Israel vs. Irán: Entre la guerra psicológica y la manipulación mediática

Desde hace décadas, las tensiones entre Israel e Irán son una constante en el convulso panorama de Medio Oriente. La hostilidad se ha incrementado, año tras año, alimentada por diferencias ideológicas, programas nucleares y alianzas geopolíticas opuestas en la región.

Para Israel, Irán representa una seria amenaza por el apoyo que tiene de grupos palestinos terroristas y por sus ambiciones nucleares en la carrera armamentista. Mientras que Irán percibe a Israel como un agente de desestabilización en la región, debido a la ocupación militar que ha extendido en los territorios palestinos.

El 13 de junio pasado, justo cuando iniciaban las negociaciones entre Washington y Teherán sobre el programa nuclear iraní, Israel lanzó una serie de ataques con misiles, con el objetivo de destruir posiciones militares y nucleares estratégicas de la República Islámica. Desde entonces, las hostilidades continúan y el mundo teme lo peor: el estallido de la Tercera Guerra Mundial.

El impacto de esta serie de ataques es significativo. Numerosos civiles han expresado su miedo y frustración en las áreas afectadas, con cifras preliminares que indican un dramático aumento en el número de víctimas y desplazados. Las Naciones Unidas (ONU) ha advertido sobre una creciente crisis humanitaria en la región, señalando que la Franja de Gaza está al borde de una hambruna, exacerbada por el estrés constante de los enfrentamientos.

Los dos bandos han diseñado sus operaciones militares para aumentar la ansiedad y la inseguridad entre la población civil. Una táctica que se profundiza durante las incursiones nocturnas. En esos horarios, las operaciones militares tienen un impacto perturbador, manteniendo a la población en vilo y agotada, generando así un estado de ansiedad constante.

Y aunque la comunidad internacional hace llamados a la moderación, las frágiles alianzas y las tensiones acumuladas complican cualquier esfuerzo de mediación, dejando a millones en un estado de incertidumbre debido a la guerra psicológica y la manipulación mediática.

Como en todo conflicto, la propaganda tiene tres objetivos básicos: infundir ánimo entre sus tropas y alimentar la esperanza de sus fieles; socavar la moral del adversario y lastimar la confianza de los pueblos enemigos; y controlar la narrativa en el mundo exterior.

La guerra psicológica se ha convertido en un elemento clave en este conflicto. Israel ha utilizado medios sofisticados para proyectar su capacidad de fuego y de defensa, presumiendo la destrucción de lugares estratégicos y la muerte de científicos nucleares y poderosos mandos militares.

En tanto, Irán ha utilizado las plataformas digitales para mostrar el rostro demoníaco de Israel, sus ataques contra la población civil y hasta misiles dirigidos a los centros de ayuda humanitaria que instaló la ONU en la región.

Irán e Israel han utilizado la propaganda como un instrumento de guerra, un valioso recurso para ganar la mente y el corazón de las personas de todo el planeta. Ambos lados han buscado controlar la narrativa global, mediante el uso de imágenes contundentes y relatos emotivos, diseñados para legitimar sus acciones, justificar sus posiciones y ganar el apoyo de la opinión pública internacional. (Ojo, no todas las imágenes son ciertas, la destrucción se magnifica y la desinformación en las redes complica los escenarios).

Por más difícil que sea, la resolución pacífica de los conflictos es el camino necesario para evitar una catástrofe humana de dimensiones inimaginables.

¿Prevalecerá la diplomacia, antes de que sea demasiado tarde?

Cortesía de El Economista



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