Jonathan Tetelman, heredero de las grandes voces del pasado y a la vez un artista único, inauguró con una actuación descollante el ciclo Aura (con auspicio de la Revista Ñ) en el Teatro Colón, la serie dedicada a las voces más interesantes de la lírica actual. Lo acompañó el gran pianista cubano Ángel Rodríguez, a quien escuchamos recientemente junto a Javier Camarena. El programa recorrió arias de Massenet, Cilea, Verdi y Puccini, con canciones de Tosti, De Curtis, Cardillo, Rota, Sorozábal y Lara.
Nacido en Chile y formado en los Estados Unidos, Jonathan Tetelman es hoy uno de los tenores más resonantes de su generación. Su carrera avanza en los principales teatros del mundo y lo distingue un timbre lírico-spinto que combina potencia y lirismo, pero sobre todo una manera de repensar los grandes roles. No se limita a la tradición heroica del tenor romántico y verista: aporta un costado íntimo, casi confesional.
En E lucevan le stelle de Tosca -Su Cavaradossi tiñó la sala de inminente tragedia- o È la solita storia del pastore de L’Arlesiana, su canto no fue sólo despliegue vocal, sino desgarro personal que transmitió fragilidad y verdad. También en Massenet acercó su Werther más al poeta que sufre que al héroe operístico clásico.
La calidad del acompañamiento de Rodríguez fue clave: la capacidad de darle al piano una función narrativa, casi orquestal, pero también íntima, la voz encontró en el teclado un eco melódico y rítmico capaz de multiplicar el poder evocativo del texto.
Un puente entre ópera y canción se percibió desde el inicio de la velada, con Tosti: Ideale, A vucchella y L’alba separa dalla luce l’ombra. Allí Tetelman ofreció una voz íntima y envolvente, más dirigida al oído que a una sala colmada. Propuso una masculinidad que no fue la del gesto épico, sino vulnerable y tierna.
Fuera de programa, el tenor incorporó el aria verdiana O figli, o figli miei (Macbeth) precedida por unas palabras: “En este momento convulsionado del mundo, desde Gaza, Sudán y Ucrania, la música puede reunir y dar esperanza para el futuro”. Su versión del aria de Verdi, con timbre oscurecido y concentrado, transmitió un lamento desgarrador.
La segunda parte se organizó como un viaje por la canción italiana, la romanza española y repertorio popular. Torna a Surriento abrió con una mezcla de dulzura y expansión, Tetelman ofreció una línea de canto amplia y sostenida; en Tu, ca’ nun chiagne enfatizó la fibra teatral, con legato interrumpido por exclamaciones de dolor, jugó con contrastes entre ternura y arrebato.
El desgarro llegó con Core ’ngrato, emblema del lamento amoroso. Luego, el misterio de Parla più piano (Rota) y la intensidad de No puede ser (Sorozábal) condujeron al cierre con una Granada electrizante.
La alianza con Rodríguez fue clave. Más que acompañante, el pianista compartió escena como un interlocutor artístico. Brilló también como solista en una versión para piano de Casta Diva, reveló un fraseo cantabile que convirtió el teclado en una prolongación de la voz belcantista, y en el Vals de Musetta recreó la coquetería y ligereza teatral de la escena de Puccini. En lugar de Los paraguas de Cherburgo ofreció una sentida Alfonsina y el mar que fue muy ovacionada, al igual que el Intermedio de La boda de Luis Alonso.
Las estruendosas ovaciones fueron respondidas con cinco bises. El primero, con la aparición sorpresa del tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz (encabezará el segundo elenco de Werther, ópera que subirá el próximo domingo) desde la platea, en un festivo O sole mio. Siguieron El día que me quieras, un vibrante Nessun dorma con Tetelman solo y el regreso de ambos para un cierre de entusiasmo popular con Funiculì Funiculà. Tetelman se arrodillo sobre el escenario y agradeció estar allí.
En tiempos en que la inteligencia artificial crea grupos virtuales que marcan tendencia, las voces humanas en vivo siguen siendo irreemplazables. Y Tetelman aparece como un recordatorio de lo irreemplazable: su canto no es sólo timbre o fraseo hermoso; hay respiración contenida, riesgo en los agudos, tensión muscular y emocional compartida con el oyente. Eso que convierte a cada recital en un acontecimiento único.
Con: Jonathan Tetelman, tenor; Ángel Rodríguez, piano Sala: Teatro Colón, Domingo 17 de agosto.
Cortesía de Clarín
Dejanos un comentario: