasado, toda la historia de este cineasta que surgió de una familia pobre parecía salpicar la historia, la noticia de una nueva sentencia en su contra no hace más que agregarle, más que matices, leña al fuego.

Pero la película tiene sus valores más allá de todo lo que la rodea. Un espectador virgen, que no supiera nada de Panahi, igualmente se debería sentir conmovido, e interpelado por lo que ve.

Y ni que hablar de los últimos, angustiantes 10 minutos de la película.

“Fue solo un accidente”

Drama. Irán/Francia, 2025. Título original: “Yek tasadef sadeh”. 103’, SAM 13. De: Jafar Panahi. Con: Vahid Mobasseri, Mariam Afshari, Ebrahim Azizi, Hadis Pakbaten. Salas: Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta y Pilar, Showcase Belgrano y Norcenter, Atlas Patio Bullrich, Lorca, CineArte Cacodelphia.

Cortesía de Clarín



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