En medio del árido y silencioso desierto de Ocucaje, en la costa central de Perú, un equipo de paleontólogos ha sacado a la luz un descubrimiento que parece sacado de una novela de aventuras: un esqueleto fosilizado de un ancestro de las marsopas actuales, perfectamente conservado, con una antigüedad estimada de entre 8 y 12 millones de años.
Lejos del mar que hoy se encuentra a decenas de kilómetros, esta criatura marina emergió del polvo y la roca de una región que, hace millones de años, fue un océano rico en biodiversidad. Este hallazgo no solo arroja nueva luz sobre las especies marinas que habitaron América del Sur durante el Mioceno, sino que también ofrece pistas cruciales para comprender cómo ha evolucionado el litoral del Pacífico en esta parte del mundo.
Un desierto que fue mar
La paradoja no pasa desapercibida: un animal marino encontrado en pleno desierto. Pero la geología tiene su propia lógica. Durante más de 45 millones de años, lo que hoy conocemos como el desierto de Ocucaje estuvo sumergido bajo las aguas del antiguo océano Pacífico. A lo largo de ese tiempo, se formó lo que los científicos llaman la formación Pisco, una auténtica cápsula del tiempo que ha preservado con increíble detalle esqueletos de ballenas, tiburones, focas, pingüinos y, ahora, un delfín ancestral.
El esqueleto, que mide aproximadamente 3,5 metros de longitud, ha sido identificado como perteneciente a un pariente extinto de las actuales marsopas. Su morfología, con un cuerpo hidrodinámico y una estructura ósea robusta, sugiere que se trataba de un nadador eficiente, adaptado a un mar entonces templado y lleno de vida. A diferencia de los delfines modernos, este ejemplar muestra características que lo sitúan en un momento evolutivo de transición, cuando los cetáceos aún conservaban ciertos rasgos primitivos.

Una ventana al pasado
Los científicos que participaron en el hallazgo no han ocultado su entusiasmo. Y no es para menos. El estado de conservación del fósil es excepcional: el cráneo, la columna vertebral y buena parte de las aletas están intactos, lo que permitirá estudiar no solo su anatomía, sino también su biomecánica y sus hábitos alimenticios.
Esto abre la puerta a preguntas fascinantes: ¿Cómo se movía en el agua? ¿Qué comía? ¿Vivía en grupos, como los delfines actuales, o era un cazador solitario? ¿Qué papel desempeñaba en su ecosistema? El análisis de su dentición y de la estructura de su oído interno podría proporcionar respuestas a estas incógnitas en los próximos meses.
El descubrimiento fue presentado esta semana en el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico de Perú (INGEMMET), en Lima. Tal como informó la agencia Reuters, el fósil fue desenterrado en julio, a unos 350 kilómetros al sur de la capital, y forma parte de una colección que documenta la rica historia marina del país andino. Según el paleontólogo Mario Urbina, uno de los responsables de la excavación, la costa peruana actuaba como una especie de “gran hotel” para la vida marina. Las montañas paralelas a la costa creaban un entorno protegido, sin corrientes fuertes, ideal para la reproducción de múltiples especies.
La región de Ocucaje es hoy un desierto inhóspito, pero hace millones de años era una zona costera rica en nutrientes, capaz de sostener una cadena trófica compleja. Las capas geológicas del lugar lo demuestran: en ellas descansan, perfectamente conservados, esqueletos de ballenas enanas, tiburones, cocodrilos marinos y aves gigantes.
BBC Newsround, que también cubrió el hallazgo, señaló que este tipo de fósiles son claves para entender no solo la evolución de las especies marinas, sino también cómo ha cambiado la geografía del litoral peruano a lo largo de los milenios. La zona, explican, permaneció sumergida durante unos 45 millones de años, un periodo en el que los sedimentos marinos fueron acumulando los restos de animales que murieron en lo que entonces era un ecosistema marino muy activo.
Una región que no deja de sorprender
Este no es un caso aislado. En abril de 2024, investigadores peruanos anunciaron el hallazgo del cráneo fosilizado del delfín de río más grande conocido hasta la fecha, que habitó lo que hoy es la Amazonía. También en la zona de Ocucaje, en 2023, se encontraron restos de un tiburón prehistórico emparentado con el gran tiburón blanco.
Todo esto confirma que Perú —y en particular la región sur de su costa— es una mina de oro para la paleontología. Su potencial es tal que las autoridades científicas del país están considerando crear una ruta paleontológica para promover el turismo científico y educativo. La idea: transformar el desierto en un museo natural a cielo abierto, donde cada roca puede esconder un fragmento de la historia de la vida.

Reescribiendo la historia marina del Pacífico
Este fósil encontrado en Ocucaje es mucho más que una curiosidad científica. Es una prueba tangible de que la historia del océano Pacífico es más antigua, más rica y más compleja de lo que imaginábamos. Nos muestra un mundo marino desaparecido, cuyos protagonistas, aunque extintos, dejaron huellas tan claras como si hubieran nadado ayer.
Además, permite reconstruir cómo eran los ecosistemas del Mioceno, una época de grandes transformaciones climáticas y geológicas. Saber cómo vivían estos animales, cómo se relacionaban entre ellos y con su entorno, puede ofrecer pistas valiosas para entender los cambios que enfrenta hoy la vida marina frente a fenómenos como el calentamiento global, la acidificación de los océanos o la pérdida de hábitats.
Cada fósil hallado en Ocucaje es una página más en un libro que apenas estamos comenzando a leer. Un libro que, sorprendentemente, ha estado enterrado bajo nuestros pies durante millones de años.
Cortesía de Muy Interesante
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