
La visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, desató todo tipo de especulaciones sobre qué es lo que vino a hacer a México. No es extraño que quien genera este tipo de especulaciones son algunos miembros de la oposición o ciudadanos abiertamente anti morena que consideran que, por alguna extraña razón, Donald Trump comparte con ellos el deseo de destronar al Gobierno actual. Nada más falso.
Nadie sabe qué se dijo en esa reunión salvo la Presidenta y el secretario de Estado del país vecino. Solo conocimos lo que se dijo en la rueda de prensa. De lo que podemos estar ciertos y lo dijo el secretario Rubio, es que el Gobierno estadounidense tiene una agenda explícita con México que incluye migración, balanza comercial y tráfico de drogas, particularmente fentanilo. Las especulaciones sobre listas negras, nombres de políticos que supuestamente quiere la justicia estadounidense, e incluso acciones de las fuerzas armadas de los vecinos en territorio nacional no tienen sustento alguno, salvo esa extraña idea de que hay alguien, quien sea, preocupado por resolver los problemas que nosotros mismos hemos sido incapaces de solucionar.
La agenda estadounidense ha sido muy clara. Podemos estar de acuerdo o no con ella, nos pueden gustar o no las formas, pero no hay sorpresa.
En materia de migración, difícilmente México puede hacer más. Lo que sigue es el control de la seguridad fronteriza, algo que, a nosotros, que sufrimos por el internamiento ilegal de armas, también debería interesarnos. Desmantelar el sistema de corrupción que controla el crimen organizado en las fronteras debería ser una de las prioridades de cualquier Gobierno.
En comercio el tiro esta cantado. Vamos hacia una renegociación del Tratado de Libre Comercio que implica una nueva vuelta de tuerca a lo que tiene que ver con el porcentaje de componente de América del Norte en las maquilas, particularmente en la industria automotriz. Vamos a ganar unas y a perder otras, pero el objetivo de los estadounidenses está muy claro: nivelar la balanza comercial. Lo preocupante en todo caso es que nosotros no tengamos igualmente claro cuál es el objetivo con el que vamos a ir a la renegociación.
En materia de narcotráfico la situación es mucho más delicada. El primer interesado en desmantelar la red de protección que el crimen organizado ha tejido dentro del gobierno desde hace al menos 40 años debería de ser la administración de Claudia Sheinbaum y las resistencias, como le sucedió a López Obrador, solo alimentan especulaciones. Está claro que ir por los llamados capos, como está haciendo el Gobierno actual, no soluciona el problema de fondo, pero al menos hace ver como que están actuando. Si la caída de capos genera inestabilidad y violencia, como henos visto en el caso de Sinaloa, ir por la clase política que protege el crimen organizado puede generar problemas de gobernabilidad.
El reto no es menor y lo que haga la presidenta, como el cohetero, será objeto de rechiflas.
Cortesía de El Informador
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