El fondo del océano, ese territorio silencioso donde reina la oscuridad absoluta, ha vuelto a sorprendernos. Semanas después de que el hallazgo de una estrella de mar “con trasero” viralizara una expedición científica frente a las costas de Argentina, el equipo de investigadores a bordo del buque Falkor (too) ha desvelado nuevos detalles que superan lo anecdótico y rozan lo extraordinario: más de 40 especies posiblemente desconocidas para la ciencia, corales resplandecientes en rojo intenso y un jardín abisal formado por criaturas nunca antes vistas.
El protagonista sigue siendo el cañón submarino de Mar del Plata, una grieta colosal que se hunde a más de 3.500 metros en el Atlántico Sur. Pero esta vez, el foco se ha desplazado de las formas graciosas al asombro profundo: a lo largo de sus laderas verticales, los científicos descubrieron una verdadera “alfombra viviente” compuesta por colonias de Anthomastus, un tipo de coral blando de color rojo que, bajo la tenue luz del vehículo submarino SuBastian, parecía encenderse desde dentro.
Corales en flor y esponjas depredadoras
Semanas atrás, este mismo cañón submarino fue noticia tras el hallazgo de una estrella de mar de formas tan curiosas que evocaba, de manera cómica, al personaje Patricio Estrella. Pero si aquel hallazgo encendió la chispa de la curiosidad, los descubrimientos que han seguido son una llamarada de asombro científico: lo que parecía una simple anécdota viral ha dado paso a una avalancha de sorpresas que están reescribiendo lo que sabíamos del Atlántico profundo.
A diferencia de los corales que solemos asociar con aguas cálidas y claras, los que habitan estas profundidades extremas no dependen de la luz solar. Se alimentan de partículas orgánicas que arrastra la corriente, y crecen lentamente durante siglos. En esta expedición, se encontraron colonias intactas de Bathelia candida, un coral pétreo de estructura robusta y aspecto cristalino. Lo más sorprendente: su presencia no estaba documentada en estas latitudes ni a esta profundidad.
Entre los corales, los científicos detectaron también esponjas carnívoras. Estas criaturas fijas, que a primera vista parecen inofensivas, están armadas con estructuras filamentosas capaces de atrapar pequeños crustáceos o larvas que se aventuran demasiado cerca. En lugar de filtrar agua como las esponjas comunes, estas han evolucionado para devorar activamente.
Este hallazgo refuerza la idea de que las profundidades marinas no son desiertos biológicos, sino hábitats repletos de estrategias de supervivencia insólitas.

Animales que parecen lámparas flotantes
Uno de los organismos más fascinantes avistados durante la expedición fue un sifonóforo: una criatura gelatinosa y alargada, compuesta por múltiples cuerpos clonados que actúan en conjunto como un solo ser. Su forma y movimiento le han valido el apodo de “candelabro viviente”. En los videos captados por el ROV SuBastian, el sifonóforo aparece girando lentamente en la corriente, proyectando destellos azules y violetas como si respondiera a una coreografía invisible.
Este tipo de bioluminiscencia es común en especies de aguas profundas, pero su función sigue siendo un misterio parcial. Algunas teorías sugieren que podría servir para confundir depredadores, atraer presas o facilitar la reproducción.
Aunque las cámaras captaron imágenes espectaculares, no todo lo que se descubrió es visible a simple vista. Las muestras recolectadas durante la expedición incluyen microinvertebrados, huevos, larvas y fragmentos de tejido que ahora están siendo analizados en laboratorios del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales.
Los científicos sospechan que muchas de estas criaturas no corresponden a ninguna especie conocida. De confirmarse, se trataría de una de las mayores adiciones a la biodiversidad marina registrada en aguas sudamericanas en la última década.

Una misión científica que emociona al país
Como ya ocurrió con la ahora célebre “estrella culona”, el resto de la expedición también fue transmitido en vivo y seguido por millones de personas. Docentes utilizaron las transmisiones en sus clases, familias se reunieron frente a la pantalla para “viajar al fondo del mar” y las redes sociales se llenaron de memes y mensajes de asombro.
Este componente humano ha sido clave para el éxito del proyecto. La expedición ha conseguido lo que muchas veces parece imposible: combinar ciencia de vanguardia con entusiasmo popular. Lo que antes parecía un universo frío e inaccesible —el lecho oceánico a 3.500 metros— hoy es motivo de orgullo colectivo.

Lo que nos dicen los abismos
Más allá de los descubrimientos puntuales, lo que se revela es un mensaje más amplio: nuestro conocimiento del océano sigue siendo parcial. La propia existencia de corales, animales bioluminiscentes y esponjas cazadoras en este rincón del mundo obliga a revisar mapas biológicos y modelos ecológicos.
Además, la presencia de basura humana en esas profundidades —desde bolsas plásticas hasta zapatos— demuestra que nuestra huella llega incluso donde creíamos que no. Por eso, cada nueva especie documentada es también una llamada a la conservación.
Como explicaron los responsables de la misión, estos hallazgos pueden contribuir a futuras medidas de protección y manejo responsable de los fondos marinos. Pero también tienen el poder de inspirar: no solo a científicos, sino a cualquier persona que, por un instante, haya sentido el vértigo de lo desconocido frente a una criatura brillante en la oscuridad.
Cortesía de Muy Interesante
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