Hace 30.000 años, una odisea en canoa cambió la historia: hoy la recrean para resolver un gran misterio

Cuando los arqueólogos japoneses Yousuke Kaifu y Yu-Lin Chang se propusieron cruzar el mar en una canoa de tronco tallado con herramientas de piedra, no lo hicieron por nostalgia ni por romanticismo. Querían comprobar si nuestros antepasados paleolíticos, hace unos 30.000 años, podían haber navegado desde Taiwán hasta las islas Ryukyu —en el actual Japón— enfrentándose a uno de los océanos más difíciles del planeta. ¿Fue posible aquel viaje sin brújula, mapas ni velas? ¿Qué tipo de tecnología y conocimiento necesitaron?

La respuesta no es solo un experimento exitoso: es una combinación de arqueología experimental y simulación oceánica que demuestra la capacidad técnica y estratégica de Homo sapiens en un momento clave de su expansión por Asia. En el artículo Traversing the Kuroshio: Paleolithic migration across one of the world’s strongest ocean currents (Science Advances, 2025), Chang, Kaifu y sus colegas explican cómo recrearon las condiciones de un viaje prehistórico para resolver un enigma milenario: cómo se colonizaron islas remotas cuando aún no existía la navegación a vela.

Una canoa para cruzar el tiempo

En 2019, un equipo multidisciplinar construyó una canoa de 7,5 metros, llamada Sugime, a partir de un único tronco de cedro japonés. Las herramientas utilizadas eran réplicas fieles de las que habrían existido hace 30.000 años. Cinco personas —cuatro hombres y una mujer— se embarcaron sin instrumentos modernos, orientándose únicamente por el sol, las estrellas y las corrientes marinas. Tardaron más de 45 horas en recorrer 225 kilómetros, desde la costa este de Taiwán hasta la isla de Yonaguni, sin ver tierra durante más de la mitad del trayecto.

“El bote llegó a la isla de Yonaguni (…) tras haber viajado 225 km en 45 horas y 10 minutos, usando el sol, las estrellas, las olas y otros signos naturales para determinar la dirección”, escriben los autores. La canoa no solo resistió: demostró que una embarcación sin vela y bien construida podía desafiar el temido Kuroshio, una corriente oceánica con velocidades superiores a 1 metro por segundo.

Fuente: kahaku.go.jp

Simular el pasado para entender el futuro

Aunque impresionante, una sola expedición no basta para establecer verdades científicas. Por eso, el equipo llevó a cabo numerosas simulaciones por ordenador para modelar viajes posibles tanto en condiciones actuales como en escenarios del Paleolítico superior. Para ello, utilizaron tres modelos oceánicos diferentes (JCOPE-T DA, JCOPE-T y JCOPE-P), capaces de reproducir las corrientes en el Pacífico occidental con gran precisión.

Los resultados mostraron que el éxito del cruce dependía en gran medida de la elección del lugar de partida, la estación del año y el ángulo de remado. Por ejemplo, salir desde el norte de Taiwán, en lugar del sur, ofrecía muchas más probabilidades de llegar a destino. En las simulaciones, remar ligeramente hacia el sureste —y no en línea recta— permitía compensar la fuerza del Kuroshio, que de lo contrario arrastraba la canoa demasiado al norte.

En palabras del artículo, “una condición esencial para tal éxito era reconocer la Kuroshio y remar hacia el sur para contrarrestar esta fuerte corriente”. Este conocimiento no es trivial: implica una familiaridad profunda con el entorno marino, algo que solo podría adquirirse con experiencia repetida en el mar.

Fuente: kahaku.go.jp

Estrategia, no azar

La idea de que los primeros humanos llegaron a islas lejanas simplemente flotando a la deriva ha perdido fuerza. La evidencia presentada en este estudio apoya claramente que hubo intención y estrategia en estos viajes marítimos. Las comunidades paleolíticas que vivían en Taiwán probablemente salían a pescar en pequeñas embarcaciones, observaban el comportamiento de las corrientes y desarrollaban nociones rudimentarias —pero efectivas— sobre navegación.

Esto encaja con una hipótesis planteada por Kaifu en estudios anteriores: que los pueblos antiguos “podrían haber acumulado conocimiento sobre las corrientes marinas a través de la experiencia con embarcaciones de pesca derivando accidentalmente”. La capacidad de regresar a casa después de esos viajes accidentales habría permitido construir mapas mentales del entorno oceánico.

Fuente: kahaku.go.jp

El viaje como punto de no retorno

Una conclusión notable de la investigación es que estos viajes debieron ser unidireccionales. Es decir, quienes se aventuraban a cruzar hacia Yonaguni lo hacían sin planes de regresar. “Aunque podría haber sido posible volver navegando al sur de la Kuroshio, tal plan no podía ejecutarse sin conocimiento detallado del patrón de flujo a gran escala”, afirman los investigadores.

Esto añade una dimensión humana y dramática a estas migraciones. No eran simples desplazamientos: eran decisiones de ruptura, tal vez motivadas por conflictos, escasez o exploración. En cualquier caso, implicaban una voluntad clara de afrontar riesgos, y probablemente una organización social compleja para preparar el viaje y garantizar la supervivencia al llegar.

El valor de combinar arqueología y simulación

La metodología del estudio es ejemplar. Combina la recreación práctica —la expedición de 2019— con herramientas avanzadas de simulación por ordenador, capaces de modelar condiciones oceánicas de hace decenas de miles de años. Esta dualidad permite no solo confirmar la viabilidad de un cruce, sino entender las condiciones mínimas necesarias para que ocurriera con éxito.

Por ejemplo, los modelos muestran que remar directamente hacia el noreste con velocidad insuficiente llevaba casi siempre al fracaso, mientras que ajustar el rumbo y remar al sureste, incluso a velocidades moderadas, podía permitir la llegada a Yonaguni en menos de 43 horas. Este tipo de datos permite establecer escenarios realistas para entender cómo fue posible la colonización de islas que ni siquiera eran visibles al inicio del trayecto.

Una lección del pasado para el presente

Este estudio no solo nos habla de cómo vivían nuestros antepasados. También lanza un mensaje sobre la capacidad de adaptación y exploración de Homo sapiens. Frente a un entorno hostil, sin mapas ni brújulas, estos grupos humanos desarrollaron tecnología y estrategias para conquistar nuevos territorios. Esto exige una combinación de conocimiento, trabajo en equipo y audacia que sigue siendo inspiradora hoy.

Tal como escriben los autores: “la expansión marítima del Paleolítico en el Pacífico occidental implicó tanto tecnología avanzada como desafíos estratégicos”. Una afirmación que resume el espíritu del estudio y que ayuda a revalorizar la inteligencia práctica de nuestros antecesores.

Referencias

  • Yu-Lin K. Chang, Yasumasa Miyazawa, Xinyu Guo, Sergey Varlamov, Haiyan Yang, Yousuke Kaifu. Traversing the Kuroshio: Paleolithic migration across one of the world’s strongest ocean currents. Science Advances, 11, eadv5508 (2025). DOI: https://doi.org/10.1126/sciadv.adv5508.

Cortesía de Muy Interesante



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