
El pensamiento liberal ha perdido sus bases humanistas en un escenario donde el individualismo ha intoxicado sus raíces. En tanto, los poderes judiciales acusan hoy las consecuencias de la constante agregación de funciones y, en algunos casos, han sido colocados en el denso juego de la política. Ante esa situación, es necesario tomar conciencia de qué significa ser miembro de una sociedad liberal y discutir sobre el episodio actual de la vida pública, plantearon intelectuales de España, Estados Unidos y México.
Durante el segundo día del encuentro La Libertad de Vuelta, organizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego y la revista Letras Libres, en la Ciudad de México, José María Lassalle Ruiz, escritor, exsecretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital de España, comentó que cada vez es más pesimista al valorar la capacidad del pensamiento liberal para enfrentarse a la ola autoritaria actual y de los próximos años.
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Eso tiene que ver con que el pensamiento liberal ha perdido sus pensamientos más modernos y conectados con la espiritualidad que nutrió su nacimiento en Inglaterra, conectado a la idea del límite, el equilibrio, la justicia y el deber, explicó.
Dijo que, en el caso de Estados Unidos, el influjo del neoliberalismo y el pensamiento libertario que se ha adueñado del partido Republicano ―primero por un movimiento neoconservador y después por una serie de procesos políticos que han venido contagiado e intoxicando a las derechas―, el neoliberalismo se ha adueñado de la idea de persona confundida con el individuo.
La persona es el individuo dotado de conciencia, pero el pensamiento neoliberal que ha perdido esas bases humanistas, entiende que el individuo solo tiene un criterio que indica la corrección de sus decisiones, que es el egoísmo. Eso se ha venido convirtiendo en el soporte del pensamiento neoliberal, abundó.
Para el escritor, el egoísmo es la mejor manera de referenciar donde está lo conveniente para el individuo y eso es lo que justifica la crueldad y que se haya convertido de pronto en una justificación de quienes, llevados por el egoísmo, creen que tienen derecho a maltratar a quien no haya alcanzado el mérito.
El privilegio, que fundamenta el monopolio, es el reconocimiento del éxito, lo cual, dijo, es terrible porque significa cuestionar las bases humanistas del pensamiento liberal y es algo que ha acabado intoxicando las raíces mismas del pensamiento liberal y lo que ha llevado al pensamiento autoritario a, curiosamente, nutrirse de una fuerte base libertaria.
Desde su perspectiva, el pensamiento autoritario nace fundamentalmente de la implosión de la clase media y la digitalización ha tenido un impacto sobre las experiencias humanas.
Eso, según Lassalle Ruiz, propicia un aislamiento no vinculado a los libros y la cultura sino al deslizar el dedo en la pantalla y a todo lo que representa una manera de relacionarse a través del espejo de la pantalla que fomenta el narcisismo y la egolatría propia del egoísmo como mejor virtud de la condición humana.
Subrayó que esas dinámicas están nutriendo el pensamiento reaccionario y dándole unos matices que no son fascistas sino un autoritarismo con una base profundamente democrática, porque se alimenta del populismo y el populismo es democrático.
Lo delicado, destacó, es que el populismo democrático significa la destrucción de la idea del liberalismo con sus ideas de límite, los derechos reconocidos y la idea del otro.
En ese escenario, continuó, las posibilidades de que el liberalismo siga actuando como el centro que aglutine a las corrientes liberal conservadoras o democristianas son inviables porque ese liberalismo ha desaparecido.
Lassalle Ruiz, refirió que España es una sociedad hiper digitalizada, que vive el nihilismo tecnológico, digital y neoliberal, donde los valores no existen porque el único valor es un individualismo hedonista que trata de maximizar su éxito, el que sea. “El éxito es lo que define la individualidad”.
Ese es el marco cultural que vivimos bajo un capitalismo de plataformas, algorítmico que condiciona la percepción de la identidad que la inmensa mayoría de la gente tiene, principalmente los jóvenes, abundó.
En ese sentido, en la construcción de una libertad personal, la memoria ya no opera porque con la tecnología y la digitalización no trabaja la memoria, reflexionó.
Recalcó que, en una un entorno de ciudadanía más o menos ejemplar, uno no debe tener miedo a mirar al pasado, porque lo está resolviendo constantemente en su presente, tratando al que es diferente. “Esa es la esencia del pensamiento liberal: el respeto a quien es diferente a ti”.
Esa realidad es la que, según el escritor, en estos momentos está cuestionada y es lo que está haciendo emerger con una gran fuerza política el movimiento de la extrema derecha que, en estos momentos es la única fuerza ascendente, por ejemplo, en Francia, Alemania, el Reino Unido e Italia.
Hemos sobrecargado los poderes Judiciales
En su oportunidad, José Ramón Cossío, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y miembro de El Colegio Nacional, comentó que cada poder Judicial tiene su historicidad, pero el problema central es todo lo que se le fue agregando a la función histórica de los jueces, de resolver controversias.
Dijo que después de la Segunda Guerra Mundial, a los tribunales se les asignó la construcción de la persona bajo el concepto de dignidad, que está en casi en todas las constituciones modernas, el reconocimiento y asignación de los derechos, entre otras cosas.
Con ello, los jueces se convirtieron en entes constitutivos de las personas, no de los individuos.
Según el ministro en retiro, el ataque a los tribunales pasa por eso, porque no solo son aplicadores de la ley, sino constitutivos de sujetos capaces de tomar sus propias decisiones y proyectos de vida.
Por ello, hay quienes han pensado que si se quiere construir un colectivismo o romper una racionalidad, hay que apoderarse de los jueces.
En ese sentido, destacó que la posición de los jueces es débil porque no pueden plantearse casos a sí mismos, sino que esperan a que alguien se los lleve.
Por ello, consideró que estamos pasando por un mal momento en distintos países. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde hay un programa de apropiación para que los jueces sean conservadores y en México la reforma Judicial.
En ese tenor mencionó que hay momentos en los que al poder Judicial le cuesta mucho defenderse a sí mismo, porque está ocupado, segmentado y señalado.
“En estos momentos la condición del poder Judicial no la puede remediar el propio poder Judicial, más que marginalmente en pocos casos”. “Entró en un juego denso que es el juego de la política”, opinó.
Es un momento en el que, según dijo, que más que pensar que los jueces van a ser elementos de salvación de la democracia, tenemos que generar la imagen la lucha política para que puedan ser elementos de esa misma salvación, dada la degradación que se está dando.
En opinión del ministro en retiro hay que reconstituir la imagen de los jueces, pero como parte de una lucha política.
Por otra parte, llamó la atención en que, algo preocupante de lo que ocurre en México es que no está claro en donde termina el gobierno y donde termina la delincuencia, particularmente en el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador y de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Lo delicado es que, en ese contexto, ¿cómo se le explica a los jóvenes que deben acatar la ley?, cuestionó.
Estamos ante una crisis cultural
Paul Berman, escritor, periodista y analista político, consideró que estamos en una situación en la que nos enfrentamos a una crisis cultural, que es más profunda que la crisis política, por ello, para atacarla, es necesario comenzar con rescatar los valores fundamentales.
En su opinión, la crisis cultural proviene de un fracaso por parte de la mayoría del público, para comprender lo que es ser miembros de una sociedad liberal y lo que es ser una persona liberal.
Ante esa situación, consideró que es necesario tener claro qué significa ser liberal y qué es ser una persona libre.
En ese tenor, dijo que una persona libre es, ante todo, alguien que tiene la libertad de pensar por sí mismo.
Por otra parte, comentó el expresidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha sido terriblemente calumniado como alguien que ha perdido la cabeza. “Es cierto, perdió su capacidad de presentarse teatralmente al público. Así que no debería haber corrido. Pero la administración Biden estaba llena de pensamiento lúcido y claridad filosófica”.
Luego destacó que nadie quiere plantear lo que está ocurriendo en el escenario político.
En ese sentido, recordó que el expresidente mexicano, Ernesto Zedillo Ponce de León, publicó en la revista Letras Libres un ensayo “espectacular” exponiendo todo el tema de lo que, en su opinión, ha estado sucediendo en México; sin embargo, dijo que otros expresidentes como George Bush y Bill Clinton ya no hablan en absoluto.
“Obama, que tiene una reputación de grandes habilidades de articulación y precisión oratoria, básicamente no ha dicho una palabra. Y entonces estamos en una posición en la que a todos les gusta la palabra resistencia. Estamos en una posición en la que, de hecho, no hay resistencia.
Dijo que hay una resistencia por parte de los jueces y magistrados, pero hay una limitación natural a lo que los jueces pueden decir, aunque últimamente se han estado movilizando.
Al respecto, Celeste Marcus, escritora editora ejecutiva de la revista Liberties dijo estar en contra de esa visión.
En su opinión, el expresidente Obama ha estado defendiendo públicamente la democracia contra el autoritarismo de Trump. “Realmente ha estado, y realmente, ha defendido la democracia y el liberalismo estadounidenses.” Comentó que también lo han hecho otros políticos de izquierda.
Aseguró que la mayoría de la juventud o la sociedad estadounidenses realmente no va a reaccionar amablemente ante manifestaciones de nazismo y la extrema derecha en esta administración.
“Espero tener razón en eso, pero creo que tengo razón en eso. Estados Unidos representa algo. Y estoy de acuerdo en que tenemos que modelar la decencia y creo que nuestra plaza pública está en esa línea”.
Cortesía de El Economista
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