IGAE y PIB confirman el freno económico: empleo y consumo en riesgo

La semana pasada se presentaron cifras actualizadas de actividad económica para México. El año 2025 ha sido un periodo de claroscuros para la economía nacional: el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) mostró una caída mensual de 0.6% en septiembre, la mayor en lo que va del año. Las actividades primarias retrocedieron 4.9%, mientras que las secundarias (industria) y terciarias (servicios) disminuyeron 0.4% y 0.5%, respectivamente.

En paralelo, el Producto Interno Bruto (PIB) registró una contracción de 0.3% real en el tercer trimestre, lo que llevó a instituciones financieras como Banamex a ajustar su pronóstico de crecimiento para el cierre de 2025 a apenas 0.2%, desde el 0.4% previo. Octubre tampoco trajo alivio: el Inegi reportó estancamiento en la actividad económica, confirmando que el último trimestre del año inició sin señales de recuperación.

Las decisiones de política monetaria han sido determinantes. El Banco de México conduce una política de ajustes a la baja sobre la Tasa Objetivo, considerando que las expectativas de inflación se mantendrán por debajo de 4.0% en los próximos 12 meses, lo cual favorece principalmente a las empresas que buscan financiamiento. No obstante, podría realizar un ajuste adicional en diciembre y mantener sin cambios la tasa al inicio de 2026, previendo mayores presiones en los precios para dicho periodo.

Empleo y consumo bajo presión

La desaceleración económica que atraviesa México se manifiesta con especial crudeza en el mercado laboral. La contracción de la actividad industrial y de los servicios ha reducido la capacidad de las empresas para generar nuevos puestos de trabajo, lo que se traduce en un ritmo de contratación más lento y en un aumento de la precariedad laboral.

Sectores tradicionalmente dinámicos, como la manufactura exportadora y el comercio minorista, muestran señales de agotamiento, mientras que actividades vinculadas a la construcción y al transporte enfrentan una caída en la demanda que limita su expansión. Esta situación se agrava por la incertidumbre sobre el rumbo de la economía: las compañías posponen decisiones de inversión y contratación ante un entorno de bajo crecimiento, lo que genera un círculo vicioso de menor dinamismo y menor generación de empleo.

El impacto sobre el consumo interno es igualmente significativo. Históricamente, el gasto de los hogares ha sido uno de los motores más sólidos de la economía mexicana, pero en el presente año se observa un debilitamiento marcado. En 2025, casi dos tercios de los trabajadores mexicanos viven con ingresos de hasta dos salarios mínimos, lo que explica la presión sobre el consumo interno y la fragilidad del mercado laboral.

El 40.1% de la población ocupada (aproximadamente 23.6 millones de personas) recibe ingresos equivalentes a un salario mínimo. Este grupo se concentra en sectores como comercio minorista, servicios personales, agricultura y empleos informales. Aproximadamente 23% de la población ocupada se ubica en el rango de entre uno y dos salarios mínimos. Son trabajadores en manufactura, transporte, construcción y servicios formales, aunque con limitaciones en acceso a prestaciones. Este segmento refleja la fragilidad del mercado laboral: aunque supera el mínimo, sigue siendo insuficiente para cubrir plenamente la canasta básica ampliada.

Los consumidores enfrentan mayores costos en alimentos y energía, lo que obliga a los hogares a ajustar sus presupuestos y priorizar necesidades inmediatas sobre proyectos de largo plazo. En este contexto, la confianza del consumidor se mantiene en niveles bajos, reflejando la percepción de que las condiciones económicas no mejorarán en el corto plazo. La caída en la demanda interna repercute directamente en las pequeñas y medianas empresas, que dependen en gran medida del mercado doméstico y que ahora enfrentan menores ventas y dificultades para acceder a financiamiento.

Así, la desaceleración no solo limita la creación de empleo, sino que también erosiona la capacidad de consumo de la población, debilitando el principal sostén de la economía nacional y generando un escenario de estancamiento que amenaza con prolongarse hacia 2026, lo que hace indispensable recuperar la confianza en la inversión productiva.

El panorama para 2026 dependerá de la capacidad de la economía mexicana para recuperar dinamismo en sectores estratégicos como manufactura y servicios. Sin embargo, mientras persista la combinación de bajo crecimiento y tasas altas para el sector productivo, la economía seguirá enfrentando un dilema: estabilidad con estancamiento.

Cortesía de El Economista



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