En el corazón de la antigua ciudad de Nínive, donde las ruinas del esplendor asirio reposan bajo capas de historia y tierra, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Heidelberg ha realizado un descubrimiento que no solo deslumbra por su magnitud física, sino que desafía décadas —incluso siglos— de conocimiento arqueológico. Tal como recoge el comunicado oficial de la universidad alemana publicado el 13 de mayo de 2025, un relieve monumental de 5,5 metros de largo por 3 metros de alto, tallado en una losa de piedra de 12 toneladas, ha emergido en el que fuera el salón del trono del rey Ashurbanipal, el último gran monarca del Imperio Asirio.
Este hallazgo, que forma parte del proyecto Heidelberg Nineveh iniciado en 2018 bajo la dirección de los profesores Dr. Aaron Schmitt y Dr. Stefan Maul, ha sido calificado como “espectacular” por los propios investigadores. Y no es para menos: por primera vez, se ha documentado una representación de las grandes deidades Ashur e Ishtar dentro de un contexto palaciego. Hasta la fecha, ninguna imagen de tales divinidades había sido hallada en los relieves monumentales de los palacios asirios conocidos.
El poder divino en el centro del poder terrenal
En el centro del relieve aparece el propio Asurbanipal, figura crucial del siglo VII a.C., considerado el último gran soberano asirio antes del colapso del imperio. A su izquierda e derecha se sitúan las divinidades Ashur —el dios supremo del panteón asirio— e Ishtar, la diosa guerrera y patrona de la ciudad de Nínive. A sus espaldas, una figura conocida como “genio pez” otorga salvación y vida tanto a los dioses como al monarca. También aparece una figura auxiliar de brazos alzados, probablemente un “hombre escorpión”, símbolo de protección mítica en las creencias mesopotámicas.
Este elenco simbólico sugiere que el relieve estaba coronado por un gran disco solar alado, un emblema divino asociado con el poder cósmico y la soberanía celestial. Aunque este elemento no ha sido hallado, su inclusión es deducida a partir del contexto iconográfico y los paralelos en el arte mesopotámico.
El profesor Schmitt, al frente de las excavaciones en el montículo de Kuyunjik, dentro del sector norte del palacio, explicó que el relieve fue hallado en una fosa rellena de tierra situada justo detrás de la hornacina frente a la entrada principal del salón del trono, “el lugar más importante del palacio”, en palabras del propio arqueólogo. La ubicación original del relieve, por tanto, no era decorativa, sino estratégica: los visitantes y dignatarios que accedían a la sala se encontraban de inmediato con esta escena sagrada, una afirmación visual del carácter divino del poder real.

Un misterio oculto durante más de dos milenios
Una de las grandes preguntas que rodean al descubrimiento es cómo una obra de tal envergadura pudo pasar desapercibida durante tanto tiempo. La respuesta podría estar, según Schmitt, en su ocultamiento deliberado. Se sospecha que la fosa donde fue enterrado el relieve fue excavada durante el periodo helenístico, entre los siglos III y II a.C. Para entonces, el antiguo palacio asirio ya había sido abandonado y estaba parcialmente en ruinas. Esta acción pudo haber sido parte de un intento de proteger —o profanar— los restos de un imperio ya extinto, lo que explicaría por qué las expediciones británicas del siglo XIX, que descubrieron numerosos relieves asirios en Nínive (hoy expuestos en el British Museum), nunca dieron con esta pieza en particular.
Así, la tierra que lo sepultó se convirtió, paradójicamente, en su mejor aliada para su conservación.

Nínive: epicentro del poder asirio
La ciudad de Nínive, situada junto a la actual Mosul en el norte de Irak, fue durante décadas la mayor urbe del mundo y capital del Imperio Asirio desde finales del siglo VIII a.C., bajo el reinado de Senaquerib. Su palacio norte, donde se ha realizado este hallazgo, fue construido por Asurbanipal hacia el 645 a.C. y contenía extensos relieves en bajo relieve que narraban cacerías, campañas militares y rituales. Muchos de estos fueron destruidos durante la caída de la ciudad en el 612 a.C., y sus restos se dispersaron durante siglos de abandono y expolio.
Los relieves asirios, célebres por su precisión y detallismo, constituyen una de las fuentes visuales más importantes para comprender la mentalidad y estructura de poder de la época. Pero hasta ahora, las representaciones divinas se habían reservado casi exclusivamente a contextos religiosos, como templos o sellos cilíndricos. Su aparición en un salón del trono es, por tanto, un elemento sin precedentes.

El regreso de los dioses
Una de las metas del proyecto, en colaboración con la Junta Estatal de Antigüedades y Patrimonio de Irak (SBAH), es la eventual restauración del relieve en su ubicación original dentro del palacio y su apertura al público. Esta acción no solo servirá para devolver parte de su dignidad al sitio histórico de Nínive, gravemente dañado durante los conflictos recientes en la región, sino también para revalorizar el legado cultural de la antigua Mesopotamia en su contexto originario.
En los próximos meses, los investigadores planean estudiar con mayor detalle las imágenes, su simbología, técnica de ejecución y contexto arqueológico. Según adelantó el equipo en el comunicado de prensa, los resultados serán publicados en una revista científica especializada.
Este hallazgo no solo reescribe parte de lo que sabíamos sobre el arte asirio, sino que también plantea nuevas preguntas: ¿por qué fueron representadas estas deidades en un contexto político? ¿Qué mensaje pretendía transmitir Asurbanipal con esta escena? ¿Existieron otros relieves similares aún ocultos bajo las ruinas de Nínive?
Por ahora, las respuestas se siguen excavando, centímetro a centímetro, en uno de los yacimientos más simbólicos del mundo antiguo. Pero lo que ya resulta claro es que, con este descubrimiento, Nínive no ha dicho aún su última palabra.
Cortesía de Muy Interesante
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