Esta historia sobre el inédito poder de la nube digital devenida en arma de guerra, tiene dos protagonistas: el ex jefe de la Unidad 8200 de espionaje israelí –Yossi Sariel– y el ingeniero informático Satya Nadella, director ejecutivo de Microsoft nacido en India. De una reunión entre ellos a fines de 2021 surgió un contrato millonario: la empresa de Bill Gates comenzó a alojar en sus granjas de servidores todas las conversaciones telefónicas y escritas de la totalidad de los palestinos en Gaza y Cisjordania, las 24 horas cada día del año. Es el Big Data superando a la ficción del Big Brother de la novela 1984, un panóptico digital casi perfecto donde ni una palabra escapa al control auditivo. Esa información bruta es tamizada por una inteligencia artificial con reconocimiento de voz que elige blancos para los drones, en general sentencias de muerte dictadas y ejecutadas por robots contra una persona y todos en un mismo edificio: así se producen gran parte de los ataques en Gaza.
Esta información la lanzó al mundo el diario inglés The Guardian el jueves, avanzando en una investigación que habían comenzado en enero, en conjunto con el medio israelí +972 Magazine: habían revelado que las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) estaban desarrollando una especie de ChatGPT entrenado con millones de conversaciones en árabe, obtenidas mediante cibervigilancia en Cisjordania. Esta herramienta de IA a cargo de la Unidad 8200 implica un programa de aprendizaje automático que analiza diálogos grabados y traducidos al hebreo. Esto traza un perfil casi perfecto de cada palestino ocupado, que se actualiza a diario trackeando sus pasos para ver a quiénes visitan. Un chatbot les da a los soldados la información procesada de quien deseen: identifica posible resistencia armada, defensores de derechos humanos y simples niños propensos a tirar piedras a militares.
Para perfeccionar esta tecnología el IDF convocó a reservistas que trabajan en corporaciones high-tech de Israel: científicos de Google, Meta y Microsoft. Hace lustros ya que Israel es vanguardia en control digital de masas. Hasta ahora ese trabajo lo hacían miles de humanos: hoy lo están delegando en las máquinas, incluyendo lanzagranadas robóticos en lo alto de las rejas de los check-points en Cisjordania. La IA perfecciona el sistema de detenciones diarias de manera maquinal. En un futuro cercano los soldados serán cada vez más, ejecutantes de la orden emitida por un algoritmo.
Investigaciones previas de +972 revelaron que en los bombardeos a Gaza, los militares usaron el sistema de IA Lavender: hace predicciones cruzando variables de información de los 2,3 millones de habitantes de la Franja, conjeturando en cuál casa podría haber un guerrillero. Y les asigna una puntuación de 1 al 100 que expresa la posibilidad de que el espiado sea un militante. Se sabe que esos sistemas de IA generativa redactan muy bien, pero solo ofrecen probabilidades por aproximación estadística que pueden ser erróneas: las “alucinaciones”. Esta automatización bélica consiste en marcar el techo de casas a misilear, sin saber bien quiénes están dentro. Según la investigación, durante las primeras semanas de guerra en Gaza el IDF dependió casi por completo de Lavender: señaló a 37.000 palestinos y sus hogares.
Big data y crímenes de guerra
Varios empleados de Microsoft denunciaron la relación entre big data y crímenes de guerra. Ibtihal Aboussad, ingeniera de software y organizadora del grupo “No Azure for Apartheid”, interrumpió un discurso del director ejecutivo de IA de Microsoft, Mustafa Suleyman, gritando: “¡Deje de usar la IA para el genocidio! Microsoft vende armas de IA al ejército israelí. Han muerto 50.000 personas”. Suleyman le respondió con sonrisa corporativa: “Entiendo su protesta”. La ingeniera fue expulsada a empujones del evento y despedida. Un mes más tarde, el ingeniero Joe López de Microsoft le gritó en un discurso inaugural a un imperturbable Satya Nadella: “¿Qué tal si nos muestras cómo Azure está impulsando los crímenes de guerra israelíes?.
La reunión entre Sariel y Nadella en 2021 fue en la sede central de Microsoft cerca de Seattle. El acuerdo fue usar la mega-plataforma de almacenamiento en la nube Azure -obra de Microsoft- desde 2022. Cuando esta información comenzó a filtrarse, Microsoft dijo desconocer qué tipo de datos iba a almacenar la Unidad 8200. Sin embargo, The Guardian accedió una serie de documentos filtrados de Microsoft y entrevistó a once fuentes no reveladas –en la compañía y en las fuerzas israelíes– que le confirmaron el uso real de esa nube: es la base de información para decidir ataques aéreos letales en Gaza y Cisjordania, vía espionaje en toda la infraestructura de telecomunicaciones palestinas.
La gran novedad de este sistema de vigilancia total es que ya no hay una preselección de personas a investigar: el 100% de los palestinos son sospechosos a priori. La consigna dentro de la Unidad 8200 denota la escala de esta tecnología: “Un millón de llamadas por hora”.
A partir de la investigación periodística, Microsoft dijo haber encargado una auditoría sobre ese asunto: no encontraron evidencia de que Azure y sus productos de IA se hubiesen usado para dañar a nadie. Y aseguraron que la compañía puso como condición que esa tecnología no se usara en Gaza para identificar objetivos. Fuentes de la Unidad 8200 informaron a The Guardian que esa tecnología se había usado, justamente para eso. En principio el sistema se ideó para la Cisjordania ocupada y controlar a 3 millones de palestinos. “Cuando necesitan detener a alguien y no hay una razón suficiente para hacerlo, ahí es donde encuentran la excusa”, dijo una fuente militar israelí díscola, refiriéndose a la información en la nube. Los israelíes aducen que la nube de Microsoft sirve para protegerse de ciberataques terroristas.
Rastrear a todos, constantemente
El cerebro de todo esto fue Yossi Sariel, en tanto comandante de la Unidad 8200. Lo pensó tras una ola de ataques de “lobos solitarios” en 2015 ejecutados por jóvenes palestinos que estaban fuera del radar de la inteligencia israelí. Este oficial se propuso encontrar una tecnología que le permitiera “rastrear a todos, constantemente”. Este pasó a ser el nuevo paradigma de la vigilancia, distinto al tradicional centrado en objetivos específicos. “De repente, todos eran nuestro enemigo”, dijo a The Guardian una fuente que trabajó en el proyecto.
Comenzaron escaneando todos los mensajes de texto entre palestinos en Cisjordania para determinar si había palabras sospechosas: las alarmas se encienden si el diálogo incluye temas de armas o si alguien expresa su deseo de morir. Pero la única manera de avanzar hacia un mega-proyecto, era la asociación con una big tech, la mayor proveedora de almacenamiento en la nube: Nadella era la persona indicada para hacer realidad los sueños panópticos de Sariel.
Según Microsoft, fueron informados de que almacenarían “cargas de trabajo sensibles” y que la Unidad 8200 era un cliente más. Esto incluía millones de archivos de audio. “No hacía falta ser un genio para darse cuenta” de qué tipo de información se trataba, dijo una fuente de la empresa a The Guardian. Además idearon para los israelíes un sistema de seguridad avanzada que cumpliera los estándares de la unidad militar. Todo se manejó en las altas esferas.
Los archivos sugieren que para julio de este año, 11.500 terabytes de datos militares israelíes –equivalente a 200 millones de horas de audio– estaban almacenados en los servidores Azure de Microsoft en Países Bajos, y una cifra menor en Irlanda. En principio, guardan todo por un mes, salvo casos especiales.
La debacle de Yossi Sariel
La prometedora carrera como comandante de inteligencia de Yossi Sariel terminó mal. Meses antes de su reunión con Microsoft, publicó el libro The Human-Machine Team bajo el pseudónimo “Brigadier General YS”: instaba a las agencias de inteligencia del mundo a “migrar a la nube”. Fue un grave error de seguridad: era fácil deducir que ese libro en venta por Amazon tenía las iniciales del jefe de espionaje israelí. Ese militar era un apologista fanático del uso de la digitalidad para espiar –a diferencia de las fuerzas armadas de Corea del Norte que prefieren guardar sus secretos en carpetas de papel— y fuentes del diario inglés informaron que “Yossi presumía de su conexión con Satya; vendió esa relación internamente y consiguió un presupuesto enorme; decía que era la solución a nuestros problemas en el ámbito palestino”.
Pero no fue así: el ataque del 7 de octubre de 2023 lo demostró. La tecnología de inteligencia más avanzada de la historia no pudo impedir que miles de personas invadieran Israel en camionetas, motos e incluso a pie. Sariel terminó reconociéndolo: “confié demasiado en la tecnología” (y descuidó la inteligencia humana). Lo renunciaron y en su despedida admitió: “fallé en anticipar la amenaza de Hamas”.
La mirada académica
En diálogo con Página/12, Cecilia Rikap –profesora de economía de University College London– opinó que “está comenzando a salir a la luz, cómo las big tech desarrollan tecnologías para los aparatos militares, ahora contribuyendo a un genocidio. The Guardian expone la complicidad de Microsoft al ofrecer sus centros de datos para el almacenaje del operativo de vigilancia más grande del que yo tenga conocimiento. Se habla mucho de cómo Israel tiene tecnologías de vanguardia; la llaman ´la nación start-up´. Muchas de esas startups desarrollan tecnología militar para guerra y están dentro de los ecosistemas dominados por las grandes empresas de tecnología digital de EE.UU. Y si bien se supone que Israel tiene tecnología de punta para identificar a quienes son supuestamente terroristas y solo tirar contra ellos, igual matan indiscriminadamente a todos; o a las personas que se acercan a buscar comida. Es fundamental identificar la complicidad corporativa en un genocidio, así como en Argentina llevamos a juicio a Ford, Mercedes Benz y Acindar por su complicidad con la dictadura militar. No solo hay que responsabilizar a la desidia de algunos gobiernos, o al apoyo directo de EE.UU., Reino Unido y Alemania a Israel, sino también exigir justicia en contra de las empresas que con su tecnología contribuyen a esto. También existe el Project Nimbus, un acuerdo del gobierno israelí con Google y Amazon para el uso de sus tecnologías de almacenamiento en la nube”.
Agustín Berti es investigador de CONICET sobre el impacto social de las tecnologías digitales y dijo a Página/12: “La posibilidad de procesar los datos capturados por Internet es cumplir el sueño de todo soberano, de tener un mapa del tamaño del territorio. Pero ese mapa está construido a partir de datos que son representaciones; no existen los datos puros naturales en el mundo. Por eso, esto puede inducir errores, porque todo dato está construido. Al mismo tiempo, la suspensión del juicio humano para tomar decisiones sobre la vida de los sujetos, supone una delegación criminal que debería poder ser juzgada en esos términos, como delitos de lesa humanidad. A partir de ahora va a hacer falta tener una teoría crítica de la tecnología que sea capaz de tipificar los usos reñidos con la ética de quienes desarrollan esas tecnologías y de quienes las despliegan. Si hay una responsabilidad empresarial en el genocidio, tiene que ser juzgada. Y para poder juzgarla hace falta una comprensión cabal de los distintos mecanismos utilizados para poder llevar adelante ese genocidio”.
La distopía ya llegó
En el pasado, cuando se identificaba un objetivo humano desde Israel, el procedimiento era complejo: para ejecutarlo, varios humanos debatían y se necesitaba la firma de un asesor legal. A partir de la invasión a Gaza, la dirección militar instruyó darle aprobación inmediata a cualquier objetivo señalado por la IA, sin detenerse en la verosimilitud del “razonamiento”. Fueron sentencias de muerte contra familias enteras y sus vecinos, dictadas por una IA que tiene -al menos- un 10% de margen de error.
En general, una sospecha vaga justifica la detención de un palestino o arrojarle un bombazo. No deja de ser llamativo que hoy, en Gaza, casi no haya comida pero Israel permita el uso de internet. La IA y las tecnologías de guerra determinarán el futuro geopolítico el mundo. Cuando este nuevo “retroceso” derivado del avance robótico esté ya normalizado, se recordará a Israel como precursora de la colonización casi completa de la intimidad de un pueblo, mediante una biopolítica digital con un mapa de bits que reproduce cada metro del territorio.
Palestina es un laboratorio de guerra futura donde se experimenta con la violación de los derechos digitales de una etnia, cada segundo del día y del año.
Cortesía de Página 12
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