Durante más de un siglo, el enigmático Altar Q de Copán ha fascinado a historiadores y arqueólogos. Tallado en piedra en el siglo VIII por los antiguos mayas, este monumento ha sido estudiado desde el siglo XIX como una obra maestra de arte e inscripción jeroglífica. Pero ahora, una nueva investigación publicada en Transactions of the Philological Society está reescribiendo todo lo que creíamos saber sobre él. Según el antropólogo Rich A. Sandoval, las manos de los dieciséis gobernantes esculpidos en el altar no son simples representaciones artísticas: esconden un lenguaje numérico, un sistema secreto de signos que revela fechas cruciales del calendario maya.
Este hallazgo sugiere que los antiguos mayas desarrollaron una segunda forma de escritura —una escritura manual— paralela y complementaria a su conocido sistema jeroglífico. Y más sorprendente aún: estas manos codifican fechas específicas del calendario de Cuenta Larga, utilizado por los mayas para registrar grandes ciclos históricos. El descubrimiento de Sandoval no solo propone una nueva forma de leer el Altar Q, sino que también plantea que gran parte del arte maya podría contener mensajes que aún no hemos aprendido a leer.
El altar que hablaba con las manos
Ubicado en el sitio arqueológico de Copán, en la actual Honduras, el Altar Q es un bloque de piedra tallado en forma de mesa, con cuatro paneles esculpidos. En ellos se representan a los dieciséis gobernantes de la dinastía de Copán sentados en secuencia cronológica, desde el fundador Yax K’uk’ Mo’ hasta el último rey, Yax Pasaj Chan Yop’aat. Lo notable es que cada figura sostiene un objeto ritual con una mano, pero deja la otra libre en una posición única y cuidadosamente esculpida. Hasta ahora, estas manos habían sido interpretadas como simples gestos ceremoniales o simbólicos.
Lo que propone Sandoval es radical: estas manos no son gestos, sino signos. Signos con valor numérico. Según su análisis, cada posición de mano —definida por su forma, orientación y ubicación— representa un número específico del calendario maya de Cuenta Larga. Cada uno de los cuatro lados del altar contiene una secuencia de cuatro manos, que juntas codifican una fecha entera en este sistema de calendario.
Una segunda escritura maya
El calendario de Cuenta Larga era el reloj cósmico de los mayas. A diferencia del calendario ritual de 260 días o del solar de 365, la Cuenta Larga servía para registrar fechas a lo largo de milenios, utilizando unidades que iban desde los días hasta los baktunes, ciclos de más de 394 años. El sistema se basaba en combinaciones de cinco valores numéricos: baktun, katun, tun, winal y kin. Lo que Sandoval ha hecho es demostrar que las manos del Altar Q corresponden a estas unidades, representadas visualmente en una secuencia ordenada, pero hasta ahora inadvertida.

Uno de los elementos más intrigantes es cómo las manos representan el número cero. Dos de las posiciones de mano identificadas por Sandoval coinciden visualmente con variantes jeroglíficas conocidas del cero maya, lo que le permitió comenzar a descifrar el resto del sistema. A partir de ahí, identificó once signos numéricos únicos, suficientes para construir las cuatro fechas del altar.
Según la investigación, los paneles del Altar Q codifican las siguientes fechas: 27 de noviembre de 437, 21 de octubre de 764, 7 de enero de 776 y 30 de abril de 820. Estas fechas corresponden, respectivamente, a la muerte del primer gobernante, un momento ritual vinculado al dios patrono del último rey, el cierre de un ciclo ceremonial de 64 días descrito en los jeroglíficos, y la muerte del último gobernante de la dinastía. Cada una, por tanto, representa un momento clave en la historia dinástica y espiritual de Copán.
Curiosamente, ninguna de estas fechas aparece explícitamente en los jeroglíficos del altar. Pero los signos jeroglíficos sí narran eventos que implican estas fechas: rituales, ascensos y ceremonias que quedan cronológicamente incompletas sin las fechas que las manos estarían aportando. Este es uno de los elementos que más refuerza la hipótesis de Sandoval: las manos estarían supliendo la ausencia de esas fechas cruciales en la parte escrita del altar.
Un sistema complejo y complementario
Para Sandoval, este hallazgo no implica que los jeroglíficos mayas fueran insuficientes, sino que los antiguos escribas operaban en un sistema multimodal: palabras escritas, arte figurativo y signos manuales se combinaban para formar un todo. Lejos de ser redundantes, los diferentes niveles de comunicación aportaban capas adicionales de significado. En este contexto, las manos actuarían como una especie de “escritura oculta”, accesible solo para quienes conocían el código.
Este tipo de comunicación gráfica se asemeja a prácticas documentadas en otras culturas indígenas de América, como los lenguajes de señas de las llanuras norteamericanas, que también combinaban gestualidad con significados precisos, y no necesariamente vinculados al lenguaje hablado. El propio Sandoval ha trabajado con lenguas de señas indígenas vivas y sugiere que los mayas podrían haber tenido una tradición similar, en la que el lenguaje visual era tan estructurado y significativo como el hablado o escrito.
Como era de esperar, la interpretación ha generado reacciones encontradas. Mientras algunos expertos celebran la propuesta como un avance clave en la comprensión de la escritura maya, otros la ven con escepticismo. Dudan de que sea posible extraer significados tan específicos de un sistema visual tan abierto a la interpretación. Sin embargo, lo que fortalece la propuesta de Sandoval es la multiplicidad de pruebas independientes que apuntan en la misma dirección: patrones repetidos, coincidencias numéricas, estructuras formales en las inscripciones y asociaciones simbólicas con los dioses y el inframundo.

Aunque aún se trata de una hipótesis en desarrollo, sus implicaciones son enormes. Si se confirma que los mayas desarrollaron un segundo sistema de escritura basado en signos de manos, podríamos estar solo al inicio de una nueva fase en el desciframiento de sus textos. Y no solo en Copán: cientos de esculturas y códices en todo el mundo maya muestran figuras con manos cuidadosamente posicionadas. Tal vez esas manos hayan estado hablándonos durante siglos, y recién ahora estamos empezando a escucharlas.
Un mundo nuevo por descifrar
La historia del Altar Q ya era fascinante. Representaba el linaje completo de una dinastía maya, una narrativa de poder, religión y legitimidad tallada en piedra. Pero ahora, con esta reinterpretación, se convierte también en una clave para desentrañar un sistema de pensamiento más complejo, más visual y más simbólico de lo que imaginábamos. Las manos de los reyes de Copán no eran adorno, ni mero símbolo. Eran texto. Y estaban escribiendo una historia que por fin comenzamos a leer.
El estudio ha sido publicado en Transactions of the Philological Society.
Cortesía de Muy Interesante
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