Entre las tantas cosas o géneros que aborda y es Cacería de brujas -y una de la que no es, pese a lo que puede sugerir el título, es ser una película de terror- podríamos definirla como un thriller psicológico. También el filme con Julia Roberts es un drama. Y un filme provocativo.
Lo último, como muchas de las realizaciones del palermitano Luca Guadagnino, el director de Llámame por tu nombre, Desafiantes y Queer, es lo que lo hace atractivo. No apenas comienza.
Filme discursivo si lo hay, las primeras escenas son discusiones filosóficas durante una reunión en la casa de Alma (Julia Roberts), profesora de Filosofía en Yale. En la charla participan su adjunto, Hank (Andrew Garfield), algunos alumnos, como Maggie (Ayo Edebiri) y el esposo de Alma, que es psicoanalista (Michael Stuhlbarg).
Si alguno se comienza a inquietar, impacientar y a preguntarse cuándo comenzará a pasar algo, la cacería de brujas o lo que sea, finalmente ese algo llega. Al día siguiente de la reunión, Maggie le cuenta a Alma que Hank se propasó con ella cuando la acompañó a su departamento.
Para entonces, más de algo ya había pasado y el espectador más atento lo habrá notado.
Cacería de brujas es un filme plagado de enigmas. Uno, el que hace arrancar la historia, es el de si Hank violó o no a Maggie. No es un tema menor, por muchos motivos, además del obvio. Maggie es afroamericana, sus padres donaron la mitad del campus de Yale y ella vive con un chico transgénero.
Los otros enigmas pasan por algo que Maggie encuentra escondido en un baño en lo de Alma, y por los constantes dolores que tiene Alma, que la hacen retorcerse cada tanto.
Uno de los problemas de Cacería de brujas es que cuando se aboca a temas espinosos, Guadagnino termina en la escena final borrando con el codo todo lo que fue escribiendo con la mano. Esa escena final empaña, desdibuja mucho, amén de lo pésimamente actuada que está por Ayo Edebiri, que tan bien estuvo en la primera temporada de El oso.
Otro asunto es que los personajes masculinos terminan siendo disparadores de reacciones de Alma. Y uno de ellos, el del marido, y no vamos a spoilear por qué, parece más rico e interesante que el protagónico mismo.
Guadagnino es cinéfilo, y deja por aquí y por allá, llamémosle, guiños. Al margen de la tipografía de los títulos iniciales, que copia a los de todos los filmes de Woody Allen, y hasta los intérpretes están en orden alfabético, que Alma tenga enmarcado el afiche de La flor de mi secreto, de Almodóvar, no aporta al personaje. Tampoco que en la oficina de la doctora Kim (una Chloë Sevigny que deambula por la pantalla como suele hacer últimamente) esté colgado uno de Clint Eastwood empuñando su revólver como Harry el sucio.
Es entonces cuando uno se pregunta para qué están, si son más distractores que otra cosa.
Como toda la filmografía de Guadagnino, Cacería de brujas es despareja. Es presuntuosa, pretenciosa y obvia, sin términos medios. Es que si el director se hubiera decidido por lo primero, todo se entendería mejor, pero si a eso le sumamos la música disonante (de los ganadores del Oscar Trent Reznor y Atticus Ross, habituales colaboradores del realizador), el tic tac de un reloj con que arranca el filme (y luego vuelve) y que lo último que se escucha en el filme es la palabra ¡Corte!, todo desnuda que el director quiere sacarnos casi constantemente de clima y nos enrostra que estamos viendo una película.
Buena o mala, ése es otro asunto.
Drama. Estados Unidos / Italia, 2025. Título original: “After the Hunt”. 139’, SAM 13 R. De: Luca Guadagnino. Con: Julia Roberts, Ayo Edebiri, Andrew Garfield, Michael Stuhlbarg, Chloë Sevigny. Salas: Cinemark Palermo, Hoyts Abasto y Unicenter, Cinépolis Recoleta, Pilar y Avellaneda, Showcase Belgrano.
Cortesía de Clarín
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