Durante casi ocho décadas, un pergamino antiguo y manchado descansó en los archivos de la biblioteca de la Facultad de Derecho de Harvard. Adquirido en 1946 por apenas 27,50 dólares —el equivalente a poco más de 450 actuales—, se pensaba que era una copia tardía de la Carta Magna, fechada erróneamente en 1327. Sin embargo, lo que parecía un documento de interés académico menor ha resultado ser un auténtico original de 1300, uno de los apenas siete ejemplares supervivientes de esa última edición medieval emitida por el rey Eduardo I de Inglaterra.
El hallazgo, revelado el 15 de mayo de 2025 en un comunicado de prensa por la propia Harvard Law School, ha desatado el asombro de historiadores y constitucionalistas por igual. La Carta Magna, originalmente proclamada en 1215, es considerada una piedra angular en la evolución de las libertades civiles, el principio de legalidad y el concepto moderno del Estado de derecho. Su reemisión en 1300 fue la última versión completa del texto medieval, y su redescubrimiento reaviva el debate sobre el legado histórico que aún arrastra este legendario documento.
El descubrimiento que nadie esperaba
Todo comenzó casi por casualidad. Un historiador especializado en la Edad Media, mientras revisaba copias digitales de documentos para una investigación sobre manuscritos medievales, se topó con la imagen escaneada del denominado “HLS MS 172” en el sitio web de la biblioteca de Harvard. Algo no cuadraba. Las dimensiones del pergamino, el estilo caligráfico y ciertos detalles del encabezado lo acercaban sorprendentemente a los otros seis originales conocidos de la edición de 1300. La sospecha se convirtió en una corazonada poderosa, y tras una revisión meticulosa, apoyada en imágenes tomadas con luz ultravioleta y espectrografía multiespectral, se confirmó lo impensable: aquel documento aparentemente anodino era una joya oculta de la historia legal occidental.
Lejos de ser una copia dañada, el texto resultó encajar palabra por palabra con las otras ediciones oficiales de 1300. La uniformidad textual es esencial en estos casos: durante la Edad Media, las autoridades reales eran especialmente rigurosas en la reproducción de cartas reales y textos fundacionales. Cualquier desviación textual habría invalidado su autenticidad. Sin embargo, el pergamino de Harvard pasó esa prueba con nota.

Un viaje insólito desde Inglaterra a Harvard
El recorrido de este ejemplar desde las tierras inglesas hasta los estantes de una biblioteca estadounidense es casi tan fascinante como el propio documento. Se cree que este manuscrito fue originalmente emitido a la ciudad de Appleby-in-Westmorland, un antiguo distrito parlamentario en el norte de Inglaterra. A lo largo de los siglos, el documento terminó en manos de una familia estrechamente vinculada a la lucha contra la esclavitud: los Clarkson, cuya implicación en el movimiento abolicionista británico fue crucial en el siglo XVIII.
En el siglo XX, uno de sus herederos, el aviador y veterano de guerra Forster Maynard, vendió el documento en 1945 a través de Sotheby’s. Un mes después, una librería jurídica de Londres lo revendió a Harvard Law School por una suma irrisoria, con una descripción que lo tachaba de copia tardía. El documento fue archivado como curiosidad histórica, sin saber que contenía siglos de lucha, derechos y herencia política en cada línea.

El símbolo de un legado
El momento del redescubrimiento no podría ser más simbólico. En una época marcada por tensiones políticas, cuestionamientos al orden constitucional y un renovado debate sobre los límites del poder estatal, la aparición de un original de la Carta Magna en suelo estadounidense se convierte en algo más que un hallazgo académico: es un recordatorio tangible del delicado equilibrio entre poder y libertad.
La influencia de la Carta Magna en la historia de Estados Unidos es profunda. No solo inspiró los fundamentos del derecho anglosajón, sino que dejó una huella indeleble en la Declaración de Independencia, la Constitución y especialmente en la Carta de Derechos. Su legado puede rastrearse en conceptos como el derecho al debido proceso, la prohibición de arrestos arbitrarios y la primacía de la ley sobre los gobernantes. No es casualidad que diecisiete constituciones estatales de Estados Unidos contengan referencias textuales directas a la Carta Magna.
Aunque el pergamino ha estado en posesión de Harvard durante décadas, su redescubrimiento plantea una nueva pregunta: ¿qué hacer ahora con él? La universidad aún no ha anunciado si lo exhibirá de forma permanente, aunque parece inevitable que esta reliquia histórica abandone pronto su anonimato archivístico para ser compartida con el público y los académicos.
Más allá de su valor material —una copia de la Carta Magna de 1297 se vendió por más de 21 millones de dólares en 2007—, el manuscrito redescubierto representa una oportunidad educativa única. Su historia ejemplifica cómo el conocimiento, la colaboración entre instituciones, y las nuevas tecnologías aplicadas a la conservación pueden rescatar tesoros ocultos en las bibliotecas del mundo.

Un eco del pasado en el presente
Este hallazgo es mucho más que una anécdota curiosa o una “ganga” académica. Representa un puente entre siglos, entre un mundo medieval que comenzaba a cuestionar el poder absoluto y una sociedad contemporánea que aún debate los límites del poder y la vigencia de los derechos fundamentales. Es también una advertencia: cuántos otros documentos de valor incalculable yacen aún mal catalogados, esperando a que la mirada atenta de un investigador los rescate del olvido.
Finalmente, la historia de este manuscrito nos recuerda que no todos los tesoros se encuentran en yacimientos arqueológicos o bajo tierra. Algunos, sencillamente, están esperando ser redescubiertos entre las estanterías polvorientas de una biblioteca.
El hallazgo ha sido recogido en un comunicado de prensa publicado por la Harvard Law School.
Cortesía de Muy Interesante
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