Jaime Lozano (Monterrey, Nuevo León, 46 años) nunca imaginó que dejaría su “ranchito” para terminar componiendo en Broadway. De niño soñaba con ser criminólogo, hasta que la música se cruzó en su camino. El destino, caprichoso, lo empujó con una ironía: detestaba Jesucristo Superestrella, que cada Semana Santa repetían en la televisión regiomontana, y sin embargo fue precisamente ese musical el que le dio su primera oportunidad cuando entró a la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Años después, en 2007, ya instalado en Nueva York, caminaba por Times Square cuando encontró un volante en el suelo. En la portada aparecía un hombre barbudo que le recordó a su hermano. El título decía In the Heights. Entró al teatro casi por azar, atraído también por el precio de los boletos. Minutos después, estaba hecho un mar de lágrimas. En el escenario se hablaba en spanglish, sonaban claves de salsa, bolero y hip-hop, y las historias eran las de inmigrantes latinos en la ciudad. Fue, dice, la confirmación de lo que siempre había intuido: que el teatro musical era la herramienta para contar las historias de su gente.
Desde entonces, la suya ha sido una vida de giros inesperados: del coro universitario a la dirección teatral en Monterrey, de ahí a una beca del 100% en la Universidad de Nueva York (NYU)—donde se convirtió en el primer mexicano graduado en composición para teatro musical— y finalmente a su consolidación en la escena estadounidense. Hoy lidera La Familia, un colectivo de artistas latinos e inmigrantes con el que narra historias de desarraigo y resistencia. Acaba de estrenar Songs by an Immigrant Volumen 3 y el 25 de agosto presentará Jaime Lozano y La Familia en el Sony Hall de Nueva York.
Pregunta. Ha dicho antes que la música es una forma de resistencia. ¿Cómo se vive el hecho de crear canciones en español en un país donde hay quienes insultan por hablarlo?
Respuesta. Vivo en Nueva York, una de las ciudades con más acentos en el mundo. Aquí, entender el inglés es casi un reto por la cantidad de voces que lo hablan de formas distintas. Pero, aun así, sigue existiendo esa barrera: cómo hablas revela quién eres y, muchas veces, determina cómo te tratan. Con el tiempo entendí que eso que nos diferencia es también nuestro superpoder. El idioma, el acento, el spanglish: todo eso nos hace únicos.
P. ¿Su música busca que los estadounidenses acepten mejor a los latinos, o que los latinos se reconozcan y se unan?
R. Eso no puedo decidirlo yo. Lo único que está en mis manos es contar historias cercanas a mí y a mi comunidad con honestidad, siempre desde el respeto y la verdad. Lo que busco con mis canciones es que la gente pueda ver que si hay lugares para los latinos en este país. Que alguien vea a un mexicano componiendo en Broadway y piense: “Si él puede, yo también puedo. Que, al ver a una actriz como Florencia Cuenca en un escenario con su acento y su identidad propias, otra joven diga: “Ese lugar también puede ser mío.”
P. ¿Qué es el sueño americano?
R. Para mí, el sueño americano es estar aquí, ahora. No lo veo como una meta lejana, sino como algo que vivo cada día al poder dedicarme a lo que amo. En mi caso, trabajar en la música, hacerlo con mi familia, con mi esposa y con mi comunidad ya es cumplir ese sueño.

P. ¿Quiénes han sido tus grandes referentes en la música y el teatro?
R. Lin-Manuel Miranda no solo ha sido un referente para mí, sino también alguien que me ha brindado un apoyo cercano desde hace años. Lo mismo ocurre con Alex Lacamoire —su mano derecha, arreglista y orquestador de In the Heights y Hamilton—, su inspiración y guía han marcado mi camino. Pero si pienso en la primera latina que admiro, esa está en mi propia casa: mi esposa, Florencia Cuenca, con quien comparto la vida y el escenario.
P. Esta semana lanzó su álbum Songs by an Immigrant Volume 3. ¿Cómo ha sido la evolución de este proyecto musical?
R. Me siento muy bendecido al ver cómo nuestra familia y nuestra comunidad han crecido, no solo en número, sino también en madurez. Este es el tercer disco de un proyecto que comenzó durante la pandemia de covid-19. En apenas cinco años hemos producido tres discos, colaborando con personas maravillosas. Para mí, esta música es el soundtrack de mi vida: de nuestros sueños, de la música que escucho en casa, y de lo que me ha formado como mexicano, latino e inmigrante.
P. Este proyecto reúne jazz, folklore mexicano, Tex-Mex, salsa, pop y teatro musical. ¿Cómo logra que géneros tan distintos hablen un mismo idioma?
R. Como decimos en México, este proyecto es “de chile, mole y manteca”, de todo un poco. Lo que busco es que las canciones vengan del corazón. Si lo haces así, alguien conectará con ello, quizá con el disco completo, quizá con una canción, o incluso con un fragmento de letra. La clave está en la honestidad, en crear música en la que la gente pueda verse reflejada y sentirse conectada.
P. El 25 de agosto presentará Jaime Lozano y La Familia en el Sony Hall. ¿Qué significa para usted esa noche?
R. Como contador de historias, mi sueño es que mi música y mis historias lleguen al mayor número posible de personas y, de alguna manera, provoquen un cambio positivo en nuestra comunidad, especialmente en este país que atraviesa tiempos tan retadores para quienes somos diferentes. Para todas las minorías, estos son años de retos, y la única manera de superarlos es unidos. Para mí, escribir estas canciones sobre migración y llevarlas a un escenario como el Sony Hall es un acto político, de resistencia y de protesta, pero desde el arte. Es una lucha en voz alta, potente, sin violencia, donde nosotros, gente de muchos colores, sabores y lugares, contamos nuestras historias juntos.
P. ¿Por qué es importante para usted que la música tenga un impacto social directo?
R. Creo que el arte debe ser un reflejo del tiempo y del lugar en que vivimos. Claro, siempre existe la nostalgia y escribimos sobre otros tiempos, pero el artista tiene un compromiso con la sociedad en la que está inmerso. Yo hablo de lo que vivo, de quién soy, de mis retos, mis necesidades, mis triunfos y mis derrotas, de la comunidad que me rodea. Por eso canto en spanglish, por eso fusiono estos estilos musicales: porque mi obra refleja mi identidad y la de la gente con la que convivo.
P. La cuenta de Instagram The Familia Org se ha convertido en un espacio para impulsar comunidad y oportunidades artísticas a latinos e inmigrantes. ¿Cómo nace esta idea?
R. The Familia Org nació de forma muy sencilla, casi accidental. Cuando se estrenó Real Women Have Curves nos preguntamos: “¿Cómo hacemos para que más latinos puedan ver esta obra?”. Con nuestro propio dinero compramos boletos y los regalamos en Instagram a hijos de inmigrantes, estudiantes y familias trabajadoras. La respuesta fue tan grande que pronto otras personas comenzaron a donar para que pudiéramos seguir repartiendo entradas y la iniciativa ha crecido.
P. Todos somos inmigrantes de algún modo. ¿Qué ha aprendido de su propia historia que quisiera que quedara como legado en su música?
R. La importancia del respeto y la apertura. No quiero decir que antes no fuera respetuoso, pero vivir en Monterrey me daba una perspectiva muy limitada: todos nos veíamos relativamente igual, hablábamos relativamente igual, y la diversidad que veía en las películas no era algo que existiera en mi entorno. Al emigrar y llegar a Nueva York, te subes a un tren y escuchas decenas de idiomas, ves personas de todos los colores y nacionalidades, y te das cuenta de que, aunque diferentes, somos iguales en nuestra humanidad. Eso me enseñó que el respeto y la apertura hacia los demás son fundamentales.
Cortesía de El País
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