En el río Yarlung Tsangpo, en territorio tibetano, China ha comenzado a construir la que podría ser la mayor represa hidroeléctrica del mundo. Si bien se espera que traiga grandes beneficios al país, el proyecto también ha generado críticas de India y Bangladesh, naciones por donde pasa el río, así como de grupos tibetanos y ecologistas por los posibles efectos en sus territorios.
Este megaproyecto, parte del 14° plan quinquenal de China, seguirá el curso bajo del río y consta de cinco centrales hidroeléctricas en cascada. Se espera que produzcan aproximadamente 300 millones de megawatts-hora (MWh) de electricidad al año, con un costo aproximado de 1.2 billones de yuanes.
Para dimensionar el proyecto, basta compararlo con la presa de las Tres Gargantas, considerada una de las más grandes del planeta. Esta última, tan descomunal que se ha documentado que puede ralentizar la rotación de la Tierra, genera 88.2 millones de MWh y tuvo un costo de 254,200 millones de yuanes.
Esta nueva megapresa busca aprovechar la energía creada por el descenso de dos kilómetros de altura del río a medida que este serpentea por un cañón en forma de “U”, a lo largo de casi 50 kilómetros de su punto inicial al final.
El proyecto es parte del plan de China para reducir sus emisiones de carbono, ya que es el mayor emisor del mundo. Para combatirlo, el país tiene en marcha una gran expansión de energías renovables, con miles de proyectos hidroeléctricos que también buscan estabilizar su suministro eléctrico.
El “arma” del agua
Aquí es donde entran los conflictos. A pesar de que China asegura lo contrario, países vecinos como India o Bangladesh han mostrado preocupación, pues temen que el agua que fluye por el río pueda quedar retenida o desviada.
Esto se debe a que el Yarlung Tsangpo se convierte en el río Brahmaputra al fluir hacia el sur, pasando por los estados indios de Arunachal Pradesh y Assam, para llegar finalmente a Bangladesh como el río Jamuna. Por ello, consideran que la construcción de una represa podría afectar a millones de personas que dependen de su cauce.
El río Brahmaputra
El posible uso del agua como un “arma” —al bloquear o desviar el flujo— ha llevado al gobierno indio a externar sus preocupaciones a Beijing, según declaró un asesor especial para el sur de Asia a la BBC. Ante esto, funcionarios chinos han respondido que no buscan “la hegemonía del agua” ni obtener “beneficios para sí misma a costa de sus vecinos”. Además, han asegurado que mantendrán los intercambios con los países del curso inferior del río y que se intensificará la cooperación en áreas como la prevención de desastres.
Los países no son los únicos que han manifestado su preocupación. Grupos tibetanos han levantado la voz para denunciar la presencia de lugares sagrados a lo largo del cauce del río; además, señalan la falta de información sobre cómo podría afectar a la población y si existe la posibilidad de que se generen desplazamientos.
Esto es algo que ya ha ocurrido, como en las protestas contra la presa de Kamtok, en el río Yangtsé, que terminaron con personas detenidas por las autoridades. Según los activistas, esa presa amenazaba no solo con desplazar a miles de residentes, sino también con sumergir antiguos monasterios budistas. Una situación similar ocurrió con la propia presa de las Tres Gargantas, que se estima ha desplazado a 1.5 millones de personas.

Río Yarlung Tsangpo
Otros grupos que también han externado sus inquietudes son los ambientalistas. Estos han advertido sobre otros efectos, como el impacto en la vida silvestre, los cambios tecnológicos, los deslizamientos de tierra y la modificación de la geografía extrema donde se construirá la presa. Todo esto, aseguran, podría tener un impacto irreversible en la meseta tibetana, una región ecológicamente sensible.
Energía limpia y desarrollo, dice China
La postura de China, por su parte, es completamente opuesta. El gobierno rechaza las críticas y afirma que el proyecto fomentará el empleo en la región, aumentará el suministro energético del país e impulsará el desarrollo de energías renovables.
Según el país asiático, la intención es, por un lado, suministrar electricidad a otras regiones para su consumo y, por otro, cubrir las necesidades eléctricas locales en el Tíbet.
Cortesía de Xataka
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