
Como habrá visitas, se limpió la casa, pero no se bañó el anfitrión. Ha comenzado la cuenta regresiva para la celebración del Mundial de Futbol 2026, que bien puede incluir un torneo de regata y natación, a menos que además de limpiar la casa, también se actualice su infraestructura hidráulica.
Por lo pronto, la plaza de los muchos nombres, ubicada a espaldas de la Catedral, se observa por completo cercada, incluyendo el Teatro Degollado. De igual manera, continúan los trabajos en la carretera a Chapala o, mejor dicho, al aeropuerto, para que el millón y medio de personas que vendrán para ver los tres partidos que se jugarán aquí, y que desde luego no cabrán en ninguno de nuestros estadios, si llegan por avión, puedan fácilmente entrar y salir de la ciudad sin tener que enfrentar el embotellamiento vehicular de todos los días, mismo que hasta la fecha no da pistas de quererse solucionar a fondo. Aquí una autopista al aeropuerto que no vaya por la carretera de Chapala resulta impensable, y un segundo piso nos da vértigo por la aversión de escritorio que se tiene a favorecer el tráfico vehicular.
Una remozada más al Centro Histórico no está mal; con suerte, ahora sí se invertirá en sincronizar los semáforos, instalar semáforos peatonales, agilizar el flujo de autos, poner baños públicos para las personas en condición de calle, más dormitorios para que no deban pasar la noche en los portales dando la apariencia de damnificados, puestos de salud que los atiendan, sobre todo si presentan problemas de tipo mental, y alguna solución inteligente al incontenible arte de los grafitis, cuyos autores tienen una especial predilección por las fachadas recién pintadas.
Cabe suponer que el mismo cuidado de las apariencias tendrá lugar en los espacios aledaños a los estadios y las avenidas que conducen a ellos. Sería igualmente encomiable que, de manera preventiva y por si a alguno de los cientos de miles de turistas que vendrán se le ocurre ir a los famosos mercados populares, de perdida un día o más se dedicaran únicamente a lavarlos, restregarlos, higienizarlos, aunque la escalera eléctrica del Corona esté peor que la SNTE en lo que a servicios se refiere, y los pasillos y escaleras del Alcalde y del emblemático San Juan de Dios tengan ya gruesas capas de mugre históricamente acumulada, junto con ese increíble apeñuscadero de puestos que se da en este último.
Pero hay algo que definitivamente no sabemos cómo se vaya a manejar, porque una cosa es limpiar y embellecer por lo menos algunos lugares de la ciudad, y otra muy distinta es educar a su agresiva población, particularmente a quienes conducen autos, camiones de transporte público y, sobre todo, motos. Nadie desconoce que la rebelión de las motos es mundial y en todas partes muestra la ausencia de civismo de muchos de sus conductores; en Guadalajara también muestran la ausencia de autoridad en nuestra ciudad, pues aquí todo mundo hace lo que quiere sin que haya quien se lo impida o, en su defecto, lo sancione. En este asunto somos una ciudad de infinitas libertades tomadas por los motociclistas, que se han engrandecido precisamente por la falta total de vigilancia y el hecho alentador de la impunidad. Nuestras autoridades siguen pensando que hacer cumplir las leyes les resta votos para el siguiente trampolín electoral. Tal vez si hubiera una Secretaría de Vialidad y, además, funcionara, este fenómeno pudiera por lo menos limitarse.
Cortesía de El Informador
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