Gala por los 100 años de la Orquesta y el Coro Estables del Colón: cuerpos de excelencia y la celebración de estar vigentes

Celebrar un siglo de vida no es un gesto protocolar: es asumir una historia, revisitarla y proyectarla. La música -que atravesó estilos, idiomas y contextos dramáticos diversos- con la que la Orquesta y el Coro Estables del Teatro Colón eligieron conmemorar sus cien años se convirtió en la mejor radiografía de dos cuerpos artísticos que acompañaron, definieron y elevaron la identidad sonora del teatro más emblemático de la Argentina.

Desde su fundación, la Orquesta Estable ha sido más que el soporte instrumental de las temporadas líricas y ballet. Nacida bajo la impronta del maestro italiano Tullio Serafin y elevada luego por figuras como Erich Kleiber, la agrupación desarrolló una versatilidad que le permitió dialogar con los más grandes directores del siglo XX: Karl Böhm, Thomas Beecham, Wilhelm Furtwängler, Herbert von Karajan y Arturo Toscanini, entre otros. Su sonido se templó también gracias al aporte de instrumentistas extraordinarios, y su presencia en giras y conciertos dentro y fuera del país consolidó una tradición.

El Coro Estable, creado en 1925, completa esta herencia. Con integrantes, que llegaron a más de cien, formados no sólo en técnica vocal sino en actuación, su rol en las producciones de ópera fue decisivo. Bajo la guía de directores como Achille Consoli, César Stiattesi y Rafael Terragnolo, el conjunto trazó una línea interpretativa que sobrevivió al paso del tiempo y a los cambios de estética. Hoy, bajo la dirección de Miguel Martínez, suena compacto, dúctil y sólido dramáticamente.

Para esta celebración, la elección del repertorio funcionó como un homenaje a los lenguajes que la Orquesta y el Coro han sabido habitar. La noche abrió con Alexander Nevsky de Prokófiev, una partitura monumental cuya épica se apoya en una alianza indivisible entre orquesta y coro. El empaste, el fraseo colectivo y la solidez en los fortissimi dejaron claro por qué estas dos agrupaciones son, desde hace décadas, el corazón del Colón.

Un momento particularmente emotivo llegó con la participación de Guadalupe Barrientos en el número El campo de los muertos. La mezzosoprano ofreció una intervención de gran hondura. Su timbre cálido y la línea sostenida dieron a la escena una dimensión humana que contrastó con la monumentalidad del resto de la cantata.

En la segunda parte, el programa recorrió distintos hitos del repertorio operístico y también tuvo su momento emotivo con la participación de Mario Perusso en la dirección de la Obertura de La forza del destino, con su dramatismo expansivo y su juego de destinos cruzados, permitió que la orquesta desplegara un sonido pleno, bien equilibrado entre la densidad de los metales y la tensión de las cuerdas.

El coro Gli arredi festivi de Nabucco reforzó el carácter celebratorio de la noche: precisión rítmica, colores claros y una emisión homogénea que sostuvo el pulso teatral. El maestro dejó el escenario con un aplauso intenso por parte del público y de los músicos, y la emoción recorrió la sala.

El viaje continuó con Mascagni bajo la dirección nuevamente de Beatrice Venezi: el Intermezzo de Cavalleria rusticana -de lirismo casi cinematográfico- ofreció un momento de respiración contenida, mientras que Regina coeli… Inneggiamo mostró al coro en su zona más natural, vibrante y expresiva. En este número, nuevamente con la intervención de Barrientos, la mezzo desplegó una emisión firme y luminosa, perfectamente imbricada con el coro; su presencia escénica y la naturalidad con la que se proyectó por encima de la masa coral aportaron un brillo especial a la emblemática página de Mascagni.

El Coro de la Kermesse de Fausto aportó liviandad, ritmo y una energía casi coreográfica, sostenida por una orquesta flexible, que evitó la pesadez y favoreció la fluidez narrativa. Luego, el Intermezzo de Manon Lescaut permitió que la cuerda brillara con amplitud, logrando esa mezcla de nostalgia y tensión que caracteriza a Puccini.

El cierre -inevitablemente festivo- llegó con la Marcha triunfal Gloria all’Egitto de Aida, una obra que en sí misma despliega todos los recursos que un teatro lírico puede ofrecer: masas corales, brillo orquestal y un sentido de monumentalidad que el público reconoció de inmediato. La sala respondió con ovaciones prolongadas, conscientes de estar celebrando no sólo un aniversario, sino un legado vivo.

Como cierre, la orquesta y el coro ofrecieron Va, pensiero a modo de bis: el emblemático coro del tercer acto de Nabucco que resonó como un gesto de unión.

A lo largo de las décadas, Orquesta y Coro Estables han acompañado el pulso cultural del país, sosteniendo temporadas complejas, estrenos memorables y colaboraciones con artistas legendarios. Este concierto de celebración no buscó la nostalgia fácil: fue, más bien, la afirmación de una vigencia.

Intérpretes: Coro Estable y Orquesta Estable del Teatro Colón; Beatrice Venezi, directora; Guadalupe Barrientos, mezzosoprano; Miguel Martínez, director coro Función: Domingo 7 de diciembre Lugar: Teatro Colón.

Cortesía de Clarín



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