Jair Bolsonaro, el excapitán condenado por su último acto de insubordinación

A lo largo de su carrera, declaró su nostalgia por la dictadura en Brasil. Como jefe de Estado, desafió las instituciones. El ultraderechista Jair Bolsonaro fue condenado por golpismo.

Ni siquiera el apoyo declarado del presidente estadounidense Donald Trump pudo revertir su suerte: el excapitán del ejército puede recibir una pena de más de 40 años de cárcel por intento de golpe de Estado tras perder las elecciones en 2022 contra su némesis, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.

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Ya en prisión domiciliaria, aquejado de problemas de salud derivados de una puñalada que recibió en 2018, el líder de la derecha brasileña, de 70 años, enfrenta su peor momento.

Sin embargo, el “Mito”, como aún le apodan sus seguidores, ha prometido resistir hasta el final e incluso presentarse a las presidenciales de 2026, pese a estar inhabilitado. La reciente condena en la Corte Suprema sepultaría esa opción.

“¡Vamos a continuar la lucha!”, prometió en las últimas manifestaciones que protagonizó en Rio, Sao Paulo o Brasilia, arropado por miles de personas.

Bolsonaro accedió al poder en 2019 con el sello de “outsider”, aunque llevaba casi tres décadas en la política.

Nacido el 21 de marzo de 1955 en el interior del estado de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, Bolsonaro tuvo cinco hijos con tres mujeres.

Junto a su actual esposa Michelle (27 años menor que él) y sus tres hijos mayores forma hoy un clan político muy activo.

Tanto Michelle, una fiel evangélica, como su hijo senador Flávio suenan como sucesores al frente del campo conservador.

Su hijo Eduardo, diputado, reside actualmente en Estados Unidos, donde lleva una fructuosa campaña ante el gobierno de Trump para defender a su padre.

Aún así, la relación entre los dos ha sido tensa. Cuando Bolsonaro llamó a su hijo “inmaduro” por atacar a un gobernador conservador, Eduardo explotó: “Vete a la mierda, ingrato”, según mensajes filtrados por la policía durante el juicio.

El exmandatario nunca renegó de los años de plomo de la dictadura militar (1964-1985), cuyo “error fue torturar y no matar” a los disidentes, según dijo antes de llegar a la presidencia.

Después de una carrera militar marcada por episodios de insubordinación, Bolsonaro fue electo diputado desde 1991.

Su discurso llano y directo se mantuvo siempre beligerante y causó polémicas por comentarios misóginos, racistas y homofóbicos.

Uno de estos ocurrió en 2014 cuando le dijo a una diputada que era “demasiado fea” para ser “violada”.

Poco visible en el Congreso, salió de las sombras tras la destitución en 2016 de la expresidenta Dilma Rousseff, heredera política de Lula.

Sus diatribas contra la corrupción, la violencia, la crisis económica y la izquierda “podrida” sedujeron a buena parte de la población.

Este populista, que en público suele vestir pantalones cortos y la camiseta de la selección brasileña, se aseguró el apoyo de poderosos sectores del agronegocio y los evangélicos.

En la campaña presidencial de 2018 sufrió una puñalada durante un acto partidario. El incidente hizo disparar su popularidad.

Su mandato estuvo marcado por crisis, a pesar de un balance económico más bien positivo.

Calificó de “gripecita” al virus del covid que causó cerca de 700.000 muertes en Brasile ironizó sobre las vacunas que, según él, podían “transformar en cocodrilo” a las personas.

Negacionista climático, dejó expandir la deforestación en la Amazonía. No dudó en insultar a líderes extranjeros y aisló a Brasil en el escenario internacional.

El punto más grave en su conducta, que lo llevó a estas instancias, nunca admitió su derrota frente a Lula en las elecciones de 2022.

Comparado durante su mandato con Donald Trump por su corte ideológico y su estilo agresivo, el republicano se convirtió en la recta final en su aliado de mayor peso.

Trump impuso aranceles de hasta 50% a las importaciones brasileñas en represalia a la “caza de brujas” contra quien, asegura, es un “gran amigo” y un “gran caballero”.

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Cortesía de El Colombiano



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