El sábado pasado, el bailarín Julio Bocca se presentó en el Teatro Colón por la mañana y miró la clase diaria que toman los integrantes del Ballet Estable, en su nuevo rol de director de la compañía más importante del país. Un gesto, apenas. Un primer contacto tranquilo con un grupo humano grande, plural y difícil, que ahora trabajará bajo sus indicaciones. Sabe que hay nervios y sospechas, pero los enfrenta con una invitación: “Disfrutar del privilegio de hacer lo que nos gusta y amamos”, dice ahora a Clarín en un camarín luminoso. Es lunes y hay 20 minutos para conversar con él y mucho por preguntar sobre este regreso, sin dudas, histórico.
Si no hubiera sido locamente ambicioso, Julio Bocca (Munro, 1967) no hubiera sido Julio Bocca: no habría participado del V Concurso Internacional de Ballet de Moscú en 1985 y con apenas 18 años (lo ganó y cuando llegó, una multitud lo ovacionó en la avenida 9 de Julio); no habría dejado su puesto estable en el Colón para ir a probar suerte en 1986 al American Ballet Theatre (llegó invitado por la leyenda Mijaíl Baryshnikov sin hablar inglés a una compañía que no miraba hacia el fin del mundo).
Solo su audacia explica la sociedad entrañable y totalmente inusual que estableció también ese año con el productor teatral Lino Patalano, representante de Les Luthiers entre otros artistas (juntos realizaron proyectos escénicos memorables e inéditos para un bailarín y trajeron al país a Liza Minnelli, el American Ballet Theatre, Shirley McLaine, el Ballet Nacional de España y las estrellas Alessandra Ferri y Natalia Makarova).
A los 23 años, Julio Bocca creó su propia compañía, el Ballet Argentino, en el que dieron sus primeros pasos por lo menos dos generaciones de bailarines notables que llevan dos décadas brillando en el país y en el mundo. En 2016, cuando estaba al frente del ballet uruguayo del Sodre, declaró: “Me gustaría dirigir el ballet del Colón o ayudar a la danza argentina”. El deseo se ha hecho realidad y Bocca sabe que eso puede ser motivo de dicha y de padecimiento. Ya lo vivió en Montevideo: la compañía pasó de la insignificancia a estar en el radar de coreógrafos y artistas, pero el costo fue una sucesión de conflictos persistentes, algunos de los cuales llegaron a la justicia laboral.
El nuevo director del Ballet Estable aprendió de aquella experiencia. Lo dice. Viene a poner al Colón entre los diez mejores cuerpos de ballet del mundo, viene a lucir a sus artistas, viene a ofrendar su trayectoria y a buscar puntos de encuentro. No viene, aclara, a dejarse agobiar por luchas menores. Ya consiguió mejoras en los contratos de los bailarines que no son estables. Y quiere más.
Este martes fue presentado junto al resto de las autoridades del teatro ante una sala llena de invitados. Compartió el escenario con el jefe de Gobierno, Jorge Macri; la ministra de Cultura, Gabriela Ricardes; y con Gerardo Grieco, su compañero de gestión el el Sodre de Uruguay y ahora aquí, además del resto de las autoridades. Todos fueron cordialmente aplaudidos. Bocca fue ovacionado.
Algunos anuncios urgentes: la temporada 2025 del Ballet Estable comenzará con Carmen, del coreógrafo Roland Petit en base a la ópera de Bizet. Hay un acuerdo en curso con la Ópera de París, probablemente parecido al que el cuerpo francés presentó con el Teatro Municipal de Santiago en marzo de este año. Bocca quiere que Paloma Herrera regrese al Colón, tras su salida intempestiva. “Se merece volver”, dijo el bailarín y maestro.
–¿Cómo estás en estos primeros días?
–Muy bien. Tengo el apoyo de la ministra, Gabriela Ricardes, y por supuesto del director general, Gerardo Grieco, con quien ya trabajamos juntos. Es lindo trabajar con alguien a quien ya conocés. Incluso con quien te podés putear, si es necesario.
–Ambos compartieron la gestión del Sodre, de manera que saben lo que les espera.
–Por acá pasaron antes Paloma Herrera y Maximiliano Guerra. Nosotros venimos por el mismo camino que ellos, intentar que esta compañía vuelva a volar.
–Una diferencia importante es que vos venís con una experiencia de gestión previa en el Sodre. ¿Qué te dejó esa experiencia?
–Yo tengo una gestión en Uruguay que también fue trabajosa y fue para mí una gran experiencia. Aprendí muchísimo y hubo un resultado muy lindo. Para la compañía pero también para los bailarines que pudieron entender y hacer el click que les proponía porque trabajar está bien, no es nada malo. Nosotros tenemos ese privilegio de hacer lo que nos gusta, de tener un teatro y salas, viajar… ¿Qué más puede pedir un ser humano? Además, también conseguimos que el ballet se hiciera popular en Uruguay, se agotaban las entradas, la gente hablaba de ballet en el taxi o en la calle proque era parte de la sociedad. Fue una cosa nunca vista, el Sodre era como la celeste. Eso es lo que uno también quiere hacer acá, que el ballet sea como la selección, que genere ese cariño, que vengan al teatro y no tengan miedo, que si volvemos de una gira con un exitazo, nos esperen en el Obelisco. Quiero volver a conseguir eso, porque se perdió. Y es una lástima porque talento hay, maestros hay, y coreógrafos y lugares maravillosos de trabajo. Tenemos todo. Entonces, vamos, a pasarla bien.
–En la compañía hay personas que te conocen desde siempre y nuevas generaciones. ¿Ya te encontraste con ellos?
–A algunos ya los conozco y hay mucha gente a la que no. Estuve el sábado. Vine a ver la clase, a ver cómo está la compañía y también los 20 bailarines contratados, que son necesarios para la programación. Más tarde, hicimos un recorrido por todo el teatro, buscando oficinas para el ballet. Hasta ahora, estaban ahí abajo, en el tercer subsuelo, y no me parecían lindas para la importancia que tiene el Ballet Estable, que necesita recibir coreógrafos y artistas. Conseguimos un espacio mejor en el cuarto piso, con luz, con ventanas. Y también me junté con los jefes técnicos. Mañana martes, me junto con la compañía para contarles cuál es el programa del año que viene.
–¿Heredaste un programa ya acordado o pudiste armar el tuyo?
–Pude armar todo. Va a ser una propuesta tranqui, en el sentido de que no hay casi nada nuevo, porque no hay posibilidades en este momento. Pero ya estoy pensando los años 2026 y 2027, de manera de ir generando los presupuestos con tiempo y buscando posibilidades, esponsors y esas cosas. Cuando volvamos en febrero, ahí ya tendré una charla con todos, podrán hacerme todas las preguntas que necesiten y empezaremos el trabajo. Tenemos que tener en cuenta que se cumplen los cien años de los cuerpos estables y ya estamos pensando en eso.
–¿Cómo está formado tu equipo?
–Vienen Luis Ortigoza como maestro y también Nadia Muzyca, que fue primera bailarina y se retiró en 2022. Va a estar la bailarina, coreógrafa y maestra África Guzmán, que es mi mano derecha desde que nos conocimos hace muchos años. Y tengo un pequeño grupo de colaboradores personales en la asistencia y la administración (porque vamos a cuidar cada centavito de la plata de la gente y necesito saber hasta dónde puedo gastar), además de una persona que escribe las coreografías, una técnica que se perdió mucho y que yo quiero mantener porque, de a poco también está volviendo en muchos teatros porque tomamos como referencia los videos y eso hace que la coreografía original se vaya perdiendo.
–Hasta ahora, el Ballet del Ballet Estable presentaba cinco programas al año, cuatro clásicos y uno que exploraba otros lenguajes. ¿Cuál será tu propuesta?
–El año que viene vamos a mantener cinco programas. Necesito conocer bien a la compañía y además hay que contratar a 20 bailarines para poder presentar las obras. Entonces, mantuve los cuatro clásicos y un programa mixto, con piezas de Nacho Duato y de Goyo Montero Morell.
–¿Habrá visitas del exterior?
–Marianela Núñez, que vuelve el año que viene. Quiero que también se presenten otros argentinos: Ludmila Pagliero, primera bailarina de la Ópera de París; Ciro Mansilla, del Stuttgart Ballet; María Celeste Losa, de la Scala de Milán; Wilma Giglio, del Royal Danish Ballet… Es lindo que puedan volver y que se sientan parte de este maravilloso teatro. También vendrán maestros como Alejandro Parente, que está dando clases en Europa; y Lidia Segni, que fue directora del ballet. Además, quiero recuperar a gente joven que se fue, que está empezando su carrera y que podría incorporarse a la compañía.
–¿Quién, por ejemplo?
–Bailarines muy jóvenes que se presentaron en la gala Repatriados, por ejemplo (N.de la R: estuvieron Patricio Di Stabile, Lucas Erni (Ballett am Rhein Dusseldorf); Matías Oberlin (Ballet de Hamburgo), Paloma Livellara (ABT Studio Company, ganadora del Prix de Lausanne), Camila Ferrera (American Ballet Theater), Azul Ardizzone, Emiliano Torres (Ballet de Hamburgo), Bárbara Brigatti (Ballet de Portugal), Ida-Sofia Stempelmann (Ballet de Hamburgo)). Veremos cómo pasa todo eso. Yo tengo ganas de empezar, de tratar de que los bailarines se quieran sentir parte de este cambio porque son ellos los que están arriba del escenario. Con mis herramientas intentaré que vuelvan a descubrir lo felices que son haciendo ballet, estando en un lugar maravilloso como este, que vengan y estén en forma para cuando se levanta el telón, porque una quinta posición es una quinta posición en cualquier parte del mundo, un passé es un passé y así. Quiero ayudarlos a volver a conseguir eso, esa calidad, esa excelencia, que es a la que yo estoy acostumbrado, que fue parte de mi vida, de lo que vi y de lo que es.
–Tu visión.
–No es algo que Julio Boca pide, la danza viene desde hace años y somos una compañía clásica. Entonces, vamos a tratar de transmitir esto y de que ellos realmente lo valoren y se sientan parte de este cambio. Vamos a empezar a las 10 de la mañana. Eso ya está establecido. La compañía tiene un contrato, que establece derechos y obligaciones porque hay gente que va a trabajar para pagar sus impuestos y ese dinero es que el nos da la posibilidad de tener un espacio. También es cierto que lo merecemos, nos lo ganamos. Pero tenemos que devolver con calidad, con excelencia, mientras se disfruta el amor y el respeto sobre lo nuestro. También quiero transmitir que a los 40 o 45 no se termina la vida. Hay otras cosas que se pueden hacer.
–Justamente la jubilación anticipada es uno de los principales reclamos de la compañía.
–Creo están trabajando en algunas ideas para generar quizás algo nuevo, diferente. Porque esta es otra época de la Argentina, el cuerpo recibe muchos más cuidados y la situación para todo el mundo cambió. ¿Por qué no vamos a cambiar nosotros? Para mí, esta es una opinión personal, si una persona que tiene que ir a limpiar el baño y se jubila a los 60 años con el cuerpo exigido, ¿qué diferencia tenemos? Me gustaría que la gente joven comprenda que pueden hacer otras cosas. Sé que están trabajando en ideas nuevas. Por ejemplo, en la Ópera de París, se retiran a los 42 pero los acompañan en nuevas funciones, en otras compañías siguen hasta los 47 aunque en los países nórdicos sí pueden mantener una jubilación generalizada a los 45.
–¿Cuál es tu objetivo para la compañía?
–Quiero que tengan ganas de ser una de las diez mejores compañías del mundo. Esa es mi visión. Prefiero ser la primera compañía del mundo, claro, pero me confirmo con estar entre las diez.
–¿Tenés pensado hacer giras por fuera del teatro?
–Sí, la idea es, por lo menos el año que viene, intentar ir a alguna ciudad del interior. Y después, por supuesto, ya estoy tratando de organizar intercambios con otras compañías del exterior. Pero necesito saber si ellos quieren o no porque son ellos los que tienen que querer hacerlo. Ya lo dije: La idea es que vuelvan a estar felices, que trabajemos unidos y felices. Yo quiero poder devolver al teatro parte de lo que me dio, así como la Escuela Nacional de Danza también me dio formación. Y también se lo debo a Lina Patalano, que me acompañó en esta locura de venir al Colón. Lo intentamos antes dos veces y no se pudo hacer. Vamos a intentar hacerlo ahora. El ballet se merece que se conozca lo que hay adentro del Teatro Colón.
Cortesía de Clarín
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