Entró un pelado al estudio. Irreconocible.
Había sido el chico más hermoso de la psicodelia inglesa, un dark quince años antes de The Jesus and Mary Chain. Mirada negra, pelos explotados al viento, podía haber sido modelo.
Era Syd Barrett, fundador de Pink Floyd, la chispa de todo. Pero esa tarde de 1975, en Abbey Road, entró otro: gordo, rapado, con gesto vacío. Al principio nadie lo reconoció. Cuando alguien murmuró que era Syd, el aire se congeló. Roger Waters se quebró. David Gilmour lo recordaría décadas después en la BBC: “No podía mirarlo. Era como un fantasma.”
Wish You Were Here ya estaba casi terminado. Pink Floyd había pasado de ser banda under de clubs lisérgicos a gigante planetario gracias a The Dark Side of the Moon. Ahora, en pleno verano del ’75, grababan un disco distinto: no sobre fama, dinero o tiempo, sino sobre un hueco. El agujero negro que dejó Barrett.

Shine On You Crazy Diamond arranca lento, con una nota de Gilmour que parece flotar sobre la sala. Waters escribe: “Now there’s a look in your eyes, like black holes in the sky.” La visita inesperada de Barrett, irreconocible, hizo literal lo que ya estaba en la letra. El fantasma estaba vivo y sentado frente a ellos.
El disco y sus canciones
Son apenas cinco canciones, pero cada una ocupa casi un lado entero. Un formato que habían probado en vivo: desde la gira de Dark Side, ya tocaban fragmentos de lo que serían Shine On o Have a Cigar.
Shine On You Crazy Diamond: nueve partes divididas en dos bloques. Un réquiem eléctrico. La guitarra de Gilmour como sirena; los teclados de Wright construyendo un muro de niebla. Es Barrett convertido en música.
Welcome to the Machine: sintetizadores como puertas metálicas cerrándose. La industria vista como una máquina que tritura carne y sueños. Y Waters que te canta como si leyera un expediente.
Have a Cigar: sátira frontal al negocio. La voz es de Roy Harper porque ni Waters ni Gilmour querían poner la cara. El verso “¿Cuál de ustedes es Pink?” venía de un ejecutivo real que no sabía ni el nombre del grupo.
Wish You Were Here: guitarra acústica grabada como si viniera de una radio vieja. El diálogo entre dos guitarras —la de Gilmour y la que suena “a distancia”— refuerza el concepto: hablarle a alguien que ya no está.
La producción también cambió. Alan Parsons no estuvo; lo reemplazó Brian Humphries, ingeniero de la gira de Dark Side. Abbey Road ardía de calor y el grupo trabajaba con las ventanas abiertas, mientras afuera Londres era otra cosa: el glam ya se apagaba, la disco empezaba a brillar. Pink Floyd entregaba un disco de duelo y crítica en plena fiebre de brillo.
No fue recibido con unanimidad. Algunos críticos lo vieron como más pesado y menos inmediato que Dark Side. Pero con el tiempo quedó como puente: entre la perfección pulida de 1973 y la furia política de Animals en 1977.
Entre Dark Side y Animals
La obra forma parte de lo que hoy es una trilogía perfecta: The Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975) y Animals (1977). La luz y el espacio exterior en el primero; la ausencia mineral en el segundo; la furia política y orwelliana en el tercero.
En Dark Side, Floyd había convertido un haz de luz en caleidoscopio. En Animals, la iconografía del cerdo sobre Battersea dio forma al pesimismo británico de los ’70. Wish You Were Here es el puente: la herida de un amigo convertido en sombra.
De Barrett al presente
Barrett, mientras tanto, ya había editado dos discos solistas, The Madcap Laughs y Barrett. Canciones desbordadas, bellas y frágiles, como si las hubiera escrito con los cables pelados de su cabeza. Después desapareció en Cambridge con su madre. Su caída, acelerada por el ácido, lo convirtió en leyenda oscura, el Van Gogh del pop.

La influencia siguió: Radiohead tomó el clima para su propio lamento en Videotape. The Cure (que en sus comienzos tocaban en vivo Set the controls for the heart of the sun) heredó esa melancolía oscura que Barrett inventó antes de tiempo. Tame Impala levantó la psicodelia introspectiva y la trajo al siglo XXI. Y pibes que hoy suben historias con Arctic Monkeys también encuentran en Spotify ese disco y sienten la misma punzada: la de perder a alguien que no vuelve.
Tapas negras y hologramas
En agosto de 2025, las portadas de Pink Floyd aparecieron en negro en Spotify y Apple Music. El gesto replica el plástico negro que cubría la edición original de 1975 y forma parte de la campaña de reediciones que incluirá vinilos remasterizados y box sets con material inédito.
Y hay más: David Gilmour dejó abierta la posibilidad de un espectáculo con hologramas en la Sphere de Las Vegas. Un show de avatares digitales al estilo ABBA que reaviva las preguntas sobre el futuro de la obra de Pink Floyd en la era de lo virtual.
Cincuenta años después, Wish You Were Here sigue siendo el disco de la ausencia. Waters, Gilmour, Wright y Mason lo grabaron con Barrett ya convertido en sombra.
Su reaparición en Abbey Road fue el espejo del verso que lo resume todo: “Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo.”
Cortesía de Clarín
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