Death Stranding apareció en 2019, y aunque seis años de distancia no parecen tantos, la realidad es que en ese lapso los videojuegos cambiaron de una manera totalmente diferente. En ese tiempo apenas veíamos como Fortnite empezaba a llamar la atención como un juego como servicio, con sus colaboraciones, sus temporadas que iban avanzando. Apenas teníamos una idea de lo que sería The Last of Us Part II, y realmente era un mercado muy enfocado todavía a los videojuegos como se conocían.
Hoy ya explotó la burbuja. Estas franquicias han logrado escalar a niveles como una serie de The Last of Us, películas de Sonic, de Super Mario, que se convirtieron en lo más visto del cine, hasta parques temáticos. El universo de los videojuegos ha trascendido como nunca antes. Y justo ahí, en medio de esa evolución vertiginosa, regresa Death Stranding 2, dispuesto a volver a sacudirlo todo.
El visionario que no tiene que demostrar nada
En ese panorama cambiante, es imposible no detenerse a hablar de Hideo Kojima, uno de los grandes genios creativos de la industria. Durante años fue etiquetado —de forma simplista y hasta condescendiente— como “director de cine frustrado”, como si sus ambiciones narrativas no tuvieran cabida en el videojuego. Pero el tiempo, y especialmente los últimos seis años, le han dado la razón.
Lo que antes parecía exagerado —cinemáticas largas, tramas complejas, finales extensos que te quitaban el control por minutos enteros, como el de Metal Gear Solid 4— hoy es parte de una tendencia narrativa que muchos otros han replicado. Kojima no solo fue un pionero, fue un autor que simplemente nació antes de que el medio estuviera listo para él.
Con Death Stranding, su primer proyecto fuera de Konami, no solo rompió el cordón umbilical que lo ataba a Metal Gear, también sentó las bases de una nueva forma de contar historias interactivas. Se alejó del sigilo y de lo convencional, apostando por una visión que combinaba la ciencia ficción más profunda con una producción que reunía a actores de renombre en papeles que nunca imaginamos ver en un videojuego.

Death Stranding 2 no solo continúa ese camino: lo lleva a otro nivel. Es, en muchos sentidos, la culminación de todo lo que Kojima ha construido a lo largo de su carrera. Este juego no solo tiene una narrativa sólida y una ambientación espectacular, también presume un nivel de actuación, detalle, diálogos y expresividad que hacen que quieras ver esta historia como una serie o película.
Es uno de esos productos que terminan por obsesionarte, que te empujan a querer compartirlo con otros, para que se emocionen tanto como tú lo hiciste.
La duda inevitable
La respuesta honesta y directa es: sí. Esta no es una secuela que puedas abordar a ciegas. El primer juego está cargado de narrativa, personajes complejos, simbolismos y momentos clave que no se pueden explicar con un simple resumen.

Kojima lo sabe, y por eso Death Stranding 2 incluye en su menú principal una especie de recapitulación, aunque poco favorecedora. En lugar de un video dinámico al estilo Netflix que resuma los puntos clave en 3 o 4 minutos, aquí se opta por una presentación de diapositivas donde se introduce a cada personaje con una breve descripción. El resultado es más confuso que útil, especialmente para quienes no tienen fresca la historia o jamás tocaron el primer título.
La buena noticia es que Death Stranding 2 hace un esfuerzo por ir reconstruyendo poco a poco su propio contexto. Conforme avanzas, el juego va soltando información de manera orgánica, ayudándote a conectar piezas sueltas. Así que, aunque lo ideal es haber jugado el primero, si no lo hiciste, aún puedes disfrutar esta entrega —con algo de paciencia y disposición—.

¿Cómo se juega Death Stranding 2?
Más allá de su historia enigmática, criaturas sobrenaturales y una estética postapocalíptica muy marcada, la gran pregunta con Death Stranding —y también con su secuela— es: ¿de qué trata realmente?, ¿cómo se juega? Porque sí, el argumento está lleno de capas filosóficas y ciencia ficción densa, pero su base jugable es mucho más sencilla de lo que parece: eres un repartidor.
Así de simple. En un Estados Unidos devastado, vacío y desconectado tras un fenómeno catastrófico conocido como el Death Stranding, tomamos el papel de Sam Bridges, quien tiene una misión clara: reconectar al país a través de la llamada red Quiral. ¿Cómo se logra eso? Caminando. Recorriendo kilómetros de terreno montañoso, ríos, llanuras y zonas peligrosas para entregar paquetes de un punto A a un punto B. Porque en un mundo donde casi no hay gente, las conexiones humanas —y físicas— son más valiosas que nunca.

Death Stranding 2, en ese sentido, no rompe el molde. No lo necesita. Mantiene la misma estructura fundamental del primero: no hay cambios drásticos en su núcleo jugable, y eso puede desconcertar a quienes esperaban una transformación radical. Aquí no hay tiroteos constantes, ni acción desenfrenada. En su lugar, hay largas caminatas, rutas que uno mismo debe planear, decisiones sobre si cruzar un río con corriente o buscar un atajo más seguro, y herramientas como escaleras, cuerdas, vehículos o exoesqueletos que pueden ayudarte, siempre y cuando si sabes usarlos bien.
El combate existe, pero nunca fue el el foco del primer juego, para su secuela aumentan considerablemente, no solo contra humanos, también contra los CV, entre otros, pero la magia del juego está en su ritmo contemplativo.

Puede ser relajante en su serenidad, y a la vez abrumador por lo imponente del terreno, por la tensión de no caer, de no dañar tu carga, de no perder el equilibrio cuando la lluvia empieza a caer y los enemigos invisibles acechan.
Esa es la paradoja de Death Stranding: un juego que se ve extraño, que se juega como algo muy básico, pero que esconde un nivel de diseño, simbolismo y emoción que pocos títulos han alcanzado. Es una experiencia que, aunque no parece del otro mundo, logra sentirse única y profundamente humana.
¿Que no haya cambio significa que es malo?
En absoluto. Que Death Stranding 2 conserve su estructura base no significa que se haya quedado estancado. Al contrario, hay añadidos relevantes y muy bien integrados que le dan una capa extra de realismo, dinamismo y profundidad a la experiencia.

Uno de los más interesantes es la incorporación de sismos. Imagina que estás escalando una montaña, cuidando cada paso para no resbalar y de pronto recibes una alerta de que va a temblar. Eso significa que pueden caer rocas desde lo alto, obligándote a esquivarlas o a buscar refugio rápidamente. Es un detalle que añade tensión, pero también autenticidad, y se agradece por completo.
También hay mejoras notables en el combate, especialmente en la inteligencia artificial de los enemigos. Aquí es donde Hideo Kojima empieza a dejarse llevar un poco más y convierte a Death Stranding 2 en un homenaje sutil —y a la vez poderoso— a todo lo que lo hizo famoso con Metal Gear Solid.

Las opciones de sigilo han sido potenciadas. Podemos usar armas con silenciador, botas que amortiguan el sonido de nuestros pasos, distractores y herramientas especializadas para eliminar enemigos sin ser vistos. El juego constantemente te recuerda: puedes entrar con fuerza bruta, o puedes ser invisible. Y hacerlo bien en sigilo sigue teniendo ese sabor especial que solo un diseñador como Kojima puede entregar.
Además, hay otros guiños que los fans de Metal Gear sabrán reconocer al instante: desde métodos de comunicación muy similares a los antiguos Codecs, hasta personajes cuya apariencia resulta demasiado familiar. Sin hacer spoilers, los trailers ya dejaban ver a un personaje que inevitablemente remite a Solid Snake. Y eso no es gratuito, es un regalo para los fans, una forma de Kojima de decir “sigo haciendo lo que me apasiona”.

No se trata de reciclar, sino de reinterpretar. Y en Death Stranding 2, el maestro del sigilo vuelve a demostrar por qué nadie pudo acercarse durante décadas. Los combates cuerpo a cuerpo le seguirán costando, pero todo forma parte de este cóctel de emociones constantes.
México y el nuevo mapa de conexiones
Para sorpresa de muchos, México tiene un papel relevante en la historia de Death Stranding 2. Y sí, leíste bien: México forma parte del nuevo viaje de Sam Bridges, y eso cambia completamente la escala de lo que vimos en la primera entrega.

Sin entrar en spoilers, podemos decir que después de haber conectado Estados Unidos con la red Quiral, Sam ahora enfrenta una nueva misión. Fragile lo busca para informarle que su nueva organización, Drawbridge, tiene un objetivo claro: expandir la red hacia otros territorios estratégicos. Y el primero en la lista es México.
¿Por qué México? Porque es un territorio cercano, crucial para mantener la estabilidad regional, y porque sigue siendo parte del mismo continente donde comenzó todo. Pero sobre todo, porque sirve como puente narrativo hacia otro de los grandes escenarios del juego: Australia.

Sí, buena parte de Death Stranding 2 se desarrolla en Australia. Kojima lo eligió no solo por su geografía insular, sino por ser un territorio manejable en términos de diseño de mundo abierto, con acceso al océano y condiciones climáticas extremas que encajan perfecto con el tono del juego. Y para que Sam llegue allá, primero debe pasar por México.
Por supuesto, el México que vemos aquí no refleja elementos del país. Las ciudades son ficticias y las distancias están estilizadas: un trayecto de 10 minutos puede representar una buena parte del país. Pero lo importante no es el realismo geográfico, sino el valor simbólico. La red Quiral tiene que llegar a todas las zonas posibles para evitar nuevas catástrofes, y eso convierte a México no sólo en un nuevo reto para el jugador, sino en una pieza clave dentro del rompecabezas narrativo global.

Además, la aparición de México no se limita a explorar un pedazo de tierra que podría confundirse fácilmente con los escenarios estadounidenses del primer juego, pero con otro nombre. Sin profundizar demasiado en la trama, nuestro país también sirve de conexión con otro mundo: uno donde las almas avanzan llenas de dolor, sin una ruta clara, y donde la historia vive uno de los momentos más emocionantes del juego..
Lo más notable es que la interpretación de estos elementos no se siente superficial. Hay una carga cultural interesante y respetuosa, que evita caer en los estereotipos clásicos con los que a menudo se retrata a México en producciones extranjeras. Death Stranding 2 no convierte al país en un cliché; al contrario, lo integra como un territorio con identidad propia, relevante dentro del universo narrativo de Kojima, y lo hace con elegancia.

El clima como mecánica, la noche como estrategia
Además de las nuevas herramientas, Death Stranding 2 refina muchos aspectos clave de su jugabilidad, y uno de los más notables es la manera en que el clima y las condiciones del entorno afectan directamente nuestras decisiones.
Hay zonas desérticas donde tormentas de arena pueden reducir la visibilidad a casi cero, regiones montañosas con el frío es tan extremo que incluso el oxígeno comienza a escasear, o lluvias intensas que no solo afectan nuestra movilidad, sino que también deterioran la carga que llevamos. En todo momento, el juego nos obliga a planear: no solo qué llevamos, sino cómo y por dónde.

Uno de los pequeños grandes aciertos está en algo tan simple como elegir cuándo descansar. Cada vez que decides tomar una pausa, el juego te permite escoger si quieres despertar en la mañana o en la noche. Y aunque parezca un detalle menor, cambia por completo la experiencia. En mi caso, prefiero avanzar con la luz del día: me da mayor claridad de ruta y me permite tomar mejores decisiones. Pero habrá jugadores que disfruten más del sigilo, del misterio o del reto extra que representa la noche.

Y hablando de sigilo, hay detalles que parecen sacados directamente del legado de Metal Gear. Por ejemplo, si entras en una zona con enemigos humanos, notarás una diferencia importante entre el día y la noche: durante el día, las patrullas están activas, completas y en alerta. Pero en la noche, una parte del grupo se va a dormir, dejando brechas que puedes aprovechar siempre y cuando no hagas ruido o actives una alarma. Son esos pequeños elementos de diseño —esas decisiones que te obligan a pensar antes de actuar— los que hacen que Death Stranding 2 no solo se sienta vivo, sino también táctico.
Personajes y actuaciones que redefinen la industria
Uno de los pilares más impresionantes de Death Stranding 2 es su elenco. No es nuevo que Hideo Kojima se rodee de actores reconocidos, pero en esta secuela el nivel actoral alcanza una profundidad pocas veces vista en la historia del videojuego. Y no solo hablamos de los diálogos: se trata de interpretaciones completas, con cuerpo, emociones, silencios, expresiones, movimientos y reacciones que no solo complementan la narrativa, sino que la potencian.

El regreso de Norman Reedus como Sam Porter es clave. El protagonista, más maduro, más reflexivo, carga con el peso emocional de los eventos del primer juego, y su actuación se nota mucho más reposada, más sutil, pero igual de poderosa. Reedus no interpreta un héroe de acción; interpreta a un ser humano fracturado, y esa es la gran diferencia.
También regresa Léa Seydoux como Fragile, ahora con un rol más protagónico. Ella no solo se encarga de impulsar la narrativa a través de Drawbridge, su empresa, sino que su evolución personal se nota tanto en lo que dice como en lo que calla. Su presencia es magnética, y su interpretación tiene una carga dramática que no desentona en absoluto con lo que veríamos en una serie de alto nivel.

Otro regreso muy esperado es el de Troy Baker, quien interpreta nuevamente a Higgs. Y aunque su participación en la historia tiene un giro distinto, su carisma como antagonista vuelve a destacar. Baker sabe cómo robarse una escena, incluso en medio del caos. Tener a este tipo de personajes con un papel tan relevante también es reconocer el trabajo de Baker, conocido por sus trabajos de voz en infinidad de videojuegos, poder ser parte de un elenco tan grande con un rol de este nivel, es de los detalles que no dejaremos de aplaudir.
Pero la secuela también introduce caras nuevas que elevan la apuesta. Elle Fanning se une al reparto como un personaje central en el nuevo arco narrativo. También se suma Shioli Kutsuna, actriz conocida por su participación en Deadpool 2. Aquí interpreta a un personaje clave en la conexión con el territorio australiano.

Y como es costumbre en los juegos de Kojima, hay cameos, guiños y apariciones especiales que enriquecen aún más el universo sin romper la inmersión. Pero lo más destacable de todo esto no es solo quiénes aparecen, sino cómo actúan. Porque Death Stranding 2 no solo captura sus rostros o voces: capta emociones reales, movimientos sutiles, miradas que dicen más que un diálogo completo. El trabajo de captura de movimiento y expresión facial es simplemente sobresaliente.
Esta es una producción donde el nivel de actuación se siente en cada detalle: desde una escena íntima hasta una batalla, desde una conversación silenciosa hasta un momento de caos total. Nunca antes habíamos visto actuaciones así de completas, complejas y cinematográficas dentro de un videojuego. Death Stranding 2 no solo eleva el estándar: lo redefine.

Pero más allá de las interpretaciones, hay un detalle visual y estilístico que destaca enormemente: la manera en la que se presentan los personajes en pantalla. Kojima adopta un enfoque totalmente cinematográfico, muy al estilo de Tarantino o del cine de acción clásico. Cada vez que aparece por primera vez un personaje importante, el juego detiene por un par de segundos la acción para mostrar su nombre, el nombre del actor que lo interpreta y, en una decisión que debería convertirse en estándar, también aparece el nombre del actor de doblaje en caso de estar jugando con audio en español latino.
Es un gesto elegante, respetuoso y poderoso hacia el trabajo de localización, especialmente porque en Death Stranding 2 el doblaje latino es espectacular. Las voces seleccionadas, la dirección, la interpretación emocional, todo está cuidadosamente trabajado para que no solo se sienta natural, sino profundamente humano. Algunos de los actores de doblaje que participan como José Antonio Macías, Idzi Dutkiewikz, Annie Rojas o Gerardo Reyero son reconocidos por su trayectoria, y aquí entregan interpretaciones memorables. No es exagerado decir que este es uno de los mejores doblajes que hemos visto en la historia de los videojuegos.

Obviamente, quienes prefieren jugar con el audio original encontrarán actuaciones espectaculares. Pero para quienes opten por el doblaje latino, no solo estarán tranquilos: estarán orgullosos. Porque Death Stranding 2 demuestra que la localización también es un elemento distintivo, y que cuando se hace con respeto y pasión, eleva la experiencia de forma incuestionable.
Dollman: el personaje que no sabías que necesitabas

Uno de los nuevos acompañantes en Death Stranding 2 es Dollman, una marioneta animada que se ve y se mueve como si fuera stop motion, contrasta con todo el mundo hiperrealista del juego, y eso lo hace aún más entrañable.
Dollman acompaña a Sam durante muchas partes del juego. Habla, comenta, y rompe la cuarta pared de manera elegante. Si olvidaste algo en una misión, te lo sugiere con sutileza. Si necesitas revisar tu glosario, te lo recuerda con estilo. Es un guía que no molesta, que acompaña sin invadir.
Además, Dollman tiene historia propia. Cuando la cuenta, es un momento conmovedor, de esos que no ves venir y te dejan pensando. Y no solo es narrativo: también tiene una función jugable. Puedes lanzarlo al aire como un dron, y se queda flotando para ayudarte a detectar enemigos, como en Far Cry o Assassin’s Creed. Es útil, carismático y diferente. Un personaje inolvidable.
Una conexión silenciosa
Una de las mecánicas más ingeniosas y emocionales de Death Stranding 2 es su sistema de conexión social indirecta. A diferencia de otros juegos multijugador, aquí nunca vemos a otros jugadores en tiempo real, pero sus huellas, sus decisiones, sus herramientas y construcciones están ahí, presentes, influyendo en nuestro mundo. Puedes encontrar una escalera perfectamente colocada para cruzar un río, un puente justo donde lo necesitabas o una estación de carga que alguien construyó en una ruta difícil. Y ese simple gesto de ayuda, aunque venga de un desconocido, se siente profundamente humano.
Esta es la forma de Kojima de hablar de cooperación sin contacto, de solidaridad sin recompensa directa. Porque sí, puedes dar “likes” a las estructuras que otros dejan, pero esos likes no otorgan puntos ni recursos: son un acto simbólico, un agradecimiento silencioso. Y eso es lo que hace especial a esta mecánica. No estás compitiendo con nadie. Estás colaborando con todos, sin saber quiénes son, solo confiando en que alguien más también quiso ayudar.

Además, esta mecánica refuerza el mensaje del juego: reconstruir el mundo no se trata solo de ti, sino de los lazos que construyes, aunque sean invisibles. Esa sensación de comunidad sutil, de conexión emocional entre jugadores que nunca se ven, convierte a Death Stranding 2 en una de las experiencias más originales y conmovedoras. Y en tiempos donde los videojuegos suelen enfocarse en la competencia, este sistema demuestra que también se puede crear comunidad desde el silencio.
Y para ilustrarlo basta un momento: puedes estar frente a una colina empinada, cansado, con poca carga de energía y la sensación de que ya no hay forma de avanzar. No hay camino, no hay aparente solución. Y de pronto, ves una escalera. Perfectamente posicionada. Alguien más estuvo ahí antes, alguien que vivió lo mismo, pero venía mejor preparado. Esa simple herramienta se convierte en un salvavidas y, sin saberlo, te conecta emocionalmente con otro jugador. Uno que no conoces, pero que, por un instante, estuvo exactamente en tu lugar.
La historia, el ritmo y el respeto por Kojima
Death Stranding 2 está dividido en episodios, muchos de ellos completamente jugables, otros más narrativos. Kojima decide cómo se cuenta la historia, no el jugador. Eso significa que puede haber capítulos con tres horas de gameplay seguidas de 25 minutos de cinemática, o lo inverso. Es parte del estilo del creador japonés, y es importante entrar con esa mentalidad.

Los juegos de Hideo Kojima son celosos: requieren concentración, paciencia y sesiones largas. No es ideal jugar 20 minutos al día esperando avanzar, porque el juego te puede lanzar una escena larguísima en ese tiempo. Lo mejor es disfrutarlo en bloques grandes, de 2 o 3 horas, para que la narrativa tenga sentido y el ritmo no se sienta roto.
Y uno de los momentos más mágicos que regresa de la primera entrega es este: vas caminando, solo, y de pronto, la cámara se aleja, mostrando el paisaje. Empieza a sonar una canción. No es una escena preprogramada, es el juego eligiendo el momento perfecto para darte esa experiencia. Es como Minecraft, donde suena una melodía cuando menos lo esperas, y de pronto todo tiene un sentido emocional.

Ahora, además, puedes desbloquear un reproductor de música. Vas armando tu playlist con las canciones que desbloqueas conforme haces entregas o progresas en la historia. Pero hay una restricción inteligente: solo puedes escuchar música dentro de la red Quiral. Si te sales de ella, se apaga el reproductor. Es un detalle muy bien pensado, pero aun así, creemos que la experiencia se disfruta más cuando es el juego quien decide la música.
Un paso más hacia el fotorealismo
Jugamos Death Stranding 2 en PlayStation 5 Pro, con dos modos disponibles: calidad y rendimiento. Cualquiera de las dos opciones ofrece una experiencia increíble, pero queremos detenernos en un detalle importante: el inicio del juego es abrumador. La calidad gráfica de las montañas, la niebla, los paisajes, muchas cosas rayan en lo fotorealista.

Kojima Productions utiliza el Decima Engine, creado por Guerrilla Games, y el resultado es espectacular. Las caras no solo se ven realistas, transmiten emociones. Cada mirada, cada pausa, cada gesto está cuidado al milímetro.
La iluminación también juega un papel vital. La luz del sol, la forma en que rebota en el agua, o cómo se filtra entre las nubes, te hace dudar si estás viendo un videojuego o una película. Es, sin duda, uno de los títulos más impresionantes visualmente que hemos visto hasta ahora con este tipo de dimensiones.
Dificultad, exploración y libertad total
Uno de los temas que podrían generar debate es la dificultad. El juego permite elegir entre niveles más complejos o modos más contemplativos. Y la verdad es que no está mal optar por un modo más sencillo si tu prioridad es la exploración o la narrativa.

Hay incluso una opción para “eliminar” los combates con jefes, pensada para quienes quieren seguir la historia sin obstáculos. Y si Kojima lo permite, ¿por qué nosotros lo cuestionaríamos?
Además, Death Stranding 2 es un juego que premia la curiosidad. Puedes mejorar estructuras donando materiales, construir carreteras, activar estaciones de carga, desbloquear rutas. El sistema de monorrieles es otro ejemplo: sirven como viajes rápidos y se sienten como escenas de transición que justifican cada trayecto.
La experiencia puede durar entre 35 y 40 horas si te enfocas en la historia. Pero si decides explorarlo todo, ayudar a todos, mejorar rutas y entender a fondo cada personaje, puedes fácilmente llegar a 80 o 100 horas.

Y eso sin contar lo adictivo que es: quizá olvides tu misión principal porque decidiste mejorar una carretera o ayudar a un personaje con su reputación. El sistema de “likes” funciona como una crítica al mundo actual, pero también como una forma elegante de medir cuánto has ayudado.
Entre la soledad y el legado de un genio
Death Stranding 2 va más allá de un simple videojuego. Es una obra que se siente como la culminación de todo lo que Hideo Kojima ha querido expresar en su carrera. El resultado es sorprendente, no solo por su talento técnico y narrativo, sino porque es también un recordatorio de cómo han evolucionado los videojuegos como medio.

Durante toda esta reseña evitamos hablar de la trama. Y no fue casualidad. La historia es compleja, llena de capas y giros que pueden confundir en muchos momentos, pero que siempre sorprenden. Justo cuando crees que sabes a dónde va todo, el juego cambia la dirección. Y eso es parte de su magia.
Estamos frente a un juego que no todos van a jugar, pero que muchos querrán ver como una serie o una película. Y eso también está bien. Porque si algo logró Death Stranding 2 es convertirse en el ejemplo más grande de cómo los videojuegos pueden contar historias que compiten —o incluso superan— a las del cine y la televisión.
Tiene uno de los mejores repartos actorales en la historia de este medio. No solo por los nombres en pantalla, sino por lo que hacen con sus personajes: los humanizan, los rompen, los reconstruyen. Y si sumamos a eso uno de los mejores trabajos de doblaje latinoamericanos que hemos escuchado, el resultado es redondo.

Y aquí es donde recuperamos esa sensación especial: posiblemente lo que yo viví en mi partida no será igual a lo que vivas tú. Tal vez a mí me costaron más las montañas heladas por las rutas que elegí o por ir mal equipado. Quizá tú las cruces sin problema. Esa capacidad del juego para dar libertad y personalizar la experiencia sin cambiar la historia central es uno de sus grandes logros.
Death Stranding 2 no será el juego perfecto, pero sí es una pieza única, que se quedará en el corazón de muchos jugadores. Uno de esos títulos que con los años crecerá en valoración, en respeto y en admiración. Y que, sin duda, consagra a Hideo Kojima no solo como uno de los grandes maestros de los videojuegos, sino como alguien que rompió las fronteras de la industria.
Cortesía de Xataka
Dejanos un comentario: