Joan Manuel Serrat recibe doctorado Honoris Causa de la UdeG


Por cada palabra convertida en verso y canto, por la música como ejemplo del poder de la lengua para edificar puentes en lugar de murallas, y por el ejercicio poético que convirtió la poesía misma en un compromiso con la libertad humana, el maestro Juan Manuel Serrat recibió, en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, el doctorado Honoris Causa, una de las distinciones más importantes que concede nuestra casa de estudios a personalidades que, por sus méritos excepcionales, han contribuido a la construcción del conocimiento.

Bajo los murales portentosos de Orozco, rodeado de personalidades de la Universidad, como la rectora Karla Planter, aplaudido por uno que otro fanático entusiasta que logró colarse a los balcones del Paraninfo, el cantautor catalán agradeció con el alma el reconocimiento otorgado, compartiendo con los presentes que este camino recorrido no tuvo otro punto de partida que la poesía, que el canto —llamándose a sí mismo poseso de la canción—, que esos ayeres en los barrios de Barcelona, cuando comenzó tocando con guitarras prestadas, y entonando con el alma canciones ajenas. Serrat valoró el poder de la música como una fuerza de nosotros y ajena a nosotros, cuya poesía es “una forma de acceder al conocimiento del mundo.

Pitágoras, hace 2 mil  500 años, ya recomendaba a sus pacientes cantar para eliminar del organismo el miedo, las preocupaciones y la ira. Son muchos los científicos y los médicos que actualmente siguen exactamente estos consejos y coinciden en que la música tiene efectos sanadores sobre las personas“, dijo el maestro español. “No es que no haya hecho otra cosa en mi vida, pero recuerdo, de niño, cantar con mi madre mientras la acompañaba a realizar faenas domésticas: vender la ropa, hacer las camas, desgranar los guisantes. Mi madre y yo cantábamos. Quizá, por eso me entró ese amor por cantar. De ese pozo han bebido mis canciones.

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Serrat, complacido, con una sonrisa enorme, se reconoció a sí mismo en la felicidad de entregar su vida a este oficio: el de la música. “Soy feliz con este oficio que me gusta hacer y por el que a veces me aplauden. Constantemente percibo que la gente me quiere por hacer lo que hago, por lo que me gusta hacer. Aprendí a tocar con una guitarra prestada y a cantar con canciones ajenas, y así ha sido hasta el día de hoy“, dijo. Reconoció que todo lo conseguido, y quien es él hoy, no eclosionó desde esa musa esquiva es que la inspiración, sino desde el trabajo, el empeño y la constancia. “Solo con esfuerzo y paciencia se puede hacer algo que deje a uno satisfecho y sea capaz de emocionar. Hay que trabajar las palabras, como trabaja el alfarero el barro, como trabaja el herrero el hierro.

El maestro, en su discurso, agradeció sobre todo a la música. La música, ese sonido transfigurado en el viento, esa poesía hecha de acordes, ese rugido interno. “Cuando hablamos del canto y de quien lo practica, hablamos de un arte que ha acompañado al ser humano desde siempre. Cantando nos reciben a la vida y cantando nos dicen adiós. Con canciones acunamos a nuestros hijos y con canciones los despedimos. Las canciones han acompañado al hombre en sus duelos y en sus fiestas, en sus tareas cotidianas, labrando la tierra, subiendo a los tejados o bajando a los sótanos. Han cantado las gestas de nuestros héroes y han sido la indumentaria de nuestras celebraciones.

Por el último, el maestro agradeció a la Universidad de Guadalajara, a la Feria Internacional del Libro (FIL) y a México -quien lo acogió durante el exilio-. Un México que fue su casa, que fue su hogar, un México que también le duele. Y confía que este segundo hogar, tan surrealista, tan poético, tan incomprensible, se convierte en un mejor lugar por medio del poder de la literatura.

Gracias a la FIL de Guadalajara, a la Universidad y al Ayuntamiento de mi ciudad, que gestaron e hicieron posible esta invitación a participar en este maravilloso encuentro de las letras españolas, que es la FIL y que fundó esta universidad, a punto de cumplir 40 años“, dijo el maestro, y finalizó con una frase que cimbró a los asistentes: “En estos días en que Guadalajara y México salen a las calles para llenar la FIL, para vivir con pasión el mundo de la literatura, quiero pensar que llegará el día en que ese México de los libros le gane al México de las armas.

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FF

Cortesía de El Informador



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