Como esa adrenalina post función pero sin aplausos ni platea, Georgina Barbarossa -y su sweater naranja flúor a prueba de días grises- saluda encendida. “Son ganas de vivir”, dirá ella, pero no sin antes justificar la escena a poco de terminar el ciclo que lidera en las mañanas de Telefe (A la Barbarossa) y ya con seis horas despierta.
“Me levanto a las 6, que es lo que más me cuesta. Encima van a ser dos noches que duermo pésimo, porque estuve sin luz, agua ni calefacción y me tuve que comprar un despertador en el chino por si me quedaba sin batería en el celular”, admite la actriz y conductora, esquivando la odisea de cables hasta llegar a su camarín. “De acá me voy a hacer gimnasia, tres veces por semana y a depilarme las cejas, porque ayer me tocó manos”, enumera Georgina Barbarossa.
Pero de otra hazaña, una que la devuelve al set sin cucaracha o rutina televisiva, habla la anfitriona y artista. “Estaba muy nerviosa de volver a actuar. Me preguntaba si iba poder sugerir, aportar, pero fue muy distendido, me relajé y enseguida me puse a jugar”, dice con el carnet actoral “al día” en Viudas negras.
Comedia negra de Flow y TNT que además de ser la más vista de la plataforma a un mes de su lanzamiento, despertó una impensada grieta twittera a raíz de que dos vecinas de Nordelta expusieran su descontento por la representación de las mujeres de barrio privado. Y que la misma Malena Pichot, su creadora, calificó desde el humor como una “promo que no tiene precio”.
“Nos hubiésemos reído mucho más si supieran cómo son las mujeres de Nordelta. No nos vestimos así, ni usamos chatitas ni hablamos con la papa en la boca. Si uno va a estereotipar, tiene que hacerlo bien”, apuntaron sobre la ficción que integra Barbarossa.
“Yo soy una actriz que conduce, que me hice en el teatro y volver a actuar es una alegría. Pasó lo mismo que cuando grabábamos tiras, los tiempos son más cortos, pero se vuelven tu familia del momento. Hoy en la tele hay programas que te gustan más que otros y este magazine empezó de una manera, pero la actualidad te va llevando. Hace 15 días era más político, pero lo maneja el público y el maldito rating”, aclara.
-¿Por qué maldito?
-Porque cuando yo empecé en televisión no existía el minuto a minuto ni trabajaba con cucaracha. Me ponían carteles. Se podía decir cualquier cosa y era todo más relajado. Yo también era más joven y era una atrevida. Pero eran otras mañanas y otra Argentina. Están pasando cosas muy duras y hay temas que me tocan más que otros. Cuando desaparecen chicos es lo que más me destroza el corazón.
Además, no se puede creer lo que suben los famosos a redes. Hay gente que no es feliz y vive para jorobar al otro. En un punto es un conventillo permanente.
Maestría en cinismo
-¿Volver a actuar fue un recreo a esta dinámica voraz?
-Ay, sí. Los programas de chimentos existieron siempre y siempre nos encantaron. El que te dice que no lo ve, es mentira. Pero armar un personaje, cómo se viste, cómo camina, es una alegría. Cuando fui a grabar hacía rato que habían arrancado, porque lo mío es una participación especial, como la mamá de Pilar Gamboa.
Para descubrir a Barbarossa en la serie, también disponible en HBO Max, es condición maratonear al menos el primer tramo de los 8 episodios. Y es una vez que su personaje entra en acción, con una maestría en cinismo exacerbado, que la popular intérprete consigue, sin ser protagonista ni elenco principal, redireccionar los reflectores.
“Esta mamá es nefasta, de cuarta. Además a Julián Lucero, que hace de mi hijo y es calvo me lo crucé fuera de set y no lo reconocí porque grabó con un quincho engrasado en la cabeza”, comenta.

-¿De todas tus madres de ficción, esta es la más inimputable?
– Había hecho otra muy mala y asquerosa en Ciega a citas, Manucha. Pero esta es resentida, cursi, grasa, con una mala leche que no me cuesta porque si quiero soy malísima, jaja. También me gusta montarme y cuanto más fea es la ropa, uñas, mejor.
-¿Te quedaste con ganas de encarnar a una viuda negra?
-Me hubiese encantado. Esos personajes que están al límite y te permiten soñar. Yo he hecho hasta circo, de todo. Por eso es raro que veas a un actor viejo. Los actores no somos viejos, ¿entendes? Va por otro lado. Uno que está todo encorvadito, hecho bolsa, sale al escenario y tiene una luz que te morís.
-Con tu trayectoria podrías haber pedido una mayor centralidad en cartel porque tu personaje aparece bastante avanzada la trama. ¿No te movés con esas cartas?
-No tengo cosas de divismo. Bueno, me dieron este camarín que me encanta y es fantástico. Pero soy siempre una más en el equipo. En teatro, acá o en estas series en plataformas donde sabés que todo es más cortito y muy costoso. Después me enteré que Malena venía rompiéndose el alma y estaba en todas las escenas al lado del director, porque además de protagonista y guionista es, ¿cómo es que se dice?
-Showrunner.
–Me encanta. Yo le digo Head and Shoulders. Malena tiene un empuje y polenta que podría ser mi hija. Es más, si me decís si quisiera hacer en este momento el programa y otra ficción, te digo: ¡ya! En su momento me hubiese gustado filmar la película que después no se hizo de Marta Oyhanarte, porque yo era parecida a ella. Me ofrecieron alguna biopic, pero dije que no porque el proyecto no me gustaba.
Y sentencia: “Lo que no puedo es teatro. No voy a tener bien la voz, porque tenes que dormir 8 horas y no estaría de humor para venir a la mañana”.
El dolor de decir no
-¿Le bajaste la persiana a muchas propuestas?
-Todos los días, todas las semanas. He dicho no a proyectos maravillosos de teatro, a veces llorando, te juro. El año pasado llegué a ensayar dos meses una obra y me di cuenta que no iba a poder. Yo tengo que estar muy actualizada. No es que llego al programa y me dan los temas. Ya estoy leyendo todos los diarios, viendo televisión. Por más que no hablemos de Trump, tengo que saber por si, de repente, pasa algo.

-Debe ser halagador también mantener la vigencia “al día” con la coyuntura actual. ¿No te da culpa ser exitosa?
-No, ya bastante hice y hago terapia como para tener culpa. Yo rezo muchísimo, desde que me empiezo a duchar. Y antes de entrar a escena o empezar el programa, vuelvo a rezar, invoco. Agradezco todos los días del señor porque es un momento del país y del mundo dificilísimo.
Cuando voy al teatro a esas salitas con 50 butacas pienso: “¿Cómo comen estos chicos?” Hacen varias obras para poder morfar y me da ternura. Los actores se van a reinventar.
Y retoma: “Hacer actualidad, estar vigente y en contacto con gente joven, productores y panelistas, me da orgullo y me siento útil. Porque llegamos a lugares donde el fiscal, abogado o comisario no van y son voces que si no, no se escuchan”.
Video
Teaser de “Viudas negras: P***tas y chorras”
-Por momentos, sos más mediadora que conductora, porque el mismo formato con panel cada vez más picante te lo exige. ¿Hay que tener otro temple?
-Trato de poner paños fríos y siento que soy como la mamá, por más que son mujeres grandes. Sin que sea un caos, me gusta que haya distintas posiciones y expresarnos libremente. Y aunque está cada vez más difícil en este país, son los ideales por los que lucho y brego. Podés disentir, pero no es necesario ser agresivo con el otro. Demasiado agresivo está el mundo. Fundamentalmente, cuando se habla de política.
A mí me causa gracia que me para la gente en la calle y me dice: “cómo me río con vos a la mañana”. Y digo: ¿de qué? ¡Porque los temas son tremendos! Yo salgo arrastrándome.
Y sin salir de su sorpresa, destaca: “También se me acercan madres y abuelas que llevaron a sus hijas a verme en Doña Disparate. ¡Ya son tres generaciones! La última vez que hice la obra fueron las hijas de mis amigas con nietos y en ese momento todavía no estaba mi nieta Julia, pero me planteé en algún momento volver a hacer la obra solamente para que la vea ella”.
A su regreso a casa “donde estuve viviendo un tiempo con una sobrina que vino de Córdoba”, todavía le resta la rutina de entrenamiento. “Ahora ella se mudó con el novio y me quedé sola con López (su perro), que hace mucho no me pasaba. Viví 12 años con mi mamá que ya tenía 92 y pude acompañarla hasta último momento. (Falleció en 2020) Por más que se me hace un nudo en el pecho, ya estaba viejita y los médicos me decían: “Georgina, ya está. No es lo mismo si vos no te despedís”, aclara.

-¿Es otra cicatriz?
-Cuesta mucho salir y no es que salís. La herida se va cerrando de a poco, pero te queda. Para nosotros fue tremendo poder surfear la ola (Su marido “El Vasco” Lecuna fue asesinado en 2001). Pero no es imposible y algún día te volves a reír. Yo rezaba y hacía meditaciones para poder volver a reírme, porque no puedo vivir triste toda mi vida. Hasta que a los 3, 4 años con Marley en Costa Rica nadando en una playa divina no sé qué estupidez dijo y empecé a reír a lo bestia. Y a llorar, porque me conmovió.
Por eso en el programa siento empatía por la gente que pierde a alguien. Sé lo que sienten y ellos saben que yo sé. Las víctimas nos reconocemos. Desde el denominador común del dolor.
A veces me siento el gran Quijote, peleando contra los molinos de viento, pero siempre pienso que se puede. Yo te pongo la palabra “sí” adelante. Si me pones el no de entrada, para mí no existe.
Cortesía de Clarín
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